Una luz de colores

Capítulo 12: Tucker

Al momento en que le dije a Jennifer sobre el hombre casado, me arrepentí y su discurso me dejó noqueado y me hizo sentir culpable.

¿Por qué le dije eso?

No soy un hombre impulsivo para hablar y accionar. No creo que Jennifer se arroje a los brazos de cualquier hombre. Ella no sabía que el hombre estaba casado. Fue engañada y yo con mi comentario inapropiado la he juzgado y hecho sentir mal.

Sentí la furia y el dolor en sus palabras.

Corro a buscarla para disculparme, justo cuando sube a un taxi y se aleja.

Soy un idiota, un completo idiota por hacer sentir mal a mi asistente y comportarme de una forma inaceptable y poco profesional. Merecía una cachetada por mi comentario.

Paso la mano por mi cabello intentando comprender mi comentario ofensivo. No sé que me sucedió, no suelo ser así.

Es obvio que Jennifer me afecta de una forma que no entiendo. El beso me descolocó porque me gustó besarla y sentí algo raro que no sentí con nadie, ni con mi difunta esposa ni Odette.

Es una locura. Apenas la conozco hace un par de días.

Saco mi celular y le marco a Iker, este responde al tercer tono.

—¿Qué puedo hacer por ti, amor?

Pongo los ojos en blanco.

—No me digas así. Sé un hombre normal.

—Es aburrido. Mejor dime que necesitas.

—Consejo.

—Si me vas a preguntar de nuevo si deberías presentarle Odette a Matilda, te diré lo mismo que la última vez. Si vas en serio con ella, es correcto que tu hija la conozca. Si no estás seguro a dónde vas con ella, mejor espera.

—No es eso. Mi asistente me besó y luego la ofendí creyendo que estaba coqueteando con un nuevo proveedor de vinos.

Iker se queda callado, le dice a alguien que espere un momento y regresa a ponerme atención.

—Espera, dame el contexto.

Le cuento como fue lo del beso y la escena con el proveedor.

—Lo de la asistente besándote tiene una explicación. Si es una mujer guapa es normal sentirse atraído por ella.

—Odette es guapa y aunque me atrae, no sentí la atracción fuerte que sentí al besar a Jennifer.

—Porque puedes tener más química. No significa que estés enamorado de ella.

—Claro que no. La conozco desde hace unos días. No quiero sentirme atraído por ella.

—Despídela o mantén las cosas al margen, nada demasiado personal y evita quedarte a solas con ella. Oh, discúlpate por la ofensa. No merecía que le hicieras ese tipo de reclamo. Eso es de novio celoso y toxico.

Ruedo los ojos.

—No estaba celoso…—titubeo. No lo estaba—. Nada más me molestó creer que estaba coqueteándole al proveedor. Hubiera sido poco profesional y podría afectar mi imagen. Ya pasó antes.

—Sí, pero no estabas tan alterado como ahora. Relájate, pídele disculpas y la aceptará. Si tienes tanta química con ella, mantente al margen o terminarán sobre el escritorio.

—Gracias, Iker.

—Hazte un tiempo para reunirnos. Utiliza tus dotes de jefe y haz una reserva en tu restaurante para los dos. No hay mejor comida que la de tu chef.

Sonrío.

—Está bien. Deja que me organice. Nos hablamos.

—Un beso a tu hermosa y traviesa hija.

Termino la llamada, regreso al restaurante, termino los asuntos pendientes y regreso a la oficina con el objetivo de disculparme con Jennifer. Por desgracia, no la encuentro, ya es su hora de salida y se fue sin más, es lo que me dice Samantha.

Aviso que me voy a casa, subo a mi vehículo e intento llamar a Jennifer sin suerte, no responde.

No puedo regresar a mi casa sin disculparme con ella y debo hacerlo personalmente. Es lo correcto.

Pongo el vehículo en marcha y conduzco directo a la casa de la amiga donde se está quedando. Me quedo en el vehículo durante unos minutos tomando valor para bajar y enfrentarla.

Bajo y camino hasta la puerta con pasos firmes, toco el timbre y espero. La puerta se abre y un hombre alto de cabello castaño claro y ojos verdes abre la puerta, tiene una niña pequeña en sus brazos y no puedo evitar recordar a mi hija cuando era así de pequeña.

—Hola. —exclama.

—Hola. Lamento molestarlo. Estoy buscando a Jennifer… A la señorita Cole. Soy…

—Tucker Allan, su jefe—asiento—. Yo soy Ragnar…

—El esposo de Sophie Brown, la pintora y amiga de mi asistente.

—El mismo—la niña me observa con atención y me da la espalda abrazando a su padre—. Jennifer aun no llega. Pase… —abre la puerta y dudo en entrar.

Es obvio que no sabe que ofendí a la mejor amiga de su esposa o no sería tan amable.

Pienso en poner una excusa e irme, pero no quiero irme sin disculparme con Jennifer, no me sentiría bien conmigo mismo y debo averiguar si está dispuesta a seguir trabajando para mí o la ofendí lo suficiente y me encontraré con su carta de renuncia mañana.




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