Una luz de colores

Capítulo 14: Tucker

Se suponía que la noche sería una cena tranquila con Odette, hablamos sobre presentarle a Matilda sin poner una fecha exacta, luego me convenció para pasar por un nuevo club nocturno y acepté para no ser grosero cuando la realidad hubiera preferido irme a casa.

No soy fan de los clubes, no me gusta bailar y mucho menos estar rodeado de jóvenes de veinte años que bailan música que no comprendo ni le encuentro sentido a las letras.

Tengo treinta y cinco años y en ocasiones me siento mayor.

Comprendo que Odette disfrute de los clubes, ella es casi nueve años menor que yo, y aunque es profesional y tiene su trabajo, disfruta de salidas nocturnas como estas. Yo no y por eso decidí irme. Ella intentó hacerme cambiar de opinión, incluso le sugerí ir a su departamento a pasar la noche juntos, y se disculpó con la excusa que quería quedarse un poco más con sus amigas.

Me dio una copia de la llave de su departamento para que la esperara allá, pero no lo pienso hacer. Si ella no pudo irse conmigo para quedarse con las amigas que ve todos los días, yo me iré a mi casa, o eso planeaba hasta que me encontré con mi asistente gritándole a alguien y vomitando sobre mis zapatos.

Saco un pañuelo y se lo tiendo para que se limpie la boca, ella lo hace y suspira.

—Mi cuerpo ya no aguanta el alcohol. Debo aceptar que ya pasé la época de los veinte.

—Nunca fui de los que se embriaga. Vamos, te llevaré.

Ella achica los ojos y me observa.

—No me voy con desconocidos, ya no. Ya maduré, o es lo que intento.

Y está claro que no me reconoce. Al menos habla claramente. No todos los ebrios hablan con tanta claridad.

Me arrimo a ella sin tocarla y le pido que me mire fijamente.

—Me conoces. Soy Tucker Allan, tu jefe.

Ella ríe.

—No puede ser. Tucker está con su novia, probablemente en la cama, dudo mucho que haya salido a un club. No lo culparía, esta noche descubrí que los clubes nocturnos ya no son para mí. Ese hombre nada más piensa en trabajo y me sorprende que tenga novia, aunque no tanto, pues es guapo. Quien me da pena es su hija, la pequeña Matilda que está siendo criada por un sargento militar que no la deja ser libre… ¿Sabes que ella se puede revelar cuando llegue a la adolescencia? Los niños que son oprimidos y que sus padres no prestan atención, de adolescentes son rebeldes y hacen cosas que no deberían para sacar la rabia. Yo lo sé, yo fui una de esas adolescentes. Sin Sophie y su familia, no sé donde estaría.

Arrugo el ceño. No sé por qué sus comentarios tienen el poder de afectarme y replantear mi relación con mi hija.

¿De verdad ella me ve como mal padre? Si traduzco, está diciendo exactamente eso y no es la primera vez que lo menciona.

—¿Me ves como mal padre?

—¿A usted? Yo qué sé, no lo conozco y tampoco a sus hijos. ¿Ya puede quedarse quieto? No puedo enfocar ninguna de sus cabezas.

Ahogo una carcajada y pongo los ojos en blanco. Jennifer ebria sufre de amnesia.

La tomo del brazo, ella se suelta pidiendo que no la toque.

—Hay que irnos.

—Yo me iré sola. Estoy en celibato de hombres y de sexo. He pasado toda mi vida acostándome con hombres evitando el compromiso y el amor, luego me dejé engañar por un imbécil casado. ¿Qué está mal conmigo? Se supone que era experta en hombres y que a mi edad tendría que darme cuenta de esas cosas. Lo único que quería era alguien que me quisiera como soy, que me aceptara sin juzgarme y envejecer juntos. ¿Pido mucho?

Oh, no, que no se ponga en papel de ebria depresiva. Prefiero la ebria amnésica que me dice lo que no quiero oír.

—No, pero hace tiempo aprendí que el amor es complicado en estos tiempos y que para tener una relación es mejor dejar el amor fuera de la ecuación.

—Para eso me compro un muñeco con miembro vibrador, si es que existe, hasta ahora creo que no. Debería averiguar.

Suelto una carcajada.

—Me parece bien. Antes vamos a tu casa.

—Está bien.

—¿Te vas a ir conmigo?

—Has sido amable y me has escuchado. Si me quieres violar, asesinar y tirar en algún lado, no es que lo pueda evitar y me duelen los pies.

Jennifer deja que la tome del brazo y la guíe a mi vehículo. Mientras caminamos me cuenta que fue a comer con un amigo asistente para pedir consejos de como ser buena asistente, prontamente terminó en el club por invitación de la novia de su amigo y comenzó a beber para no aburrirse en la guardería con música sin sentido.

—Te entiendo. Me pasó lo mismo. Ya no me siento cómodo en clubes nocturnos modernos.

—La edad pesa…

La ayudo a subir a mi vehículo, ocupo el lugar del lado del conductor y pongo el auto en marcha. Ella sube el volumen de la canción y comienza a mover los hombros. Poco a poco se va apagando hasta quedarse dormida.

La observo con atención en un semáforo. Es una mujer muy hermosa y todo un personaje.




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