La noche se había tornado demasiado oscura y siniestra, la luz de la pequeña fogata era lo único que alumbraba y consolaba al pobre de Kalan, aquel ambiente le recordaba sus días en que los “Felinos” aún no habían visto la luz ni la grandeza del universo físico. Sus ropas estaban húmedas y su azulina cola le dolía por culpa del frio.
Por fin sentía que había encontrado una paz duradera, pero la lluvia lo había tomado desprevenido, con suerte la fogata pudo nacer bajo una pequeña cueva que el hombre gato encontró en su huida, con la poca leña seca que había conseguido en el pueblo, la yesca había logrado demostrar ser mucho más eficaz que un iniciador de fuego.
Ahora solo restaba esperar a que el mal clima se apaciguase para poder continuar con el viaje “a cualquier lugar”, Kalan intento dormir pero sus instintos gatunos le decían que se mantuviese despierto. En el pasado a los Felinos les molestaba viajar solos, nunca se habrían separado de su manada, ni mucho menos convivir con otras razas, a pesar de ser descendientes de los Shig, al igual que los Humanos o los Tiriqui. Muchos aun conservaban aquella tradición pero habían abierto los ojos y se habían entregado a las enseñanzas de pueblos más antiguos que ellos.
Estos datos resonaban en la mente de Kalan mientras buscaba entre las cosas de su inmensa mochila algo que comer, hasta hace poco su pueblo no era diferente que los humanos, aislados en su propio mundo, pero con la ayuda del Rey del Sol y la Reina Luna pudieron salir de su escondrijo para ver el mundo al igual que sus primos Humanos.
Kalan estaba feliz por eso, le hacía feliz el recorrer el mundo más allá de las estrellas, aunque su manada lo mirara en un futuro con malos ojos, él sabía en su corazón que convertirse en un gran mercader era su destino sin importar lo que sus padres u once hermanos dijeran al respecto.
Un relámpago atravesó el cielo asustando al joven gato poniéndole los pelos en punta. Él no era lo que llamaría alguien “valiente”, pero tampoco un “Cobarde”, quien lo viera pensaría que se trataba de un joven humano de piel blanca y cabello azul oscuro que le cubría toda la cabeza, a excepción de sus orejas de gato que se movían sin parar sobre su cabeza, su rostro era fino al igual que sus grandes ojos redondos y era uno de aquellos que no tenían bigotes bajo la nariz. Sus vestimentas no eran más que una camiseta sin mangas color purpura que no le cubría más allá de los pectorales, dejando al descubierto su abdomen y espalda baja, junto a eso un pequeño pantalón de tela sintética que únicamente le cubría desde la cintura hasta medio muslo de color azulino, que tenía un orificio en la parte trasera para su larga cola de gato, un par de botas de cuero curtido y unos guantes que ocultaban sus manos con largas garras.
-Que va, ha sido solo un rayo miau-, Se dijo al salir de la voluminosa mochila verde.
Hacía ya dos días que había partido del pueblo anterior en búsqueda de alguna “aventura” que le llenara de emociones la sangre antes de llegar al siguiente poblado, donde podría sin duda vender algunos de sus productos al igual que comprar otros, pero lo que más le interesaba eran las leyendas y cuentos que en ellos podría encontrar.
Poco o nada le interesaba lo que ocurriera a su alrededor, la guerra de los elementales no había creado grandes catástrofes como el ataque del rey demonio, suceso que tampoco le había afectado demasiado hacía ya dieciocho años atrás.
Solo quería relajarse y pensar en los negocios que le esperaban más allá del bosque, no tenía idea de que los próximos minutos cambiarían el destino del hombre gato. Cuando de entre sus incontables pertenencias por fin había encontrado algo que comer y las hierbas de té verde que deseaba, un crujido fuera de la cueva le puso cada uno de sus pelos en punta.
-¿Quién anda ahí?-, dijo adoptando una posición similar a la de un gato erizado.
-Por favor… ayúdame…- le dijo una voz que nacía entre las sombras de los árboles.
Kalan tomó un madero de la fogata para alumbrar la noche, apenas iluminó sus propias huellas inundadas en el fango cuando otro joven caía bocabajo contra el suelo. Sin pensarlo dos veces Kalan salió de la cueva para ayudar a aquel desconocido que posiblemente hubiera muerto de no ser por su ayuda.
Aquel vagabundo era lo que llamaban un Alto elfo, su piel era blanca y estaba llena de múltiples heridas, producto de varios latigazos, sus orejas puntiagudas eran de un tamaño promedio y sobresalían de su cabellera roja como el barro artesanal, lo único que le cubría era un trapo en la entrepierna, tenía vendados los ojos y a juzgar del palo que llevaba en la mano derecha podría decir que era ciego.
Aquel elfo tenía la apariencia de un joven de dieciocho años de edad, aunque siendo un elfo este podría tener algunos cientos. Kalan lo recostó junto al fuego donde rápidamente puso un pocillo con agua y algunas hierbas medicinales a hervir. Las heridas del joven no eran profundas pero la cantidad de cortes era impresionante. ¿De dónde habría salido este sujeto?
Editado: 27.09.2020