En ese momento, todos se van a ver por la ventana, lo dicho por María, y solo ven a una mujer en la calle. Cuando Carlos le dice a Rubén:
— ¡Vamos por la hermana!
— Si, vamos rápido, hay que aprovechar este momento.
Wesley les dice a todos:
— Mi esposa y yo, nos encargaremos de ir al supermercado. Y traer comida para todos.
En ese instante, todos quedan de acuerdo en lo que tienen que hacer, y antes de salir, se ponen a orar...
Todos terminan de orar, y el pastor se encarga de abrir la puerta con mucho cuidado, y cuando no ve a nadie en los lados, le dice a Carlos y a Rubén:
— Listo muchachos, vayan por la hermana Guillermina.
DE inmediato, Rubén sale de primero y luego Carlos, y ven a la mujer que María les mostro, la cual está barriendo su anden. Cuando Carlos le dice a Rubén:
— Aprovechemos que aún no los ha visto, y pasemos por la otra calle.
— Donde esta Guillermina, es por aquí directo.
— Rubén, pero la idea es que no nos vean, vamos por otra calle, y damos la vuelta hacia la casa de Guillermina.
— Ella está al frente, en la casa de su vecina.
— Por lo mismo, no podemos ir por aquí.
— Bueno, tienes razón.
— Además, yo conozco esta ciudad, como la palma de mi mano.
— Entonces, vamos por otra calle.
Rubén le hace caso a Carlos, y con cuidado; caminan hacia la otra calle, y ven esta calle vacía, y Rubén le expresa a Carlos:
— ¡Corramos!
En seguida, Carlos y Rubén corren por esa calle. Cuando están cerca de lograr su objetivo.
De repente, le sale al encuentro un hombre obeso y alto, dueño de un restaurante, y estos bajan sus rostros para mirar el piso, y no verle la cara a este hombre, pero este les dice:
— Ustedes dos, lo único que tienen que hacer, es negar a Jesús.
Rubén y Carlos miran al hombre de frente, y cada uno le dice que no. Cuando este hombre se pone agresivo e intenta atacarlos, pero estos les pasan cada uno por un lado y corren más rápido que este hombre obeso.
Rubén y Carlos salen de la calle y se dirigen a casa de la vecina de Guillermina. Cuando encuentran un sin número de personas por todos los alrededores.
En ese momento, Carlos le pregunta a Rubén:
— ¿Qué hacemos?
— Tu eres el que conoce Cartagena, yo no.
— Ahora, es como si no la conociera.
— Tenemos que dividirnos.
— ¿Sera?
Toda la gente se les tira encima, y Rubén y Carlos se separan, y Rubén se pierde en ese barrio, y sigue corriendo, y corriendo porque atrás de él vienen varias personas que quieren acabarlo...
Sin saber, Rubén corre hasta llegar a Getsemani, y con todo se le ocurre meterse debajo de un taxi, que esta estacionado, y debajo de carro ve varias motos, y luego ve a mucha gente correr en su búsqueda...
Rubén sé que bastante tiempo quieto debajo del taxi, y dice en voz baja:
— No salieron las cosas como creíamos... espero que Carlos y los demás, estén bien... ¿oh Dios, que haré?
Rubén sigue mirando por todas partes, y ve los pies de una persona, que se acerca al taxi, y dice en voz baja:
— No, no, no vengas para acá.
El hombre se para en la puerta derecha del taxi, y abre la puerta y se sube. Cuando Rubén dice:
— ¿Qué hace? ¿Sera que este hombre va a conducir este carro?
En seguida, Rubén comienza a escuchar que el hombre esta encendiendo el taxi, y se pone muy nervioso, y busca como agarrarse...
Definitivamente, el hombre enciende el taxi, y Rubén ara no ser descubierto por las otras personas que lo están persiguiendo, se sujeta de donde pueda del carro, y es llevado cerca de Bocagrande. Cuando el taxi se detiene, y el hombre se baja, y Rubén lo ve que este entra a un banco, y dice:
— Parecen personas normales... salgamos de aquí.
De inmediato, Rubén mira que hay muchas personas hacia delante, cerca de la playa, y también en los alrededores, y ve una puerta de una casa muy bonita de cuatro pisos, y dice:
— No se adonde estoy, pero algo me dice que tengo que entrar en ese lugar.
Rubén se cerciora que los que están en la calle no lo vean, y sale de debajo del taxi, y corre a la casa lujosa de cuatro plantas, y entra y cierra la puerta...
En ese instante, Rubén escucha a una mujer llorando con gran desconsuelo, y comienza a buscarla, hasta que sube por las escaleras hasta el segundo piso, y ve en la sala a una mujer joven, sentada en su sofá, y con sus dos manos en su rostro, y llorando gran tristeza...
Rubén cree en el lloro de la mujer, porque le duele ver a una mujer llorar, y se arriesga preguntándole:
— ¿Por qué lloras?
La mujer se asusta por la voz, y ve a Rubén y se levanta rápidamente, respondiéndole:
— ¿Quién eres tú? ¿Por qué entraste a mi casa?
Sorprendido, Rubén le dice a la mujer:
— Que bien.
— ¿Bien por qué? ¡Sal de mi casa!
— ¿No vas a pedirme que niegue a Jesús?
De inmediato, la mujer se quebranta en llanto y cae de nuevo a su sofá. Cuando Rubén se acerca un poco, y le expresa:
— ¿Qué te sucede? ¿Por qué lloras?
— Yo no resistí la presión de mi marido, y negué a Jesús.
— Ah, ahora entiendo tu lloro...
— Yo no puedo llamarme cristina si yo niego a mi señor ante los hombres.
Rubén se acerca un poco mas a la joven, y le dice:
— Yo tuve una discusión con mi esposa, porque ella quería que negase a Jesús, y yo le dije que no, que nunca lo iba a negar, y la deje en un hotel, yo no soy de este país, yo soy de Panamá, y yo te digo; que ores pidiéndole perdón a Dios, la misericordia de Dios es grande, y él te perdonara.
— ¿Tú crees?
— Si, Dios te perdonara.
— Gracias, ¿tus palabras me han llenado de esperanza, y como es que sabias que yo estaba así?
— Pues, yo estaba perdido, porque me perseguían un gran numero de personas para hacerme daño, y acabé debajo de un carro y luego vi la puerta abierta de esta casa, y entre.
— Ah, debió ser mi esposo, logro su cometido de hacerme negar a mi Señor, y luego se fue a perseguir a otros.