Al salir a que me dé el aire, me siento en una tumbona y pruebo a respirar profundamente sin perder el control, pero cuando me llevo una mano el centro el pecho… Noto como lo pierdo y la respiración profunda se quiebra, y por algo me acuerdo de la nada de que me he traído el móvil y del teléfono de Cannes y lo llamo antes de pensarlo.
— Cannes…
— ¿Estás bien Catleya?— no respondo y empiezo a pensar en que se desespera con mi silencio.
—No… Yo…— él me pide silencio con un sh como a los niños pequeños y me pide que intente tranquilizarme y que él me acompaña hasta que dure, no importa el tiempo ni la hora.
Quizás está sintiendo pena por ti y solo quiere asegurarse de que no te matas…
—¿Nnes…? ¿Te doy pena?
Él se queda en completo silencio y luego oigo como suspira y suelta un bufido.
—No Cat, no me das pena, solo quiero ayudarte y porque me preocupas, no es que me des pena, pena me da no poder quitarte lo que sostienes sola.
Me quedo en silencio y siento que vuelve a entrar algo de aire por mi ser.
—Cannes…
— Por la tarde nos vemos, descansa.
Asiento sin que me vea y me siento más calmada.
— Gracias Cannes, por estar conmigo, por acompañarme y no verme una loca por llamarte, gracias por querer ayudarme. Ha sido muy reconfortante para mí.
— No es nada, ves a descansar de verdad, preciosa.
— Buenas noches, Cann.
— Buenas noches, Leys.
Cuelga y yo me quedo con la mirada fija mirando al móvil y la llamada finalizada sin creer lo que acaba de pasar y lo rápido en comparación a otras, se me ha pasado este ataque. Me levanto y entro en casa, paso por el baño de abajo para hacer necesidades y me cepillo el pelo como antiestrés.
Al volver a mi habitación me sorprende ver a papá sentado en mi cama, esperándome.
—¿Papá…?
—¿Dónde te habías metido Catleya?
Su voz sale más seria y neutra de lo normal y mis ojos se nublan, con el corazón encogiéndose, por haber preocupado y despertado a papá.
—¿Te desperté papá?— él niega y nos abrazamos.
—¿Entonces pequeña?
— Ataque de ansiedad, insomnio, angustia, no despertaros, terraza, Cannes…
— A ver si entiendo, te ha dado un ataque de ansiedad, por el insomnio, tenías angustia y no querías despertarnos a mamá y a mí, te has ido a la terraza y has acabado llamando a Cannes y te ha ayudado— asiento y vuelvo a hacerme bola en sus brazos.
—¿Y ahora, como te sientes?— bostezo y él se levanta.
— Cierra los ojos al acostarte y recuérdalo, creo que te ayudará a descansar, esté muchacho hará lo que no pude cuando era mi turno.
Sonrío y me tapa con el nórdico. Me da un beso en la frente y se va. Yo hago lo que me mandaron y me quedo dormida por fin. Por la mañana, todo sigue igual, quitando que no puedo ir a la universidad por males, y me quedo en casa con mamá que tiene fiesta del trabajo.
—Desayuna Catleya.
— No tengo hambre mamá.
Una mirada me hiela y me voy al baño avisándola, cuando vuelvo, tengo un bol de leche con colacao y cereales de chocolate.
— Mamá…
— Tienes que comer Cat…
— Está bien mamá.
Desayunamos juntas y luego nos pasamos por urgencias. Al salir tenemos que pasarnos por la farmacia. Porque he cogido una crisis de ansiedad y necesito las pastillas.
—¿Mamá, podré ir con Cannes que me lo ha dicho cuando me ha ayudado esta madrugada en la llamada socorro?— ella me da una mirada preocupada y supongo o que debe pensar.
— Estaré bien mamá.
—Bueno, está bien.
— Aún no me ha dicho cuando, me ha dicho que a la tarde.
Asiente con la cabeza y entramos en casa, luego la ayudo a hacer la comida y preparo la mesa para cuando llegue papá, comer.
Pasan tres cuartos de hora, papá llega y comemos, luego me echo en el sofá y vuelvo a quedar dormida, hasta qué mamá me sacude un poco para aligerarme y decirme que tengo una llamada de Cannes.
Lo vuelvo a llamar y lo coge a los cinco segundos.
—¿Esperándome?— le pregunto con gracia y ironía.
— Sí pequeña.
Eso me deja parada y sonrío, luego quedamos en la punta de mi calle en cinco minutos aunque creo que ya está preparado.
Subo rápido y me cambio pantalón y zapatos, luego corro al baño y me cepillo la melena dejándola suelta. Al bajar, me despido de mamá y salgo de casa, miro hacia abajo y ubico el coche, ya que él justo sale del coche para sacudir las piernas.
—¡Hola!— corro hacia él y extiende sus brazos al verme correr y acercarme.