Al ver a mi hija en mis brazos el mundo se me cae encima sin piedad. Me siento tan culpable y todo me hace actuar como un padre sobre-protector, ella que es tan importante para mí y casi todo lo que necesito. Margo llama a la ambulancia, y en veinte minutos han llegado, la cargan en la camilla y salimos disparados de la casa, su madre va con ella y yo les sigo con el coche rezando para que mi niña esté bien.
Llego al mostrador en lágrimas por ella, mi niña; y pido por donde está. Mientras lo mira yo me encierro en mis pensamientos.
Ser sobre-protector con ella ha traído tanto de malo, tengo que darle un poco más de libertad ya no es tan pequeña, ya es una mujercita.
— Piso uno, habitación 130.
Corro al ascensor y me muevo nervioso para qué llegue al piso, corre, corre. Llego y ya me cuesta respirar.
— La niña.
— La van a hospitalizar Jadey— me dice mi lunita con llorera y ansiedad.
— ¿Está estable?— pregunto con mucho miedo.
Ella llora y no me dice nada, me inquieto y hago una acción que siendo consciente sería incapaz de hacerle ni a ella ni a ninguna chica.
— ¡Dime algo hos…!— le digo zarandeándola fuerte.
— ¿Padres de Catleya Montes Núñez?
— Díganos— decimos a la vez.
— Catleya está desmayada y con urgencia necesita ir a un especialista.
— Como cuál señor.
— Un psicólogo o un psiquiatra, la derivaré y en unos días os llamaré para decíroslo.
— Lo tendremos en cuenta doctor ¿Podemos verla?— el doctor asiente y nos acompaña a la parte en la que está ley.
Cuando la vemos tanto yo como su madre salimos escopeteados hasta estar a su lado.
— Nena de mamá.
— ¿Qué está pasando Ley?