Hoy es un gran día para mí, porque hoy, sí, hoy por fin salgo de estás paredes blanquecinas, de esté agotador sentimiento de qué nada avanza.
De sentirme atrapada, angustiosa, de estar ahogada en mil y más lágrimas de nervios y un mar de cosas qué sin calma han ido escalando hasta sobrepasarme.
Cannes me vino a ver hace unos cuatro días y ayer anoche se pasó en un momento, es agradable notar su preocupación por mí, porque se ve qué yo sí le importo. Mamá ha estado a mi lado en todo momento y aún lo está, la miro y siento un mar de emociones positivas hacia ella, me dio la vida y desde entonces ha aguantado cada puñal negativo que ha tenido que pasar por mí, y ha sido feliz a mi lado con las cosas buenas, ella si es madre con todas las de la ley, en mayúsculas.
Papá es otro cantar, ha estado igual qué mamá, pero aunque hace unos días hablamos a solas y pudimos decidir dejar a un lado lo que pasó, aún siento ese rifirrafe de una riña que tuvimos, pero sé con seguridad qué conseguiremos qué nuestra relación de padre e hija vuelva a la que teníamos antes de ese momento. Es el momento, ha llegado al fin. Nos vamos, estoy con los ojos humedecidos y abrazo a mis padres, en un arrebato de necesidad de ellos.
Me dan el alta y los tres ponemos marcha para ir a buscar al coche y ir para casa a qué descanse unos días más antes de volver a la rutina.