Una Luz en Ti

POR FIN ESTOY TRANQUILA DE NUEVO -20 |LEYLEY

Llevo unas semanas más recuperada del asunto que tuve, y de salir de hospitalización. Hoy me siento tranquila y lo estoy agradeciendo mucho, porque después de todo siento qué me lo merezco.

Pasado mañana tengo la primera cita con el psicólogo y me siento nerviosa por como irá. Cuando ando aún siento desconfianza hacía lo inoportuno y cuando voy sola todos los miedos incrementan.

—Hey Leleya.

Miro a sus ojos y me muestran claramente mi reflejo, entre el claro de sus ojos y lo bonito que me mira, puedo verme en ellos.

—Hola Nennes.

Nos abrazamos y él decide dar media vuelta y venirse conmigo, me alegra volver a verle, no lo veo desde ese último instante en el que se fue de ese bar en el que le presente a Cannes. Cuando llegamos a la puerta de mi heladería favorita él me mira y me guiña los ojos y entra, no dudo ni un mili-segundo y entro detrás de él.

Cuando mira a su izquierda y me ve, sonríe y me abraza. El heladero le da dos tarrinas y observo el movimiento. Cuando me da el de color verde menta, no puedo dejar de hincarle la cuchara sin parar un momento para agradecerle.

—¿Leleya?

—Gracias neni.

—De nada— responde sonriendo después de darle las gracias.

Nos lo tomamos llegando a un pícnic y decidimos sentarnos a tomar el sol de primavera mientras nos acabamos los helados.

Llegamos a la esquina de la calle donde se ubica mi casa, me despido de Eze y subo la calle. Cuando entro en casa, frunzo mi nariz al ver a mis padres sonrientes a los lados de una mesa que no la reconozco y encima hay dos tartas de esas qué se ven por internet.

— ¿Esto…?

— Nada…— susurra mi madre, pareciendo esconder alguna sorpresa.

— Queríamos darte un mimo aparte de decirte qué a papá lo ascendieron y vamos a celebrarlo mudándonos cerca de la playa, en esa casa que de pequeña querías colarte.

Me llevo las manos a la boca y se me humedecen los ojos, con un sentimiento que no sé reconocer. Doy saltos y me abrazo a mis padres y luego salimos a dar una vuelta, por fin tranquilos.

Por fin estoy tranquila, aunque sea por un rato. Llegamos cerca de la playa y reconozco la esquina de la calle donde recuerdo esa casa a media perfección.

—¿Vamos?— asienten y sigo andando.

Cuando llegamos a esa puerta y veo que pone. Vendida. Mi corazón se acelera y miro a mis padres.

—¿De verdad, nuestra?

— De verdad cariño— dicen a la vez.




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