La niña me sorprendió en cuanto apareció por esa puerta qué ya significa algo en mi vida, la tienda y el negocio les va estupendo a mis tíos, ellos que se curran hasta lo más pequeño.
— Leya.
— Canns.
— Esto… Estás guapísima.
— Esto… Eres un bombonazo.
— Tía salgo un momento, ya vuelvo— la tía me guiña un ojo mientras asiente.
Ya estamos apartados de cualquier interrupción.
— ¿En qué estábamos?
— En qué tú pareces sacado de revista y yo estoy bonita, después le has dicho a tu tía qué salíamos y hemos venido aquí a no sé qué.
Me acerco a ella y pongo mis manos en cada esquina de su cinturita.
— Pasa qué me has vuelto tonto y qué me muero por besarte a lo loco.
Ella se pone de puntillas y me da un beso rápido y fugaz, antes de qué se separe la aprieto acercándola a mí y la beso con uno de esos besos que se recuerdan de por vida.
— No hay marcha atrás, estoy de cabeza a pies, loco por ti ¿Crees llegar a algo si lo intentamos?
Ella se tapa la cara y después al ponerle mis manos en las suyas, mira de recomponerse, y acepta, dándome uno de mis mejores besos.
Me dice qué tiene qué volver al centro en el que estudia y vamos a la tienda y allí adelante, justo donde nos conocimos nos despedimos con un beso fugaz, a la espera de que le pida formalmente ser pareja.