La veo a mi lado y mi pecho sé calienta, lo nuestro para muchos será muy inesperado, rápido, desubicado, y muchos más, pero yo que no lo puedo ver así lo veo de otra manera.
La amo mucho, los dos juntos somos todo lo que solos o con otros no podemos ser. Juntos todo lo guardado estalla y yo amo estallar a su lado, la noche ha sido muy mágica aunque sin magia de verdad. Ella se mueve y cambia de posición y no puedo evitar echar un ojo por toda ella, con solo un camisón puesto medio transparente por debajo del pecho y por encima de los huesos de la cadera, está radiante.
— Hola— me dice estirándose.
Yo me asusto levemente de estar en silencio a que me saludé y doy un respingo.
— ¿Qué hacías?— la miro y la beso, ella sonríe, pero enseguida me echa encima suya y me sigue el beso.
— Tan temprano y ya nos encendemos, ¿Cuál es el mechero?
— Mis ojos y lo bueno que te ves, eres, y lo bien que me quieres.
Nos mordemos los labios inferiores a la vez sin caer en ello y después nuestros ojos salen en llamas al mirarnos y sin caer en que lo hemos hecho a la vez.
Sus padres cuando me he despertado han venido y me han dicho que se iban todo el día con otro familiar que si quiero me quede con ella, he asentido y aquí estamos, acabada de despertar y adorando nuestra cercanía y el amanecer a mi lado.
— ¿Están mis padres?
— No, se han ido todo el día, me han dicho que me quede contigo si quiero, que por algo estoy aquí y cuando te has despertado hacía media hora de eso.
Me dice un vale suelto y se sube en mi cadera.
— A desayunar.
— Vale aguafiestas.
Cuando me dice eso, sonrío y la cojo de las manos, dejándola arrinconada en una parte de su habitación con sus manos por encima de su cabeza y le susurro: — Necesitas alimentarte para lo que sé viene después.
Ella se ríe dándome un guantazo volador en un hombro y luego me muerde el labio inferior.
Me sonríe mirándome a los ojos y sale sin esperarme de la habitación, me río cuando no la veo y voy en busca de ella y desayunar juntos.