Una Luz en Ti

DISCUSIÓN CON EZE Y CAMBIOS -38|LEYLEY

Hoy es la vuelta a rutina desde el último parón, y sin duda me encuentro en un bucle de dos sensaciones. La de tener ganas y la de pereza.

También puede que la parte de tener ganas se venga a que veré a Eze, luego de no juntarnos hace días. Por alguna razón, pensar en eso me da un aire nervioso. Estoy de camino a la uni en el coche de papá, de copiloto, pensando en todo y sin pensar a la vez; papá me pregunta si estoy bien.

Sincerándome con él, le cuento como me siento referente a la uni de hoy y a Eze.

Él me dice que respiré lentamente y piense que irá bien. Pero me dice también: si pasa algo no tan bueno, no dejes que destroce todo lo que has trabajado para estar bien, respira y sigue.

Asiento y suspiro, abrazándole y despidiéndome hasta el medio día. Cuando entro dentro del recinto y ando hacia la puerta, unas manos que conozco bastante bien, me aprietan la cintura por los extremos.

Me giro y le recrimino esa acción y nos echamos a reír; luego entramos a clases juntos.

Tras unas horas empollando, salimos y vamos al comedor. Unos pancakes con sirope de chocolate, fresa y nata, me esperan en la barra. Junto a un buen merecido vaso de coca cola. Luego de desayunar, me dirijo sola a la última clase antes de irnos y me junto con Sophie, la prima de Ez.

Con ella nada más nos juntamos para las pocas clases que tenemos juntas, digamos que amigas, tampoco es que seamos. Al salir de clases, busco el coche de papá por la calle, pero no lo encuentro. Y lo llamo.

Hija, cambió de planes, espera cinco o menos minutos y luego dime qué. Le respondo y cuelga.

Justo en el momento llega él.

¡Cannes!

Antes de llegar delante de él, le mando un, que es esto a papá junto a un emoji de corazón rojo y llamas.

— ¿Cómo ha ido Ley?

— Creo que bien.

—¿Crees?

— Primer día, después de tres festivos.

>> —¿Y a ti en lo de tu tía?

— De perlas.

Nos besamos y luego cuando arranca, miro por la ventana y veo a mi mejor amigo mirándonos. Su cara no parece que sea de agrado, pero decido no darle vueltas, aun así no me produce agrado verle así. ¿Qué habrá pensado? Él sabía que vendría papá.

Pero no por el repentino cambio, tengo que decírselo, no habíamos quedado hasta por la tarde.

¿A dónde vamos? Le pregunto como si nada, mirando por la ventana, él conduciendo hacia no sé dónde.

— Nos vamos.

—¿¡Qué!? ¿A dónde? ¿Pero solo por esta tarde no?

Asiente.

— No podemos mudarnos hasta que todo esté más apañado y a más, estás estudiando y la familia está aquí.

— Vale.

Cuando veo la destinación, abro los ojos de par en par y me vengo arriba. Otro de mis sitios favoritos para ir a comer; le pregunto por quién ha tenido la idea, y sonrío cuando dice que al ocurrírsele la idea ha ido a ver a mis padres y tachan, aquí llegamos.

Durante la comida, lo observo callada, ensimismada en cómo pasa el tiempo y pensando en cómo él, se pudo fijar en mí y yo en él, porque aunque ya seamos más grandes y no adolescentes, a veces la inseguridad o la incerteza, sigue con nosotros.

Él ríe y sus dientes rectos, su sonrisa preciosa y sus ojos brillantes, me vacilan.

— ¿Qué haces mirándome tanto?

— Estás más guapo y bueno que el pan, y ya que puedo, lo hago para recordarte cuando no pueda.

— ¿Y por qué no vas a poder verme?

— Cannes, la vida es un viajar y cambio constante, quién dice que podremos estar juntos con un para siempre que nos ate.

— Princesa, se sabe. Y lo nuestro, desde su principio, ha sido todo menos lo convencional.

>> —No tiene porque terminarse. ¿Por qué lo piensas? ¿Quieres terminar?

Lo miro callada, y niego. Miro a un lado y parpadeo, porque al pensarlo y al acto imaginarlo. Mis ojos lloran.

—¿Ley?— me llama luego de que pase unos minutos callada mirando a un lado.

— ¿Ley?

— ¿Dime?

— ¿Por qué te has puesto así? ¿Qué ha pasado?

Luego de hablar por los descosidos, pagamos a la mitad y volvemos para casa.

— ¿Más tranquila?

Asiento y aprovechamos para besarnos en un semáforo en rojo, luego seguimos el camino.

Bajo del coche y me despido de él.

— Nos vemos Nnes.

— Hasta muy pronto Caty.

Le enseño el dedo del medio, nos reímos y miro como se va. Luego doy la vuelta y entro para casa.

— ¡Ya estoy aquí!

Nadie responde y decido ir a mi habitación y mirar de esquematizar los cambios.

Ando por la habitación de un lado al otro con un nuevo notas vacío en el teléfono, esperando a que mi bombilla de la imaginación se inspire.




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