La semana pasada, exactamente ese fin de semana, llegaron mis tíos y Tuli de España. Horas antes de su llegada a la casa, Catleya y yo nos pusimos a decorar y analizar cada cosa para la sorpresa del anuncio del embarazo gemelar.
El test ya había dejado de mostrar ese positivo, pero teníamos las tres primeras ecos que nos dejaban ver a los niños; ella compró el día anterior, los primeros zapatos para ellos, y me dijo que antes de que entraran, se lo dijera para sostenerlos en su poca barriga, al anunciarlo. La decoración no era algo extravagante, pero era bonita, la salita sobre todo era la más decorada. Cuando entraron, Catleya ya estaba con los zapatos en su barriguita y sonreía, yo me encargué de contarles como lo supimos y la historia.
Y antes de acabar de hablar, la niña ya estaba siendo rodeada por unos brazos que achuché, sigo y seguiré achuchando por muchos años, Tuli, le tiene desde siempre un cariño especial a ley. Ese abrazo me dio unos años más de vida y me hizo sonreír. Estaba viviendo un sueño y no esperaba que fuera así, el sentir, la plenitud que me da esto.
Luego de eso, cenamos y cada uno de ellos se fueron a descansar, había sido un viaje largo y emocionante para todos. Ahora venía un viaje nuevo, una aventura mágica como lo es, ser padres. Ayer hizo nueve semanas de embarazo e hicimos las típicas fotos, mostrando su tripita, ella en top deportivo con crochet y unas mallas que le quedaban de rechupete. Yo babeaba al mirarlos.
Luego nos vestimos y fuimos a otra visita que tenía, los volvimos a ver, y en está visita, dejamos que viniera Tuli. Ella emocionada por esos primos segundos que estaban por llegar a su vida.
La vi emocionarse en cuanto mis hijos hicieron acto de presencia, su madre no estaba mucho mejor, Catleya se emociona mucho en estas cosas y vivirlo le supone una doble emoción. Por la calle se embobaba por cada pequeño que nos cruzábamos, y aún lo hace, les saluda, les habla y si les conoce, juega y los acaricia.
Se vuelve toda una niña con ellos, yo cuando puedo observarla en esos momentos me embobo viéndola. Al salir ellas estaban temblando de emoción, sus ojos lagrimosos y yo sonriendo viéndolas felices.
Ella preguntó si podía ser la madrina de alguno y ley y yo nos miramos y a la vez respondimos; nos lo pensamos, ella asintió contenta con esperanzas de serlo.
Verla así de implicada me daba vibraciones en el alma. Nunca pensé estar y llegar a vivir esto y todo se me hace muy sentimental.
Amo demasiado a este par de mujerones.
Al llegar a casa, ella se fue a la tienda y nos dijo que no hacía falta que fuera, Catleya llamó a la universidad contando que estaba agotada y no podría asistir y le mandaron recuerdos y que mejorará. Se acostó en el sofá y yo sentado al final, sosteniendo sus pies con mis muslos.
En segundos se quedó dormida y yo la admiré hasta que fue hora de comer, llegaron los tres justo para comer, ya había preparado la mesa y la comida, todo listo para comer.
Catle seguía con ansias, náuseas y algún que otro vómito, y las horas de comer eran y son criminales. Luego de comer y superarlo, nos lavamos los dientes y nos echamos la siesta que suelen querer estos tres bichitos.
Por la tarde, salimos a dar una vuelta, a andar por ahí, nos acercamos al mar, dejando que el agua rozará nuestros pies descalzos. Catleya parecía mejor, está comida, le había caído un poco mal; antes de salir se ha tomado el medicamento y ha comido algo que sabemos que coma cuando coma, le cae genial.
Le pregunté cómo se encontraba, pero al mirarla vi que esta salida le estaba sentando como anillo al dedo. Me respondió un bien lleno de un gracias gigante y una sonrisa despampanante. Cuando llegamos a casa me dijo de ir a su casa a darle la sorpresa a sus padres que aún no sabían nada, haciendo una semana de saber de ellos, no habíamos tenido momento para juntarnos. Jadey y su madre se habían ido de descanso también, pero más cerca. Nos estuvimos llamando, pero quisimos que cuando se lo dijéramos fuera en persona.
Cogí las llaves de mi coche y nos fuimos a el, pase por la puerta del copiloto para abrirle la puerta y luego de cerrarla, fui a la del conductor para ya irnos. Al llegar, llamamos al timbre y el padre, al verla, pude ver como aun con cara de alegría empezaba a intuir algo.
No me di cuenta de que ella había cogido los zapatos y los sacó para enseñárselos, sus padres lo pillaron a la primera y su madre se emocionó, Jadey, se quedó parado unos segundos, pero luego sonrío y nos abrazó a la vez para pedirnos fotos.
Le enseñamos las ecografías y las de barriguita, su madre aún abrazaba a su hija, y esta estaba emocionada.
Él preguntó a su hija si se quedaba con ellos o volvía a casa de mis tíos conmigo, ella callada nos miró a los tres, y se sentó en el sofá inquieta. Su padre se sentó a su lado, acariciándole la espalda y le dijo que estuviera tranquila, que si se quería volver conmigo no pasaba nada, que era entendible y que no se enfadarían con ella por eso. Luego se levantaron y su padre le acarició la barriguita. Ella lloró un poco y se despidió de ellos antes de irnos.
— ¿Estás segura de que te quieres venir?— le pregunté al estar sentados de nuevo en el coche. Ella me miró y me besó. Luego asintió con la cabeza y me susurró en los labios.
—Puede que cuando no estén llegue a cuestionármelo, pero ahora lo que más necesito sois vosotros— me besó y se tocó la barriga, mirándonos.