Hoy he quedado con Eze y me ha dicho que tiene un paquete no directo para mí, y le he sido muy pesada con que me diga que es, pero aún no me ha dicho nada. No he conseguido que me lo diga ni estando a tres horas del encuentro.
He hablado con Cannes y me ha dicho que debe ser algo sorpresa y que no lo atosigue. Sonrío; por lo tanto que me conoce. Y nos comemos unos sándwiches antes de que sea la hora de ir al bar a comer; hoy es domingo y estamos pasando el día juntos, ya que ambos padres también han salido juntos.
—Voy a pedirle a Eze si puedes venir — Cannes me mira y dice que no hace falta, pero sonríe.
Llamo a Eze y le pido si él puede venir y acepta, contento, y me dice el porqué. Ellos solo se han visto unas dos veces contadas más o menos y se alegra de que por fin alguien me haga feliz y vayamos a formar una familia juntos. Luego hablan entre ellos y sonrío por cómo se llevan, al finalizar la llamada, vamos a comer. Paramos en un bar cerca de la playa y primero pedimos algo de beber, mientras bebemos, pensamos en que comer.
Luego de mi zumo de melocotón con hielo y su trina, el camarero se acerca y pedimos al saberlo ya, he mirado con lupa lo que puedo comer y también le he preguntado a Cannes.
—¿Estás bien Leyley? — se ve preocupado por mi agitada respiración y el movimiento rápido de mi pecho.
—Tranquilo, solo estoy algo cansada, voy bien.
Estiraza su brazo derecho y me coge una mano, acariciando con el pulgar. Luego, cuando traen la comida, deja de acariciar mi mano y comemos. Al acabar, paga él, aun con mi intento de resistencia a que pague él solo.
Al salir, vamos al bar donde se conocieron ellos, y vemos a Eze ya sentado esperándonos, junto a él, una bolsa y varios paquetes adentro envueltos en papel azul con elefantes plateados.
Nos saludamos y vamos a pedir.
—Cannes… — me mira y asiente — Necesito una coca cola.
—Vale, por una vez no pasa nada.
Sonrío y le toca pedir. Luego volvemos con Eze y nos sentamos.
—Entonces… ¿Y eso qué es?
Eze sonríe y lo coge para pasárnoslo.
—¿No era un paquete? Son varios Ez…
—Tranquila, te gustará, yo quería hacerlo.
Sonrío, doy un sorbo a mi bebida y le paso la bolsa a Cannes y cojo uno de los paquetes. Cuando lo abro, se cristalizan mis ojos y lo muevo para oír el sonido.
—Qué bonito…
—Gracias —le dice Cannes y se lo doy, veo como juega con él. Que disfrute de estas cosas pequeñas, me hacen sonreír.
—¿Quieres abrir uno tú, Cannes? —le ofrece.
Cannes me mira y yo le asiento. Es el padre y no tiene porque, que yo no le deje, que solo abra los regalos yo, y también tiene la ilusión, No le diré que no…
Los demás paquetes son los primeros sonajeros, dos muselinas y un babero.
—Eze.
—Es un detalle.
—Detallazo — suelta Cannes.
Pagamos nosotros a mitad y luego nos despedimos de él, al volver a casa, lo guardamos en un trozo de armario que guardé para ellos en cuanto supe que iba a tener uno o varios hijos. Más tarde, llegaron mis padres, justo cuando ellos llegaban, Cannes se iba.