Una Luz en Ti

VILA ORDÓÑEZ MONTES -52|LEYLEY

De la semana catorce a la dieciséis, los días pasaron relámpago, luego de la primera visita a la casa, fuimos dos veces más, en estás dos últimas semanas.

Cannes está entusiasmado con la casa y el nuevo camino que juntos vamos a empezar. También con la idea de que podamos estar ya en la casa para cuando nazcan, como dejaron caer que hay la posibilidad.

Yo estoy a poco de terminar el último semestre de la universidad y me graduaré. Seguramente caiga a pocas semanas antes del nacimiento de Nea y Aiden. Luego de que nazcan estaré unos meses en total dedicación a ellos y luego veré.

Me encuentro enfrente de la tienda de los tíos de Cannes y miro al punto donde lo conocí. Los ojos se me nublan y alguien me abraza por la espalda.

—¡Tuli!— nos abrazamos y luego entramos juntas a la tienda.

Saludo a los tíos y ellos me preguntan por los niños y me piden por tocarme la barriga. Asiento y alzo la camisa; me encanta sentir las manos en la piel, no como al acariciar, la ropa se arruga. Luego veo salir del almacén a Cannes y viene directo a nosotros y tocándome la barriga, me besa. Sus tíos se van a desayunar y Tuli se sube al piso.

Quedándonos solos.

—¿A qué hora tenemos?

— Doce y media— asiente y nos volvemos a besar.

—¿Cuándo termina tu turno?

— A las dos, pero ya he hablado con mis tíos y vendré a la tarde— asiento y lo abrazo más fuerte.

—¿Quién crees que será más grande?

—Me da que Aiden.

Sonrío al tener el mismo presentimiento.

—Iros ya, que se os hará tarde.

Asiento y salgo luego de darle los dos besos a su tía. Cuando salimos, Cannes me dirige para donde tiene al coche. Rebufo y él, más majo; me dice que me espere aquí, que en cinco se estará aquí.

Miro mis fotos embarazada hasta que alguien que empieza por c y me tiene loca, hace sonar el claxon.

—¡Ya!— me hago la enfurruñada y nos reímos.

—Venga, ya vamos.

Media hora después, estaciona abajo del médico y entramos. Luego tenemos unos largos minutos de espera hasta que nos llame y me da hambre.

—¿Tienes hambre?— asiento.

—¿Qué quieres?

—Nada; ya nos va a llamar, no da tiempo, da igual, como después, no da tiempo a que coma.

Él se levanta y me vuelve a preguntar, respondiéndole yo, lo mismo.

—Ahora vengo.

— ¿A dónde vas?

— Ya lo verás.

Cuando ya no lo puedo ver, cojo el móvil y sigo mirando mis fotos.

—Toma.

— ‘mor…

— Come.

— ¿Qué es?— le pregunto abriendo el papel.

—Un vegetal.

—Si es mi favorito…

Él se sonríe y yo lo miro con los ojos nublados.

— Una vez me lo dijiste, y me dijiste que si quería no fallar, este era.

— Aún te acuerdas…— le doy un mordisco.

—Claro, me lo dijiste tú y de ti, lo recuerdo todo.

—Mi sexy…

— Te amo.

— Y yo a ti, Nnes.

Luego se sienta a mi lado y voy comiendo.

— ¿No podéis más?

— Estos sí, yo no.

>>— Toma lo que queda.

Luego de que lo terminará, nos toca. Al entrar, acaricio la barriga y luego suelto el bolsito en la silla. Hablamos un poco y luego pasamos a la eco.

— A ver como están estos peques.

Coge las midas, peso aprox. Y todo, y nos dice que Aiden será grandecito.

—¿Nea?

— Nea, va por el tamaño más normalito para la semana de gestación.

Asiento y los sigo mirando. Mami es tan afortunada peques.

Al salir cogemos fecha para la prueba de las veinte semanas. Le temo al gustillo del líquido; cuando volvemos a estar en el coche suspiro viendo las ecos.

—Son tan guapos.

— Cómo tú, preciosa.

— Anda y vuela— nos reímos y él me hace mirarle para besarnos.

—Lo eres y punto.

Luego arranca y al hacer la esquina quedo frita hasta llegar a casa de mis suegros. Cuando me despierta, unas ansias me atraviesan el alma y bajo del coche dando prisas por entrar en la casa. Cuando estamos adentro corro al baño. Luego, me lavo y al salir, me acuesto en el sofá. Él me mira preocupado y le digo que estoy bien.

—Qué costumbre que tienes, más rara y fea de decir que estás bien cuando estás mal.

—Va…

Él se acerca a mí y se agacha para estar a mi nivel y con mis manos en las suyas.




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