Estamos por llegar a la mitad del embarazo y suelen ser entre las más rápidas y a la vez, lentas en pasarse. Cannes cada vez que vemos algo para pequeños, me supera en ganas de querer cogerles cositas a los peques.
Esta mañana me he quedado en el comedor de la uni acabando un trabajo urgente para poder irme a medio día a casa a descansar.
Cuando le meto un sorbo a mi agua, el móvil me resuena y al ver el nombre en pantalla del apodo meloso por el cual le llamo veces; lo cojo.
—¿Sales?
—En cinco.
—Te espero afuera.
Ojeo unas últimas cosas antes de guardar el proyecto y lo guardo todo para recoger y salir. Cuando veo el coche sonrío y al llegar a él, le beso.
—¿Qué escondes? —le pregunto al verle con un brazo detrás suya.
—Nada. — cuando pongo esa cara que tan clara me hago notar, lo saca y me llevo las manos a la boca.
—Cannes…
—Los primeros pipis nena.
Le abrazo y me emociono en sus brazos, y con los chupetes rozándome la espalda.
—Vayamos a casa de tus padres.
Asiento y me abre la puerta para que me siente, la cierra y entra por su lado, en menos tiempo del normal.
—¿Cansada?
—Eso es poco.
—Pues vamos a descansar y luego a la caravana; tú, yo y los niños solos, tres días.
Porque sí, lunes festivo y más tiempo juntos. Cuando estamos a tres calles de llegar a casa de mis padres, yo me duermo.
—Ley, ya estamos en lo de tus padres.
Cinco minutos pasan sin cambios y al que empieza el sexto, noto como me coge en brazos y luego despierto, a la puerta de la casa.
—¿Ya?
—Hace diez minutos, loquita sensual.
—¿Otra vez durmiéndote a las tres manzanas, Catleya? — damos un salto y miro a papá.
—¡Papá!—él ríe y pasamos.
—¿Terraza? —asiente.
Al salir, saludo a mamá y nos abrazamos, luego me siento y empiezo a devorar.
—¿Sin esperar?
— Tengo dentro mía a dos chiquitos que no perdonan horas.
Su abuelo sonríe y lo pasa, luego se sientan y ya comemos normal. Luego, en el postre, me tomo un cheescake y listo. Papá café y mamá nada. Cannes, siempre lo mismo, robándome cucharitas a mí, pero sin querer uno entero.
—¿Cambiaremos cuando estén?
—Nunca dejaré de quitarte los postres Leley — responde guiñándome el ojo.
Nos reímos y me levanto.
—¿A dónde vas hija?
Cannes me vigila a la expectativa.
—A mear papá.
—Sigues igual, no cambiarás ni siendo madre.
Me sonrío y entro. Primero paso por la cocina y bebo coca cola, al salir, me tropiezo con algo y estoy a punto de caer cuando mis brazos salvadores me agarran.
—Gracias mi salvavidas.
Nos besamos y me acompaña al baño, esperándome en la puerta luego de entrar.
—¿Estás bien?
—Sí, no te preocupes Nnes.
—Nunca es demasiado Leys.
Sonrío con los ojos humedecidos y por mojar mis mejillas y me limpio luego para lavarme las manos y salir.
—¿Vamos para la casa?
—Sí, me despido, cojo un detalle y lo cojo.
Volvemos a la terraza y abrazo a papá por sus hombros, dejándole mis manos en el centro de su pecho y una mejilla en la coronilla.
—¿Os vais?
Asiento y deshago eso para que seguidamente él se levante y aprieten manos con Cannes y conmigo, me abrace y toque mi barriga.
—Visitar pronto al abuelo, ¿Sí?
Asiento y le doy dos besos. Luego, me despido de mamá y voy a la habitación a coger ese recado que le pedí por WhatsApp a mamá.
—¿Qué has hecho en tu cuarto y que llevas?
—Top secret.
Él me mira medio sonriendo con suficiencia actuada y hace el ademán de quitármelo, pero me echo hacia atrás y no lo consigue.
—¿Retándome?
—Como no te haces idea— y así salimos de casa de mis padres luego de gritar un adiós.
— Villa Ordóñez Montes dos, ahí te vamos — oigo que dice al arrancar y sonrío mirando por la ventana del coche.
—Si quieres dormir hazlo, tardaremos lo de siempre, pero pararé una vez.
Asiento, pero sigo como antes, mis manos en ellos y mi mente en el detalle.
—¿Te ha mandado algún mensaje tu mejor amigo?—niego.
— No sé de él, desde que lo vimos allí con su pareja.