Al despertar, la veo sonriendo y observándome.
— Buenos días.
—Ya se levantó papi.
>> —Buenos días Nnes.
—Feliz día mi Ley sensual—sonríe.
—Feliz día, mi fueguito sexy.
Cuando, me dice eso y me la quedo mirando, vuelve a sonreír, pero a está sonrisa, le temo, porque ni embarazada se le quitan las ganas y ahora mismo, con una mirada me desviste.
Se va acercando sin dejar de sonreír y de mirarme de esas maneras y cuando llega, me besa, ese beso que hace arder todo en mí.
—Catle…
Me da un leve empujón. —Shh.
Cuando me tiene sentado en la hamaca, se sube en mis piernas y me hace mirarla a los ojos y me muerde el labio inferior, luego deja un beso fugaz en la punta de mi nariz y otro en mi frente y mientras hace eso, sus manos no dejan de manosear mi pelo, cuando se remueve y jadeamos, esa aprieta el agarre, haciéndome gruñir.
—No te pases, adrenalina.
Ella sonríe echándose hacia atrás y luego se mueve… Tras otro gruñido a la par, se incorpora y me hace bajar mis boxers y ella, vuelve a sentarse, justo para que entre perfectamente y gemimos.
—Princesa… Creo que nos han visto…
—¿Qué dices, si no hay nadie más que nosotros?
—Pues habrán venido hoy.
—Pues déjalos, no hacemos nada malo, si no quieren ver que no miren.
Y volvió a removerse.
Cuando ella vuelve a gemir, noto que estoy por terminar, escucharla así, me adelanta, y desde que los niños se notan más y suena así, es peor.
—Nenilla de mi alma, queda poco para que me dé de baja.
Ella sonríe y acelera su movimiento, su respiración cada vez es más inconstante y le cuesta más y sus gemidos se entrecortan.
—Lo haremos a la vez.
Gemido.
—Uno.
Jadeo.
—Dos.
Gruñido.
—¡Tres!
Nuestras respiraciones son un descontrol, y ella se acuesta encima de mí, dejando su cabeza de lado, con la mejilla derecha tocando mi pecho, y nos relajamos tanto que se duerme.
Al rato de estar observándola a ella y a la playa, me duermo también y nos despertamos a la hora de comer.
—¿Quieres comer?
—Bueno…
—Cat…
—Solo por ellos.
—Hazlo por mí también, plis.
Ella me mira con los ojos humedecidos y la abrazo. Cuando entramos a la caravana de nuevo, ella se va al baño y vuelve a la cocina, diez minutos después.
—¿Está bien?
—Sí, no te preocupes por nosotros.
—Nunca será demasiado, Le.
—¿Quieres que nos remojemos luego de comer?
—Vale.
Cuando comemos, a ella le dan ansias y tarda más en terminar, la vigilo con preocupación y ella lo nota, ya que intenta disimularlo para despreocuparme, cosa que pillo y no lo logra, ella es esencial para mí y si le pasa algo, me mato.
Luego se levanta y deja medio plato en la nevera y cuando vuelve a la mesa, se sienta y se acaba su bebida, relajándose, porque yo sigo comido de nervios por ellos.
—¿Cómo sigues?
—Estoy bien, solo ha sido eso.
—¿De verdad?
—De verdad.
Me tranquiliza, pero no mucho y le digo de esperar un poco para entrar al agua y ella sonríe, intuyendo porque lo digo y me abraza al rodear la mesa y luego se sienta de lado en mis piernas y nos quedamos así, abrazados en la cocina y disfrutándonos.
Ella se duerme y yo sonrío mirándola dormir encima de mí, sus suspiros son tan suaves que cuando golpean mi piel, me hace cosquillas. Intento levantarnos para ir a la cama a acostarnos, pero, acaba siendo un fracaso y decido no moverlos más, así que recuesto mi cabeza a la pared y dormimos.
—Cannes.
>> —Sexy...
Me parece escucharla y me levanto, la veo mirarme y cuando ve que he despertado y la miro, sonríe y me llama dormilón.
—Mira quién lo va a decir — y nos reímos.
—¿Sigues queriendo ir a la playa de enfrente?
Asiento y nos levantamos; luego nos cambiamos y cuando la veo con ese bañador, babeo.
—¿Qué me miras así?
—Lo deliciosa que te ves en esa tela y como te lo arrancaría para comerte.
Ella suelta un risita y sonríe, para cogerme una mano y salir de la caravana y acercarnos al agua. Antes de entrar, hace que nos mojemos unas partes y luego, al bajar ese escalón que hace la arena, se tira.
Yo la sigo y hago el pino a su lado, cogiéndola luego de los tobillos para asustarla.