Una Luz en Ti

CASI TREINTA -58|LEYLEY

Cinco semanas para las treinta, y estos niños no hacen más que correr en crecer, que hacer que el tiempo se me pase volando y sé me haga el embarazo supercorto.

Hoy cumplimos veinticinco semanas de embarazo y con Cannes y mi día de permiso de la universidad hasta esté fin de semana que es la graduación, lo vamos a celebrar, yéndonos cinco días a la caravana y haciendo planes que nos hagan poner nostálgicos, como volver a Kings Park.

Esta noche pasada la pasamos en casa de mis padres y pude ver qué tipo de abuelo será mi padre y incluso me gana a mí, un babero le apañaré.

Al despertar me intento poner de lado para observar a Cannes, y me cuesta un poco, pero termino lográndolo y justo se despierta y me sonríe, luego besándome la barriga y al incorporarse, me besa a mí.

—Buenos días, mi bella dama de cristal.

—Que anoche terminará en llanto, no quiere decir que sea de cristal, salvaje de los montes.

Él me mira con su carita de ¿En serio? Y yo asiento y me siento en la cama para levantarme y él, coloca sus manos en mis hombros y los masajea; suelto un suspiro y él, mirándome de lado, se fija en la cara que pongo para saber el nivel de dolor. Luego, frena de masajear y solo las deja quietas ahí, dándome calor corporal y un sentir de abrazo.

Mis niños se mueven y le susurro que ponga las manos ahí. Lo hace y sus movimientos se intensifican y luego los calmamos para ir a desayunar.

Saludamos a mis padres y mi madre pregunta por cuando alzaremos vuelo y me hace gracia que use esa referencia para cuando nos iremos.

—Cerca del medio día mamá.

Asiente y me pasa un zumo recién exprimido de naranja con dos de azúcar, que sabe que me encanta. Luego, me ducho y me arreglo para irnos. Mientras Cannes se ducha, yo sigo guardando un par de ropa de los peques que mamá me tendió en el sofá.

—Tomate esto, Cat.

—Pero mamá…

—Cat… siéntate.

Cuando hago caso, ella se sienta a mi lado y me toca un hombro.

—Te estás acumulando muchas cosas tú misma en el final del embarazo y te caerá mal, como mami que soy tuya, no puedo permitir que acabéis mal los tres, así que, voy a tenerte en vigilancia.

—¿Vas a pedírselo también a Cannes? —ella asiente y yo ruedo ojos.

—Catleya.

—Está bien mamá — las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos y tan solo verle acercarse, se me escapan.

Él, se acaba de acercar y me abraza de lado, mientras mamá le cuenta lo hablado. Me miran en repetidas ocasiones y yo sigo lagrimeando, últimamente la vena sensible me pilla en momentos así.

El tema alimenticio, siempre me ha dado dolores de cabeza, y odio que me pase en esté tiempo… Cargarme y a la vez, no alimentarme bien. No dárselo todo a mis niños.

Qué mala madre… Me levanto aun cuando están hablando y me encierro en el baño, aumentando el llanto.

Papá ha salido, solo estamos los tres, así que nadie puede venir a achacarme. Echado el pestillo, nadie puede obligarme. Nadie puede abrir la puerta.

Me siento una presión en el centro del pecho, y me pongo una mano ahí, justo ahí y doy dos respiraciones profundas que se entrecortan.

—Leyle…

—Dos minutos.

Y me levanto para ir a la pica y lavarme la cara y mirarme al espejo.

—Serás una madre especial, pero no lo harás mal para ellos, mi chula.

Luego, me acerco a la puerta y poniendo una mano en el pestillo, cierro los ojos al recolzar mi frente en la puerta.

—Sal ley; por favor…

—Soy mala madre Cannes, no puedo hacerles eso…

—Lo estás haciendo perfecto Cat, no digas eso.

—No puedo Nnes… Voy a…

—¡No!

Me separo de la puerta y rompo de nuevo a llorar, pero sin darme cuenta, el pestillo se había movido hasta el punto que se podía abrir la puerta y Cannes alarmado lo intenta, encontrándome, sentada y mojando el vestido.

—Fuego…

—Apagado — y me echo a reír.

Que dura nada, porque en una de nuestras miradas, vuelvo a romperme. Él, me sostiene en un abrazo, en besos mojados por las lágrimas, en calma y tormenta. En compañía de Nea y Aiden que me patean.

—Estoy bien.

—Estás llorando y infravalorándote, ¿Y me dices qué estás bien?

>> — Muñeca, que cabezota, la madre que te dejó ir por su bajo— me hace reír y lo beso.

—Estoy bien… Estoy.

Me zumba la cabeza y escucho a Cannes, gritarme un sensual y me desplomo. Cuando empiezo a despertar de nuevo, escucho decir a Cannes que al final nos quedaremos y incorporándome a toda prisa, grito un no que les altera.

Se acercan a mí y me acechan a preguntas.

—¡Stop!

>> — Uno a uno.




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