Sus padres se nos acercan y nos dicen que vayamos abajo un momento al coche a por un par de cestas que se han dejado y Catleya duda de algo, pero lo hacemos; bajando ella me pregunta si creo que traman algo y asiento teniéndolo demasiado claro.
Para mí que sin decírnoslo le están preparando algo a nuestros hijos, antes de que nazcan.
—¿Tienes las llaves? —asiento y abre.
Cuando veo las cestas, se hace más fuerte esa predicción de que traman algo. Yo las llevo por ella, para que no cargue y subimos otra vez.
Cuando llegamos, ella se emociona con ver los cambios que el parque ha tenido. Hay piñatas en tres árboles, uno de cada color de los niños y otro de su color favorito. En las mesas, pícnic, dulces y bebidas.
En el césped juegos y mantas para sentarse, a un lado empieza una mini pista de baile y me la llevo para allí.
Nos bailamos un vals suave y ella va lagrimeando de felicidad.
—Bienvenidos a la baby shower de vuestros peques.
—¿Mamá?
—Anteayer — me encanta ser espectador de tremenda conexión que tienen.
Su padre se acerca por detrás de mí y me da unas palmas en la espalda, dejando una sensación de hormigueo en ella y luego abraza a su niña de lado.
—¿Creéis que van a adelantarse?
—Yo diría que dos semanas antes por lo menos.
—Yo que un día justo antes del final.
—¿En qué semana estás princesa?
—Veinticinco y dos días.
La baby shower es muy casera, nosotros cuatro, los detalles y el músico que parece majo. Luego del vals… Nos acercamos a los dulces y nos hinchamos a ellos, sobre todo los niños y Catle. Al anochecer, volvemos a la parcela y nos pasamos media cena agradeciéndoles por la fiesta a sus nietos.
Ellos felices, nos dicen que nos es todo y ella se levanta y se va al sofá para coger una bolsa pequeña que no sabía que estaba allí y mete su mano para sacar cuatro paquetes.
Nos da dos a nosotros y se queda con los dos restantes para más tarde. Nos dice que los abramos y cuando abro el que tengo yo, se me para el aire de mis pulmones y dejo de respirar por dos segundos.
Es un peto con estampado de caballos.
Luego de morirnos de amor con este, Catleya abre el suyo y me acabo de derretir.
Un peto, color salmón, con volantes en los tirantes.
Preciosos.
—Tomad.
Nos pasa los otros dos y cuando abro el mío, veo una versión del de los caballos, pero en camiseta corta y a Catleya otro como el de volantes, pero igual formato, para que vayan iguales.
—Mamá, esto es…
—Un regalo.
—Demasiado.
—Hija…
Terminamos de cenar y vemos una película. A diez minutos de peli, Catleya se queda frita, apoyada en mi hombro.
—Pobre, estaba reventada.
Le dejo un beso suave en los labios y la acuesto en la cama que duermen sus padres y esta noche, intercambiamos camas. Dejamos la peli a medias y les doy las gracias nuevamente y las buenas noches.
Me quedo admirándola hasta que empiezo a parpadear por verla y me acuesto abrazándola y quedo frito.
Cuando empiezo a soñar, me viene de nuevo; ya que pocas veces puedo soñar desde que viví solo teniendo pesadillas, durante años. Siempre he intentado no soñar desde entonces; pero alto me cambia al verlos.
—¿Quiénes sois?
—¿No nos reconoces? Papá…
—¿Nea? — asiente y mi yo del sueño corre a abrazarla.
—¿Cómo estáis?
—Bien papi — me responde el que debe ser Aiden.
Rubillo como Catleya, ojos parecidos a los míos, la nariz siendo un poco a las dos y sus labios totalmente de su madre.
La niña es más globalmente como yo.
Cuando me cuentan que controle un poco más a su madre me carcomen los nervios a que les pase algo y me avisan de que puede ser que se adelanten un poco pronto.
De golpe despierto y los pierdo de vista, y sin querer Catleya se desvela acelerada. La tranquilizo porque le hará daño y me levanto para ir al baño y volver a acostarme, aprovecho para mirar la hora y veo que son las seis de la mañana.
Ni tan temprano… Meo tranquilo y pienso en el sueño que he tenido. Catleya, por favor, estate tranquila y bien, no me mates a sustos.
Cuando vuelvo ella aún está despierta, esperándome, creo. Se lo pregunta y me afirma que me esperaba y me pregunta por el motivo de que haya despertado y se lo cuento.
Ella asiente repetidas veces y nos abrazamos sentados y ambos ponemos las manos en su barriga. Tardamos en quedarnos dormidos, pero lo conseguimos.
A las ocho de la mañana.
Cuando despertamos es cerca de medio día y al entrar en la cocina vemos una nota en la mesita, donde nos cuentan que han vuelto a su casa, que tenían una cosa que ultimar de la graduación de Catleya de mañana.