Una Luz en Ti

LA RECTA FINAL IT’S HERE -63|NNES

Luego de su graduación, estuvimos más relajados entre las casas, mirando detalles para la casa, dando paseos por aquí y haciendo maletas con ropa de los pequeños.

Nea, ya tiene su primera maleta de viaje, llena de ropa suya, lista para llevar a la casa. Estamos desayunando en un bar y ella lo disfruta tanto, que me lo trasmite hasta a mí, aunque desde que, prácticamente, pasamos todas las horas del día juntos y desde que la conocí, disfruto cada momento con ella.

—¿Te gusta?

—Me encanta.

Luego de darle un bocado a su sándwich de pavo deja salir un ruidito de gusto que me llena el alma y no la dejo de mirar durante minutos, dándole tiempo a mi desayuno de enfriarse.

—Come tú, anda.

Me río y dándonos una mano, con la otra bebo de mi colacao.

Al salir, bajamos por el paseo y pasamos la mañana en la tienda de mis tíos, yo haciendo poco y lo que puedo, sin nada de pesos. Al medio día, nos quedamos a comer en casa de mis suegros y nos preparan, una comida que suelen comer su familia cuando van a España.

Unas migas con magrana, chistorra y melón, que sabe increíble, luego de comer, su madre pregunta por si queremos ver fotos de cuando iban a España, siendo Catleya una ranita.

Catleya asiente animada y cuando nos miramos en sus ojos veo, que acabará emocionándose. Nos sentamos los tres en el sofá y su madre en medio con los álbumes, Jadey trabaja y come afuera.

—Mirad, Catleya, con dos años en Sevilla.

Anteriormente, nos había enseñado una de Catleya, bebé, preciosísima y Ley, había dicho un ay un poco roto, dándonos a entender que empezaba a emocionarse pero quería seguir. Cuando se ve de pequeña y con dos añitos, ya de pie y de la mano de una prima mayor, lágrimas empiezan a caerle por las mejillas. Cuando acaba ese álbum, ella necesita un descanso y se toca despacio la barriga, seguramente imaginándose a los niños de esas edades.

Más tarde, nos vamos y pasamos por la parcela de Jordan que habíamos quedado.

Allí merendamos un bizcocho tierno y jugoso que preparo su pareja y ya, nos quedamos hasta después de la cena; luego nos quedamos en nuestra caravana para dormir. Al despertar, la fotógrafa, llama a Leyle y quedamos en una hora en el parque simbólico para nosotros y para los peques, ya que allí sus abuelos les prepararon la baby shower. Quedamos cerca de la hora de comer, para comer juntos en pícnic. Luego desayunamos lo último que dejamos aquí de bollería antes de irnos a casa para su graduación. Y a ella le encanta.

Llevaba desde anoche pidiéndolo, pero como estaba muerta de sueño, se durmió y no pude dárselo.

—¿Emocionada?

—Y nerviosa.

—¿Nerviosa? ¿Por qué?

—Por como vaya a salir… Por si no salen bien, por si me veo mal… Por si lo estropeo… — le doy un abrazo y le beso la cabeza.

Luego nos miramos a los ojos y empieza a lagrimear.

—Leyle…

—Es que…

—Irá bien, confía en mí.

—En ti confío, pero en mí no tanto.

—Pues deberías, eres genial y mira todo lo que consigues y lo que conseguirás. Eres una mamá genial y quedan semanas para que nazcan.

Ella sonríe emocionada y me abraza fuerte, apretando una mejilla en mi pecho.

—Te amo Nnes.

—Y yo a ti pequeña Leyley.

Luego de desayunar, ella se vistió guapísima con un peto de tela de un color anaranjado coral y una camiseta de manga corta blanca por abajo. Yo voy normal, camiseta verde caqui y unos tejanos cortos, con bordado militar.

—Qué guapo estás Nnesi.

—Anda que tú, Ley — le cojo una mano y le hago dar una vuelta.

—Nos vamos.

—Nos vamos, nos vamos titirititi…

Sonrío al verla feliz saliendo hacia la sesión de fotos de embarazada y me contagio.

Cuando estamos de camino, ella canta como si no tuviéramos un mañana por venir. Y yo conduzco tan feliz.

Al llegar, y subir; nos quedamos parados buscando a quien se nos parezca a Clarins. Hasta que la encontramos, pasan diez minutos.

Cuando nos encontramos de cara, se sonríen y yo saludo con la mano. Luego nos señala puntos en los que ha pensado que podrían salir bonitas y hacemos un par de prueba hasta las doce que paramos para picar algo y para que ley haga pis en el baño público, aunque no le guste mucho.

—¿Queréis ver las primeras?

—¡Sí!

Ella gira la cámara hacia nosotros y las va pasando hasta la última, en total son cuatro y todas bonitas.

—¿Estás, bien o las dejamos como borrador?

—Bien — decimos a la vez, luego nos miramos y ella me sonríe.

Luego del pícnic, hacemos unas cuantas más y hablamos sobre cuanto tardara en enviarlas y juntos bajamos a los coches y ya nos despedimos. Cuando volvemos a estar dentro del coche, Catleya está tan cansada de todo el ajetreo que con mirarla se le ve.




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