Una Luz en Ti

PRIMERA NOCHE A MEDIAS -66|LEYLEY

Al despertar nos ciñe el estómago las ganas de esta noche, a los cuatro; no veas como patean estos chiquis. Al levantarme Cannes me mira desde la puerta con esa mirada que tanto me llena cada vez que la veo y esa sonrisa socarrona que tantas veces me ha acabado mordiendo mi labio inferior.

Me acerco a él y me pongo a su lado a punto de cruzar la puerta y nos besamos mirándonos de lado. Luego, se pone de lado y me gira hacia él y me acerca de un movimiento hasta el tope que puede, ya que mi barriga bastante pronunciada por los bichitos no permite que sea, como antes, y juntamos frentes y nos miramos en silencio, hablando universos de poemas que noches escritas no están.

—¿A desayunar? — asiente y me coge una mano para ir a la cocina.

Sus padres hoy, han ido a ver un concurso de surf que hay en la ciudad, y los míos se han cogido festivo para ayudarnos con lo más grande. Si nos traen la cama matrimonial, esta noche será la primera que durmamos allí.

Y empezaremos a preparar la habitación de los bebés, aunque hagamos colecho una temporada, por suerte, su habitación estará en una que hay dentro de la nuestra.

Luego de desayunar, nos dirigimos a nuestra casa, aleluya, y quedamos con mis padres allí; cuando ya entramos en la casa, primero Cannes y papá suben lo que va arriba y luego, al bajar, llegan con unos muebles que pedimos anoche, aparte de las camas.

Sofá, camas y estanterías, llegan y nos ayudan a subirlas.

Dejando abajo, solo una de las estanterías.

Luego, cuando se van, hacemos una pausa y mis padres nos sorprenden con la comida.

—Gracias.

Comemos en la terraza y a las cuatro llega la nevera, luego de conectarla.

Mis padres comentan de ir a hacer la compra, y sonriéndole a nnes, asentimos y salimos, me toco la barriga y noto como uno de ellos, me clava una manita en un lado. Vamos con el coche de mis padres, ellos adelante y nosotros por descontado, atrás. Cuando estamos dentro del supermercado, la sensación que tengo no es la misma que siempre he tenido en las demás veces de mi vida, en las que he venido.

Ya se siente, “mi” compra, para mi casa y entre eso y el embarazo, se triplica la emoción que vivo.

Me mudo, me independizo, a la vez que voy a ser madre y con el hombre que tanto anhelé y pensé nunca encontrar. Y aquí hemos llegado. Sé que aún queda semanas para que nazcan, sé que lo echaré de menos, pero, el embarazo se me ha pasado rápido y lento a la vez, ya quiero sostenerlos, besarles toda su carita, y hablarles con esa voz, que solo pongo con los niños pequeños y los perros.

El domingo cumpliremos veintinueve semanas.

Al llegar a casa, ordenamos la compra en la nevera y luego, subimos a montar las cunas, ya que la cama nos la montaron, los que la trajeron. Cada pieza que queda encajada, me emociona, porque todavía lo hace más real.

Mamá joven, como siempre quise, al final… De sueño imposible no tenía nada…

Están aquí, conmigo.

Luego, les decimos de cenar, ya que la merienda se nos ha pasado y son las ocho y media, y por aquí corre hambre. Ellos sonrientes, asienten y nos ayudan a prepararlo. Una ensalada de pasta fría con alioli.

Luego, decidimos que aunque queden cosas por montar, por ordenar y tiempo hasta que estemos cien por cien asentados, nos quedaremos a dormir por primera vez.

—Hasta mañana mi pequeña.

—Papá…

Sonríe y nos abrazamos, abrazo que dura cinco minutos de reloj. Mamá le insiste para que me suelte y se van.

Cuando cerramos la puerta, con llave también, nos sentamos en el sofá y le pregunto.

—¿No te parece increíble, este momento?

Él se remueve y me mira fijamente.

—Sabía que iba a llegar, desde que supe de ti. Desde que te vi.

En silencio recuerdo nuestro encuentro… Parece un sueño increíble el tiempo que ha pasado desde entonces.

—¿Recordando? —asiento.

Nos abrazamos y apoyo mi cabeza en sus muslos y me quedo fritita. Cuando me despierta, veo que ha encendido la televisión, que sus tíos le regalaron de regalo por esté paso.

Tradición familiar que tienen.

—¿Es muy tarde?

—Dos de la madrugada, ¿Qué te parece?

—Que tardamos en estar en la cama — él sonríe y me besa.

Luego, cuando nos levantamos, él va a beber a la cocina y yo al baño arriba. En el que hay antes de llegar a las habitaciones. Cuando sube, yo aún sigo en el baño y se sonríe, esperándome en la puerta del mismo.

—Subes, también si te parece — nos echamos a reír y le guiño un ojo.

—Te espero aquí — sonrío mirándole y me levanto con cuidado para limpiarme y luego limpiarme las manos y dientes, y lo miro de reflejo, notándole con el móvil y recuerdo cuando una noche en la caravana me contó su etapa difícil, donde se sentía prisionero dentro de su misma libertad.

Al acabar, bajo esos cuatro escalones y le doy una mano, que él coge sin pensarlo y subimos a las habitaciones, suspiro antes de entrar en nuestra habitación. Me parece increíble estar contando esto, pero sí, ya hay una, nuestra habitación.




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