Hoy, domingo, se cumplen veintinueve semanas de embarazo y Catleya está radiante, esa barriguita le da un aire tan sexy y esas ropas que usa para dormir… Qué pena que no podamos tener sexo por sugerencia del médico por el bien de ellos.
La veo bajar por las escaleras con ese batín medio transparente floreado de diversos colores y se me llena la boca de saliva, me centro en hacer el desayuno para que no me vea a punto de salivar.
Cuando llega a mi lado me abraza lateralmente y inspira el olor que perfuma toda la sala.
—¿Waffles de Nutella?
Asiento y le dejo un beso en el pelo, ella ciñe más el abrazo y me dice.
—Una semana menos —y sonríe para dejar de abrazarme e ir a la nevera a por agua.
—¿Cómo estás?
—Bien, no te preocupes de más preocupitas.
Sonrío ante el nuevo apodo y se acerca para besarnos mientras pongo el desayuno en dos platos. Entre los dos terminamos de apañar la mesa y luego nos sentamos a desayunar.
Mi pequeña Ley, qué fuerte eres, y que madraza, aunque ya dabas pistas con los niños de los demás por las calles. Esa cara como se te iluminaba y esa sonrisa que aún me provocaban más cosas por dentro. Las irresistibles ganas de besarte, suerte de mujer que quiso quedarse conmigo y míranos, siendo papás.
En verdad, no sé como irá, pero lucharé, desde luego, para que todo fluya lo mejor para todos. Luego de desayunar, salimos a comprar, yendo en coche.
Ella llevaba la lista e iba recitando, aunque cayeron extras. Luego de vuelta al coche, mira el recibo y habla en voz alta sola, del gasto de más que hemos tenido.
—No estaban apuntados, ¿Pero a que hacían falta?
Ella asiente y con otra mirada entiende, cuando ya estamos en marcha, ella recuesta su cabeza en la ventana de la puerta copiloto y cierra los ojos mientras el aire le mueve el pelo.
—¿Te encuentras mal?
Ella se incorpora y me mira, con un gesto niega y me dice luego, que tiene sueño de nuevo. Asiento y sigo conduciendo por veinte minutos más hasta llegar a casa y estacionar delante de ella.
Hago el menos ruido al bajarme y coger la compra del maletero y la dejo descansar. Cuando voy a abrir la puerta, me parece escuchar una puerta cerrarse y al girarme la veo acercándose a mí.
—Podrías haberme despertado, ¿Sabes? — asiento.
—Pero quería dejarte descansar.
Ella asiente y se acerca más a mí para enredar sus brazos alrededor de mi cuello y besarme, luego del beso deja su frente descansar en la mía y me pide.
—La próxima vez, despiértame.
Asiento sin intención de hacerlo si la veo muy cansada y entramos a casa, no le dejo cargar nada de la compra y ella pide organizarla entonces, así que entre los dos, terminamos de tenerlo en control. Luego hacemos de comer, y luego de eso nos acostamos en el balancín de la terraza por primera vez, ya viviendo aquí.
Y la sensación es mucho mejor. Ella se ve muy cómoda así y eso me llena el corazón de tanta calidez.
—¿Nnes, no irás a ver a tus padres?
—No, iré mañana al salir de trabajar y aprovecharemos para hacer unas fotos.
Asiente, y sonríe, perdiéndome en su sonrisa y en como esos tirabuzones dorados decaen por sus hombros mientras me mira, caigo en que le quiero proponer una cosa.
—¿Ley, tienes aquí ya tu portátil?
—Sí, ¿Por qué?
—Quiero proponerte algo.
—Voy a cogerlo.
La veo levantarse y la sigo con la mirada teniendo que girarme un poco y no dejo de mirar hacia allí hasta que vuelve a aparecer. Cuando lo tiene todo listo y Google abierto me lo pasa. Pero, yo lo giro para que lo veamos los dos.
—No quiero que te enfades conmigo, pero vi que dejabas letras perdidas como notas por un cuaderno pequeño y busque webs y aplicaciones donde pudieras subirlas y que te conocieran.
—Amor…
—Lo siento si te ha caído mal, ah y por cierto, también me lo leí y me encanta.
—¿De verdad? — asiento sonriente.
Busco la página y le enseño.
—Mira— ella se acerca más a mí y lee.
—Es perfecta.
—¿Quieres empezar o te lo piensas?
—Quiero darle un par de vueltas— asiento y cerramos el ordenador y lo bajo yo esta vez. Luego llaman al timbre y vamos a ver quienes son.
—¿Jordan? — abro y nos saludamos.
—¿Quién te dijo que…?
>> —Ah ya... Papá — él asiente y yo sonrío.
—Pasar chicos — les invita Catleya.
Salimos de nuevo a la terraza y hacemos un pica pica antes de hacerles un tour por la casa. Catleya feliz les cuenta toda la historia sobre la casa hasta esté punto y verla así, me pone más feliz a mí.