Mañana es el cumpleaños de mamá y las treinta y cinco semanas de embarazo. Cannes y yo estamos en la tienda de sus tíos mientras él trabaja. Se ve que al levantarse les ha llamado y han hablado y, quieren verme y él controlar estas contracciones que voy teniendo de vez en cuando y así pasamos mañanas en familia.
Y si digo la verdad, me encanta.
—¿Estás bien? — me pregunta pasándome una botellita de agua.
Asiento. —¿Cansado?
—Un poco, pero en nada terminamos. — asiento y nos besamos.
—¿Es mañana lo de tu madre? —asiento.
>> —Y las treinta y cinco — sonrío.
Cannes posa una mano en la barriga y supongo que es Ne, patea y lo nota en la palma de su mano.
—¿Quién crees que ha sido?
—Nea.
—Pingüinita de papá.
Sonrío y apoyo mi cabeza en uno de sus hombros.
—Si queréis podéis iros, el tío y yo ya acabamos dos cosas y cerramos — Cannes asiente y nos levantamos.
—Espérame, me acerco en el coche, así se te hace más leve.
Salimos y yo me quedo en la puerta, mientras veo como sube andando rápido y más tarde se para enfrente para que me suba.
—¿Ha sido mucho?
—Nada, diez minutos— nos besamos fugazmente y rodamos hacia casa.
Al llegar a casa, pulso el mando que abre la puerta del garage y miro el móvil.
—Listo princesa.
Lo miro y asiento. Bajo y me salgo para que cierre el garaje, luego entramos en casa y voy directa al baño. Aunque no sienta las ganas, creo que tengo que vaciar y en lo cierto estaba, una vez me siento en el váter.
—Cuando acabes, baja que comemos.
—¡Vale!
Cuando me seco y me lavo las manos, me miro en el espejo y sonrío, acariciándoles, viendo lo bien que nos queda esa tela que nos arropa. Luego de tres fotos bajo y Cannes me hace una seña desde la cocina para que apalanque mi culo en la silla y viene con mi plato rellenado.
—A comer.
Lo miro y me muerdo el labio inferior, luego empiezo a comer y él no me quita la mirada. Se sienta y se mete una cucharada y vuelve a mirarme mientras como.
—Hoy comes mejor — sonríe.
—Hujum —sonrío mientras trago.
Preocupar no me gusta, pero es cierto que ese tema siempre ha estado de altibajos. Cuando acabo de tragar, le miro y le digo un te amo que me llena más que comer y bebo.
Cuando termino, recojo mi parte y me siento a esperarle mientras hablamos de los chiquitines.
—Empezamos a preparar la bolsa para el hospital mañana.
—Claro.
Tras acabar de comer y recoger su parte, pusimos el lavaplatos y nos pusimos en el sofá a descansar y vimos una serie de dibujos que nos encantaba de pequeños.
—¿Te acuerdas de pasar las mañanas antes de clase sentado en el sofá o en un cojín en el suelo, desayunando?
Asiento. — Eran la hostia.
—Me encantaría que la siguieran echando cuando Aiden y Nea Vayan al colegio.
Lo miro y hago un puchero.
—No corras, que aún no han nacido, que el tiempo vuela y luego querrás retroceder.
En silencio, extiende un brazo por mi espalda y me abraza de lado, apoyo mi cabeza en su hombro derecho y me quedo dormida sin darme cuenta. Cuando me despierto, me encuentro sola en el sofá, con cuidado me incorporo y me levanto. Ando por la casa buscando a Cannes y lo encuentro en la planta de arriba, saliendo de ducharse.
—¿Tenemos algo?
Cannes suele ducharse por las mañanas o por las noches y son las cinco de la tarde.
—Me ha llamado la tía, se ve que Tuli nos ha invitado todos en su casa. Por lo visto se mudó hace unas semanas con alguien.
—¿Tendrá novio? — Cannes se encoge de hombros.
Luego, me ducho yo de prisa y nos arreglamos, cuando acabamos son las seis y la quedada es a las siete.
—¿Lista?
—No estés nervioso mi vida— él me mira y sonríe.
Luego, nos subimos al coche y salimos de casa, pongo en Maps la dirección y vemos que está a veinte minutos de casa.
—Esta cerquita — mi nnes sonríe y me hace feliz, verlo feliz y lo que quiere a su familia.
Cuando llegamos, estaciona y nos bajamos, según nos vamos acercando, Cannes se va poniendo nervioso, y yo le freno.
—¿Qué pasa nnes?
—Se hace mayor Ley.
—Lo sé y es ley de vida, si no, fíjate en nosotros.
Nos abrazamos y acabamos de llegar, antes de llamar al timbre, me susurra un gracias.
—Todo por ti, Nnes.