Una Luz para Almas Peculiares (prejuicios #2)

CAPÍTULO 14

ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas de violencia física que podrían resultar ofensivas para ciertos lectores. Se recomienda discreción.

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Apenas el carruaje arribó en la residencia de los Collins, Emily ya los esperaba en la entrada con una pequeña sonrisa que desapareció tan pronto notó al Sr. Allen ayudar a descender a su nieta, más no se movió de allí cuando su querida Casandra se apresuró, junto a Agnes, a ingresar a la casa sin siquiera invitar al caballero: “¿qué fue lo que sucedió?” se preguntó, dándole una última mirada al pelirrojo antes de acompañar a su nieta al interior.

En cuanto James se aseguró que la joven llegó a salvo a su casa, volvió a subir al carruaje y golpeó el techo como señal para que el cochero avanzara. El viaje de regreso a casa había sido más desalentador, pues la señorita Casandra no había hablado en ningún momento y no dejaba de mover su pierna como un indicativo de que ansiaba regresar cuánto antes y olvidarse por completo de él, o eso fue lo que creyó cuando, al ayudarla a descender, le había oído susurrarle que no era necesario acompañarla a la entrada y que ya podía retirarse. James se arrepintió de inmediato de haber hablado sobre las cartas en el momento en que ella se sentía tan vulnerable, pero se le había escapado. Las palabras no pasaron por su mente antes de que las soltara, lo que le hacía enfadar porque gracias a ello había arruinado una vez más otra oportunidad con la señorita Collins.

—Dale tiempo —dijo Hazel luego de varios minutos—. Debe estar atormentada por lo que le sucedió y más aún con tu confesión, pero se le pasará —James no respondió, sólo continuó observando a través de la ventana—. Al menos la sacaste de allí…

—Hazel, basta —le pidió entonces su hermano, cansado de oírla y de que nada le saliera como él lo deseaba—. Sé que te encanta torturarme con cualquier cosa, pero no estoy de humor.

La pelirroja no contestó. Solo compartió una mirada con el marqués, que se encogió de hombros sin saber qué hacer con James, por lo que al final se acomodó y esperó llegar cuanto antes a casa. Si bien había sido un día peculiar —dentro de todo lo extraño de su vida—, lamentó que se viera arruinado por culpa de otros que no gustaban que una posible pareja pudiera ser feliz. Y, aunque hubiera apostado porque sería James quien le haría daño, lo cierto es que le había dejado satisfecha saber que su hermano se enfrentaría a quien sea con tal de proteger a Casandra.

Podía, tal vez, empezar a sentirse más tranquila con respecto a ellos.

°°°

—¿Querida? —Agatha dejó el té de lado y se levantó del sofá apenas visualizó a su hija llegar en compañía de Agnes y su suegra. Casandra agachó la cabeza al intuir que se veía lamentable y, a ojos de su madre, así era, pues su cabello estaba desordenado y su vestido un poco arrugado, además que parecía incomodarle el caminar— ¿Qué sucedió?

Casandra negó simplemente y Lady Emily suspiró con pesadez.

—Querida, será mejor llevarla a su habitación —aconsejó con cuidado—. No queremos que Frederick la vea en este estado o podría causar un gran alboroto que me parece que no necesitamos por ahora.

—Estoy de acuerdo —Agatha se acercó y guio a su hija con cuidado hasta su cuarto seguidas por Emily en lo que Agnes fue a buscar a alguna criada que le ayudase a preparar el baño de la señorita. Al entrar a la habitación, Casandra se separó de su madre y fue directo a sentarse en la cama, dejándose caer con los brazos extendidos que, en otra ocasión, la condesa hubiera reprochado por no ser el comportamiento de una dama, pero no esta vez. Su hija no estaba bien, por lo que no encontraba apropiado corregirla cuando existían otras prioridades. Se sentó junto a ella en lo que Emily se acomodaba en una silla— Ahora que estamos a solas, ¿nos contarás qué fue lo que sucedió?

—Mamá, no…

—¿No? —Agatha tomó una respiración para calmarse, pero simplemente la ansiedad por imaginarse lo peor la estaba consumiendo por dentro— Casandra, por favor, debo saberlo.

—Mi niña, sé que puede ser difícil —decidió intervenir Lady Emily—, pero tal vez podemos ayudarte y, ¿quién sabe? Quizás te sientas mejor.

Casandra suspiró y se incorporó hasta quedar junto a su madre, que la miraba expectante por lo que podría revelar su amada hija.

—… Hoy me caí…, y la gente lo encontró tan divertido que sólo se rieron de mí —las mujeres se mostraron espantadas por la confesión, con la furia manifestándose en su interior. Casandra se abrazó a sí misma—. Pero el Sr. Allen apareció y…, y los enfrentó con una pasión que yo… yo nunca me imaginé que alguien podría defenderme de esa manera —Emily apenas sonrió mientras que Agatha agradeció que ese hombre fuese alguien que se preocupó de su niña antes de preferir abandonarla por allí—. Después de eso… —al sentir sus mejillas arder, sólo negó con la cabeza y calló.

Las damas compartieron una breve mirada e, intrigadas, insistieron en qué pasó después de eso. Casandra se puso más roja y Emily, como si supiera que algo tenía que ver aquel hombre, le preguntó el por qué no decidió ingresar para despedirse y sólo se había marchado.

—Es que yo se lo pedí —respondió una apenada Cassie.

—¿Se lo pediste? —inquirió su abuela con una ceja arqueada a lo que la joven confirmó con un breve movimiento de cabeza. Emily suspiró rogando en su interior que no fuera algo que pudiese causar un escándalo— ¿Por qué se lo pediste? ¿Él te hizo algo? O… ¿Tú le hiciste algo?




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