Una Luz para Almas Peculiares (prejuicios #2)

CAPÍTULO 16

—¿Qué tal si van a recorrer el jardín? —propuso la abuela Emily luego de un momento que parecía ser sólo para su nieta y aquel hombre. Frederick salió de sus pensamientos al oír a su madre e intentó contradecirla, pero Emily se las arregló muy bien con solo darle una mirada que impedía que el conde se saliera con la suya.

—Es una excelente idea —apoyó Agatha y luego mandó a buscar a Agnes para indicarle que los acompañara—. Casandra, lleva al Sr. Allen a conocer el jardín.

—No creo que al Sr. Allen le guste la idea… —murmuró la joven cuando entonces alguien la interrumpió.

—¡Por supuesto que me encanta! —exclamó James, que no había mentido puesto que en los jardines solía encontrar insectos muy extraños, aunque en esta ocasión no era para buscar bichos por lo que deseaba ir, sino que la situación era ideal para tener un momento a solas con la joven.

Casandra, ya sin más excusas, lo guio hacia el jardín sabiendo que Agnes iría tras ellos a una distancia prudente que no pudiera incomodarlos, aunque si supiera que en esos momentos sólo quería salir corriendo tal vez no consentiría darles privacidad por pensar que ese hombre pudiera haberle hecho algo. Y eso era algo que Cassie quería evitar.

Una vez sentir el cambio de suelo por uno irregular junto a los distintos aromas que desprendía el exterior y azotaba su nariz, dejó a Roy en el suelo, esperando a que se marchara para no tropezar con él y quedar en ridículo frente a cualquier persona, en especial frente al Sr. Allen.

Si eso sucedía, la vergüenza que sentía sería mucho peor.

—¿Me permite? —James no esperó respuesta. Tomó el brazo de la joven y lo entrelazó con el suyo para guiarla por ese bonito jardín, tan bonito como cualquier jardín que una familia decente podría tener. Caminaron en silencio, cada uno sumergido en sus pensamientos que ninguno se percató de la pequeña piedra, presente a unos pasos, sino hasta que Casandra se tropezó a tal punto que casi terminó en el suelo de no ser por el Sr. Allen, que reaccionó en el debido tiempo y la sostuvo por la cintura— ¿No se lastimó? —preguntó avergonzado debido a su distracción.

—Descuide, mi lord. Estoy bien —rio Casandra incorporándose, aliviada porque aquel hombre fuese lo suficientemente atento como distraído para no hostigarla con cuidados exagerados como si fuese una muñeca frágil.

Mientras la joven alisaba su falda como si quisiera deshacerse de cualquier imperfección, James observó de reojo las ventanas y se alivió de que nadie los estuviese observando. Incluso Agnes conversaba con el Sr. Hunter, que también los había seguido para comenzar a trabajar en el adiestramiento de Roy, por lo que en cierta forma tenía la privacidad necesaria como para atreverse a tomar con suavidad la mano de su mariposa y besarle el dorso de esta. Las mejillas de la señorita Collins enrojecieron como suele suceder, pero no lo había apartado, lo que le daba la esperanza que no todo estaba perdido pese a su confesión.

—Soy honesto cuando digo que llevo toda la semana pensando en si aún tengo oportunidad ahora que sabe que soy el Coleccionista —dijo con seriedad, tratando de ocultar su ansiedad por si era rechazado.

Casandra, que había estado suplicando en su mente porque no tocara ese tema, se apartó con cierta brusquedad sintiendo que la vergüenza la consumía.

—Sr. Allen —comenzó a decir con voz temblorosa—, debo confesar que nunca me esperé que usted fuera mi ami… aquel soldado —se corrigió con nervios. Si él se enteraba que el Coleccionista llegó a ser alguien especial en su vida, sólo sería más bochornoso—. Si hubiera sabido que se trataba de usted, yo… yo no habría enviado nada —el corazón de James dejó de latir por un segundo—. Usted es un Allen y… y sé que puedo sonar muy empalagosa para cualquier persona sobre todo si pertenece a su familia, por lo que me disculpo —el hombre empieza a negar con el temor porque ella pudiera decir que ya no lo quería cerca—. Si le molestaron esas cartas, si le parecieron ridículas y graciosas… no importa, porque no volverá a pasar. No lo molestaré con eso nunca más.

—Por Merlín… No saque conclusiones tan pronto —él la detiene sosteniéndola por los hombros, apenas sonriendo debido a los nervios—. Sí que le encanta hablar —comentó en tono de broma, sin embargo, ninguno pudo reír para aliviar ese ambiente— ¿Es que no recuerda que le he dicho que usted me salvó la vida? —la joven no respondió a lo que él suspiró y repitió— Usted no tiene idea por lo que he pasado durante la guerra. No la tiene…, es algo con lo que aún estoy lidiando, pero sé que voy por buen camino porque desde que leí sobre mi Mariposa Azul es que decidí vivir por ella, ¿no lo entiende, señorita?... Yo he regresado con vida gracias a usted.

—¿A mí? —susurró la joven atónita por las palabras de aquel hombre— P-Pero… Sr. James, usted… Nosotros nunca hemos hablado antes de las cartas…

—Eso es algo que nunca podré cambiar —la detuvo antes que las cosas empeoraran—. He cometido errores, algunos son inconfesables, pero no le permitiré que se imagine cosas que no son. Me enteré por Hazel que usted era la dueña tras el seudónimo de la mariposa y, desde entonces, las cosas cambiaron… para mí —Casandra pudo sentir que él se le había acercado un poco, lo que la dejó más nerviosa que antes—. Lamento si la he dañado sin querer en el pasado… No sabe cuánto lo lamento.

—… Entonces, el baile, los chocolates…, el recital… ¿si es real? —preguntó con temor de saber que todos esos bonitos gestos que ha tenido aquel hombre fueran tan sólo debido a la lástima luego de descubrir que su compañera de correspondencia no era más que una ciega sin un futuro prometedor.




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