Una Luz para Almas Peculiares (prejuicios #2)

CAPÍTULO 19

Al entrar al salón, la señorita Allen trató de calmar la agitación de su respiración para aparentar que nada le había ocurrido, porque así se lo repetía una y otra vez: nada pasó, nada sucedió. Sin embargo, cruel era su tormentosa mente que la abrumaban con los recuerdos de hace unos minutos, donde los labios de aquel hombre insensato le habían arrebatado su primer beso sin que ella se lo hubiese esperado.

Con cierta brusquedad, volvió a pasarse una mano por los labios en un intento por quitar cualquier rastro de él, pero era inútil: el marqués había arruinado todo y si aquel sueño resultaba ser cierto —algo que ya le ha sucedido en otras ocasiones con diferentes visiones—, entonces debía tomar cartas en el asunto y alejarse de ese desabrido antes de que fuera demasiado tarde.

—¿Hazel? —Lilian, que había visto a la pelirroja más pálida y agitada de lo normal, se acercó con preocupación— ¿Estás bien? ¿sucedió algo?

—No pasa nada, Lily —negó la señorita Allen tratando de aparentar, volviendo a su poca expresión habitual— Estoy miserablemente bien.

Lilian asintió con lentitud. “Miserablemente bien” podría ser una expresión perfecta que pudiese indicar la pelirroja, sin embargo, algo le decía que su querida amiga mentía. Y para cuando la vio marcharse al segundo en que su hermano ingresó arrastrando su silla, Lilian frunció el ceño sintiendo que sus sospechas iban creciendo de manera gradual…

Para cuando el concierto dio por terminado tras la interpretación de Casandra junto a James Allen, cada quien se tomó el tiempo de felicitarlos —halagando de sobremanera las habilidades de la señorita Collins— y pronto se conformaron grupos en los que se podía oír los distintos temas de conversación que abarcaban sobre el pequeño recital, la decoración de la sala y la comida de dudosa procedencia. Cassie se encontraba muy contenta junto a sus amigas que la felicitaban por haber tenido una buena presentación, a lo que la joven reía y agradecía, aliviada porque sus nervios no le hubiesen jugado una mala broma que la hubiese dejado en vergüenza. Sin embargo, pese a que esa noche indicaba ser maravillosa, nunca se esperó que una persona en especial le dirigiera la palabra luego de lo sucedido hace un par de días.

—¿Señorita Collins? —Casandra palideció al reconocer la voz de la cantante a sus espaldas— Si me lo permite, quisiera poder conversar con usted, por favor.

La joven volteó confusa al detectar en la señorita Charlotte una voz más amable y menos enfadada que la última vez que la oyó.

—Señorita Charlotte, no pensé que usted vendría —comentó Casandra sin animarse a sonreír debido a que no pudo olvidar su primer encuentro con ella. Ninguna se percató de lo que sucedía alrededor, pero pronto la mayoría ya tenía sus ojos puestos en ambas.

—Oh, el Sr. Allen me invitó —comentó la cantante con nervios—. Señorita Collins…, debo disculparme con usted —dijo entonces sorprendiendo al salón, sobre todo a la familia de Casandra—. Nunca mentí cuando confesé que este es un mundo difícil, tanto que… —suspiró con pesadez— perdí mi amor por la música. No obstante, eso no justifica el que me haya comportado de manera poco cortés con usted.

—Señorita Charlotte, yo…

—Por favor, acepte mis disculpas —continuó la mujer—. He cometido un gran error al arrancarle las alas de esa manera, porque he quedado maravillada esta noche, tanto que quien debe admirar a la otra soy yo. Usted tiene talento y sé que será una gran pianista si se lo propone —Casandra se sonrojó por el halago de quien consideró ser su inspiración para sumergirse en el mundo musical—. Felicidades por su interpretación.

Entonces, la joven sonrió.

—Se lo agradezco —dijo con sinceridad tras sentirse mejor por las palabras de Charlotte—. Y no se preocupe, acepto sus disculpas —la señorita Charlotte sonrió aliviada mientras que Casandra, que no era rencorosa, decidió cambiar de tema para incluirla en la velada— ¿Ya conoció a mis amigas y mi familia?

Así, mientras Cassie iba presentando a cada invitado a la gran cantante sueca Charlotte Sjöberg como la persona quien la inspiró para entrar al mundo de la música, Frederick Collins arrastró por el brazo a James Allen tan pronto tuvo oportunidad para así tener una conversación más privada. El pelirrojo, consciente que el conde no estaba contento con la presencia de Charlotte, se preparó mentalmente para lo que se venía y tan solo ocultó las manos en sus bolsillos y lo miró con seriedad, ya imaginando de qué iba a tratarse de una reprimenda.

—¿Qué demonios significa esto? —el conde señaló a la dama, quien reía por alguna tontería que decía Lord Allen— ¿Charlotte Sjöberg? ¿Es enserio, Sr. Allen?

James suspiró con pesadez.

—Sé que esto se puede malinterpretar luego del desafortunado encuentro que tuvimos —dijo a lo que el conde asintió con los brazos cruzados—, pero no comprendo cómo es que usted no mira más allá, Lord Collins.

—¿Disculpe?

—Valoro que usted esté apoyando a la señorita Casandra como un padre debe hacerlo, sin embargo, en mi opinión, necesitamos de más si realmente queremos ayudarla a que pueda alcanzar su meta —y, acercándose como quien dicta algo confidencial, le susurró—. La cantante tiene contactos, mi lord —Frederick abrió los ojos al entender a qué se refería el pelirrojo. James sonrió con astucia—. La invité para que se diera cuenta del error que cometió con la señorita Collins y así, tal vez, ambas puedan conocerse. A su hija le hará bien tener un contacto de respaldo que pueda llevarla al siguiente nivel, ¿qué opina usted?




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