Una Luz para Almas Peculiares (prejuicios #2)

CAPÍTULO 20

Tan pronto escucharon un grito, ambos se separaron de golpe.

La magia de aquella noche se había desvanecido, como si alguien la hubiese pinchado con una aguja para traerlos a la realidad.

—No… ¿no es aquí? —se preguntó James al ver la puerta de su laboratorio estar cerrada, tal como la dejó en cuanto se escondieron en aquel lugar.

—¿Cómo dices? —inquirió Casandra, quien estaba agitada por la posibilidad de haber sido pillados, aunque más le preocupaba que fuese su padre quien los descubriera.

James volteó a verla.

—Calma, mariposa. No es por nosotros —le dijo cuando de pronto se escuchó un alboroto provenir desde el salón donde se realizaba la fiesta—. Me parece que es momento de regresar antes de que se percaten de nuestra ausencia.

La joven aceptó sin dudarlo.

Tomándola de la mano, la ayudó a regresar al salón donde, desde el pasillo, se podía escuchar el escándalo que provenía desde allí. Ambos ingresaron discretamente, siendo James quien se percatará de la multitud de personas que rodeaban alguna cosa o, mejor dicho, a alguien. Se acercaron unos cuantos pasos, preocupados por el sonido infernal de los ladridos desenfrenados de Roy, que buscaba algún espacio entre los invitados hasta que, al encontrarlo entre la marquesa y la señorita Allen, el pelirrojo pudo apreciar unos zapatos planos junto al borde de un vestido de muselina que James supo a la perfección a quién pertenecía.

—Cass, no te asustes —le dijo sin apartar los ojos de la dama que yacía desmayada en el suelo, sin embargo, la joven se alteró más de lo que ya estaba.

—Pero, ¿qué sucede? —preguntó antes de escuchar a alguien intentar calmar a su abuela, quien no dejaba de temblar al ver a su nuera inconsciente. Asustada, Casandra se soltó del brazo del Sr. Allen y avanzó sin importarle el tropezar con los demás— ¡Mamá, mamá! —sin querer, cayó debido a que no se fijó en que Roy estaba olfateando a la condesa. No obstante, eso no la detuvo y tanteó el piso hasta que encontró una mano femenina tendida allí— ¡Mamá, por favor, despierta!

—Mi lord, sígame —indicó Lady Morgana hacia el conde, quien se encontraba espantado mientras sostenía como podía a su esposa—. Lo mejor será que ella esté en cama.

En cuanto Morgana desapareció junto a Lord Frederick, quien llevaba a Agatha en brazos, y a Annette, quien los había acompañado para poder ayudarlos con alistar a su amiga y así esté más cómoda en cama, Lord Vladimir envió a que buscaran un médico entregando una clara advertencia: de no apresurarse, él se divertirá con su espada al utilizarlos como muñecos de práctica. Lo que sirvió para que el primer médico a quien fue a recurrir uno de los sirvientes, no dudara en que Lord Allen cumpliría su amenaza si se le ocurría rechazar el ir hasta la casa embrujada de Londres.

—Tenga, mi lady —Hazel, tan seria como de costumbre, ofreció un vaso de agua a Lady Emilie, quien no dejaba de temblar por recordar la manera en que Agatha, agitada, se tocó el corazón y, tras perder el aliento, había caído desmayada en medio de una canción que la señorita Charlotte estaba interpretando. La anciana recibió el vaso y bebió mientras la cantante le daba palabras de aliento. Hazel se dirigió hacia su amiga, quien lloraba en los brazos de Lilian—. Cassie, bebe esto.

La joven negó en cuanto sintió que la señorita Allen le dejó un vaso en la mano.

—No puedo…

—Cassie, todo va a estar bien —le dijo Lilian con ternura, acariciándole el cabello en un intento por tranquilizarla—. La condesa pronto va a volver…

—Mamá estaba fría —dijo a lo que, tanto sus amigas como los tres caballeros presentes, compartieron una mirada—. ¿Cómo puedo estar tranquila después de eso? Alguien… ¿Alguien sabe qué fue lo que sucedió?

Andrew y Eric iban a contestar, pero al notar la advertencia en los ojos de Hazel, decidieron callar e inventar que estaban tan atentos a la voz de la cantante que no se dieron cuenta de lo que le sucedió a la condesa sino hasta que la vieron desmayada. Casandra lloró aun más, sin embargo, prefirieron evitarle el mal trago de saber que Lady Collins había perdido tanto el aliento que la terminó por colapsar.

James suspiró y se agachó para quedar a la altura de la señorita Collins.

—No se preocupe, señorita —intentó poder consolarla, aunque no era bueno para esas cosas—. Tal vez fue una recaída y necesita descansar. Es probable que mañana la veamos tan radiante como siempre —sin embargo, pese a que todos estaban tratando de ayudarla, Casandra no paró de sollozar porque, simplemente, su madre nunca se había desvanecido de esta manera. O, al menos, no recordaba que esto hubiese sucedido en el pasado.

Una hora y media más tarde, el médico salió de la habitación encontrándose con Lord Collins junto a cuatro mujeres esperando en el pasillo. El hombre suspiró y le informó al hombre que su esposa ya se encontraba estable y que sólo había sido una crisis debido a su enfermedad. Sin embargo, por el semblante dudoso que estaba en el rostro del médico, Frederick no se tranquilizó ni le creyó en lo absoluto.

—Madre, ¿por qué no mejor va a ver a Agatha? —sugirió a lo que Lady Emilie, quien estaba ansiosa por ver a su nuera, aceptó y ayudó a su nieta a ingresar a la habitación. Una vez se hubo cerrado la puerta, su atención volvió hacia el médico— Ahora puede decirme la verdad, ¿está seguro que sólo fue una crisis?




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