Una Luz para Almas Peculiares (prejuicios #2)

CAPÍTULO 26

El incómodo silencio formado entre los tres hombres se vio interrumpido tan solo por el bullicio de las demás personas que estaban bebiendo sin saber lo que en aquel pasillo ocurría. James los detalló con los ojos bien abiertos, que iban de uno hacia el otro y luego, carraspeando, decidió que lo mejor sería dejarlos en paz y que en otra ocasión conversaría con Chapman sobre sus preferencias placenteras que, hasta ese momento, se había mantenido oculto.

—Bueno, no los interrumpo más. Que se diviertan —cerró la puerta con la intención de escapar de allí.

John Chapman, aterrado por si aquel sujeto decidía abrir la boca con tal de apartarlo del camino, salió de aquel pequeño cuarto donde guardaban las escobas y se apresuró a alcanzar al pelirrojo. Por suerte, el Sr. Allen todavía no salía del pasillo para reunirse con los demás, por lo que no perdió tiempo y lo sostuvo del brazo para detenerlo.

—Espera —dijo alterado, tan ansioso y atemorizado que tuvo que tragar saliva para poder seguir hablando—. N-No es lo que crees…

James arqueó una ceja.

—¿No? —metió las manos a sus bolsillos en un gesto despreocupado—. Tiene razón. Tal vez mi borrachera me hizo ver mal y usted no estaba devorando la boca de ese… sujeto… —el amante nocturno de John, un poco mayor que ellos, pasó por al lado sin siquiera despedirse, huyendo con las mejillas rojas de vergüenza. Era evidente que no esperaba que alguien más los atrapara en pleno acto pasional. Sin embargo, John no le prestó atención, pues sólo le importaba lo que haría el Sr. Allen con tal jugosa información—. ¡Vaya! Se le escapó, Chapman.

—Ya dejé de bromear y dígame qué es lo que hará —suplicó John notando que la mirada del Sr. Allen se oscurecía, lo que lo puso más nervioso—. No me delate, por favor. Se lo ruego, ¡me matarán si descubren mi secreto!

James lo contempló con frialdad y, frunciendo su entrecejo, preguntó:

—¿Y por qué ha aceptado acercarse a la señorita Casandra con otras intenciones? Porque es evidente que usted es el candidato predilecto del… Sr. Collins —pronunció el nombre del conde con una mueca de disgusto, puesto que aún no superaba el resentimiento en su contra, pero John le soltó el brazo de inmediato al creer que James sentía asco de él.

—No se equivoque, Sr. Allen. Desde un principio no he querido casarme. Esas son ideas absurdas de mi padre y, por ende, no sé cómo deshacer esto de un posible matrimonio —aclaró de inmediato, pero al ver al hombre tan serio, es que suspiró y, avergonzado, explicó en un tono más bajo—. No me malentienda. Estimo a la señorita Casandra, es una joven muy capaz y dichosa, pero tanto usted como yo sabemos que nunca podría tocarla… ni a ella ni a ninguna otra mujer… —bajó la mirada, retorciéndose los dedos— Tiene que creerme, señor. Soy lo más honesto que jamás he sido.

—¿Por qué no manifestó su descontento con su padre? —inquirió cruzándose de brazos sin dejar de lado su curiosidad—. Con solo decir que no deseaba casarse bastaba.

John soltó una risa amarga.

—Usted no lo conoce —se apoyó contra la pared—. El Sr. Chapman es alguien que estima su reputación y es un hombre de palabra. Lo que dice, se cumple… Ahora está empeñado en verme casado y con hijos en camino —sonrió con ironía— ¿Me imagina en tal situación?... No sería capaz de estar con una mujer y provocarle la mayor humillación de su vida si me tuviese de esposo. Y yo tampoco me veo siendo el marido de alguien ni el padre de algún niño —se revolvió el cabello y James, por primera vez, lo vio tener un aspecto desordenado que no era acorde a todas esas ocasiones en las que se habían encontrado—. No sirvo para ese tipo de vida… ¿podría confiar en que usted no comentará nada?

James arqueó una ceja. A su mente apareció el recuerdo de todas las veces en las que había observado a aquel hombre cuando se encontraba cerca de su Casandra, y comprendió por fin la razón del por qué siempre le había parecido un hombre poco interesado y atento con respecto a la joven, más allá de mostrar una preocupación como cualquier persona debido a su discapacidad visual. Era tan evidente y James no pudo notarlo sino hasta ahora, ¿por qué tenía que ser tan distraído para ciertas cosas? Casi se rio de sí mismo al tenerle celos cuando, en realidad, no había nada qué temer.

Para sorpresa de John —que creyó que el pelirrojo lo aborrecía por sus gustos—, James se acercó con una sonrisita pícara y le dio palmadas en la espalda con cierta brusquedad, aunque no menos amistosa. Es más, John no recordaba haber visto al Sr. Allen dirigirle una sonrisa como ocurría en ese momento.

—¿Sabes? Creo que usted ya me cae bien —John Chapman lo miró con incredulidad, sin comprender tal cambio de actitud— ¿Quiere ir a beber algo? Yo invito.

—…Me disculpará, Sr. Allen, pero ¿seguro que no es ciego o sordo? —preguntó a lo que el pelirrojo se mostró sorprendido.

—No comprendo a qué se refiere.

John resopló.

—Se lo preguntaré de otra manera —dijo—. ¿Es que acaso no le causo repulsión? Cualquier otro se alejaría de inmediato por creer que puedo lanzarme sobre él…

—Es probable que a cualquier otro le encante hacer la vida imposible a los demás, en cambio, yo tengo cosas más importantes de qué preocuparme —interrumpió antes de seguir escuchándolo decir tonterías—. No soy su padre, Sr. John. Además, no podría tenerle asco al hombre que me ayudará con la señorita Casandra.




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