Dicen que no se puede tener todo en la vida, pero yo podía afirmar que sí era posible. Después de graduarme como una de las mejores estudiantes en derecho de la Universidad de Stanford, me uní a mi padre y creamos una de las mejores firmas de abogados de la ciudad. Al poco tiempo conocí a Alejando, quien era hermano de una de mis mejores amigas. Nuestro amor fue a primera vista, un mes después de conocernos nos convertimos en novios y seis meses después me propuso matrimonio.
Mi vida es perfecta, tengo todo: familia, trabajo, éxito y amor.
Esos eran mis pensamientos mientras caminaba al altar del brazo de mi padre, me llevaba hacia el amor de mi vida. Para mi el matrimonio era algo eterno, una promesa que hacías ante las leyes divinas y terrenales, estar juntos hasta que la muerte nos separe.
Subí al altar y tomé la mano de Alejandro, él estaba muy guapo, más de lo común. En este momento me sentía afortunada en convertirme en su esposa. Era la envidia de muchas mujeres en este momento, varias de ellas querían estar en mi lugar y tener mi vida.
—Mia Harris, acepta a Alejandro Baker como su esposo. Promete amarlo, cuidarlo, apoyarse en lo bueno y lo malo, la salud y la enfermedad, hasta que la muerte los separe.
—¡Acepto! —dije con seguridad e ilusión.
—Alejandro Baker acepta a Mia Harris como su esposa. Promete amarla, cuidarla, apoyarse en lo bueno y lo malo, la salud y la enfermedad, hasta que la muerte los separe.
—¡Claro que acepto!
—Por el poder que me otorga la iglesia, los declaro marido y mujer.
Todos los invitados se pusieron de pie y aplaudieron. Alejandro me tomó de las manos, se acercó de manera hasta tomar mis labios de manera lenta.
Dicen que los cuentos de hadas no existen, pero para mi esto lo era.
Después de la ceremonia mi padre me llevó a mi y Alejandro a su oficina. Era el momento de firmar nuestro matrimonio por las leyes del estado. En el lugar estaba presente mi madre, mi padre y un abogado socio de la firma.
Junto con nuestro matrimonio iba un contrato de fidelidad, no quería que mi padre hiciera esto porque confiaba en mi esposo, pero él insistió. Respete su decisión y Alejandro no tuvo problema con eso.
Fui criada en un hogar en donde los valores son el fundamento para todas nuestras acciones; donde el respeto, la justicia y la lealtad son principios que marcan nuestra familia. El lema de mi padre es “El matrimonio es lo más importante”, decía que si existía una matrimonio estable, también lo estaría la familia y en eso concordaba, él y mi madre tenían más de veinticinco años de matrimonio y nuestro hogar era muy sólido.
Éramos tres hermanos, yo era la mayor, seguía mi hermano Brenan quien estaba terminando sus estudios de ginecología y por último mi hermana Judith, la más pequeña de los Harris, quien aún se encontraba terminando la secundaria.
Admiraba el matrimonio de mis padres ya que después de tantos años juntos el amor entre ellos era notable.
—Te amo mi rubia linda, te amo y nunca haría nada para lastimarte. —Susurró Alejandro en mis labios
Yo creía en sus palabras, él nunca sería capaz de hacerme daño y yo tampoco sería capaz de dañarlo, ahora mi vida se iba a enfocar en mi esposo y en futuros hijos, porque tendría al menos tres, quería una familia como la de mis padres: sólida y amorosa.
(...)
—Lo lamento señora, pero después de repetir los estudios por tercera vez el resultado es el mismo. Usted es una mujer esteril.
Sentí mi corazón romperse otra vez. Mi ilusión era la de ser madre y tenía más de un año desde que nos casamos con Alejandro que intentábamos ser padres, pero no sucedía. Me hice varios estudios y todo estaba bien, pero al parecer era una mujer esteril.
Me sentía tan decepcionada de mí misma, como mujer, como esposa. Pero aún me quedaba mi matrimonio y mi carrera, si no podía ser madre al menos intentaría ser la mejor abogada y esposa.
Al parecer no se podía tener todo en la vida.
Editado: 13.02.2022