Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Serás legalmente mi esposa.

Silvia, se sintió conmovida por la ternura de estos dos niños, pero también sorprendida, ante la petición que le hicieron, quería un hermanito. 

Y probablemente, si se acostaba con este hombre, vendría uno, aunque ella tendría mucho cuidado de embarazarse, de un hombre a quien no amaba. 

Era demasiado hermoso tener a éstos dos ángeles tan tiernos, como sus hijos, ellos habían estado tanto tiempo sin ver a su madre, que ahora que la tenían a ella, no querían dejarla escapar. 

No importaba lo que sucediera entre Hafid y ella, nunca abandonaría a estos niños, mientras no pudieran comprender que ella, no los había tenido nunca en su vientre. 

Silvia los abrazó con ternura, y los llevó hasta el salón de juegos, ellos que ya habían visto el vestido blanco, sobre la cama, le preguntaron. 

—Mamá, ¿no te gusta el vestido que te regaló papá?— preguntó Amira. 

— ¿Porque piensas eso?— dijo Silvia— además, ¿de qué vestido estás hablando? 

— Del que estaba sobre la cama— dijo Farid— ¡Es hermoso mamá! ¿porque no te gusta? 

— El vestido, que está sobre la cama, es para usarlo en una fiesta que tendremos papá y yo mañana,— dijo Sylvia— y claro que me gusta, y me gusta mucho. 

— Nosotros pensábamos, que estaban peleando, porque no te gustaba ese vestido— dijo Amira. 

— ¡Nosotros también iremos a esa fiesta!— dijo Farid. 

— ¡Sí mamá!— dijo Amira— nosotros también tenemos ropa nueva para ir a la fiesta; ¿quieres verla? 

Y uniendo, la acción a la palabra tomaron a Sylvia por una mano y la llevaron hasta sus habitaciones, les mostraron los hermosos trajes que usarán en la supuesta fiesta. 

— ¿Cuándo les compraron está ropa tan hermosa?—preguntó Silvia. 

— Antes que llegarás— dijo Amira— papá nos dijo: "Mamá está por llegar y tendremos una fiesta, para celebrar y fue nos llevó a comprar esta ropa. 

—¡Se verán muy hermosos!— dijo Sylvia— más de lo que ya son, mis niños bellos. 

Ella se sentía totalmente enamorada, de estos niños; pensó: 

 "Así que Hafid, tenía plena confianza de que encontraría, una madre para sus hijos y una esposa para él; Silvia no entendía qué historia había vivido este hombre. 

Quien tenía un carácter de los mil demonios, pero estaba muy equivocado, si creía que la iba a someter como una esclava. 

Hafid, estuvo reunido con sus socios por más de dos horas después que había discutido con Silvia, ella lo esperó pacientemente, porque necesitaba hablar seriamente con él. 

A la una de la tarde, se reunieron todos en el comedor, era la hora del almuerzo, aparte de Hafid habían otros cuatro hombres más, quiénes se sentaron a la mesa, ya Silvia y los niños estaban allí. 

Hafid entró con sus aires de hombre importante, tenía una figura imponente, de ojos profundamente oscuros, labios en un rictus de amargura, se volteo y miró a Sylvia y dijo:

— ¡Caballeros, tengo el gusto de presentarles a mi esposa y la madre de mis hijos— dijo Hafid señalando a Sylvia— está inclinó la cabeza en señal de cortesía, con el rostro duro y la mirada fría

Todos inclinaron la cabeza, Hafid sonrió con ironía al ver el rostro duro de Silvia, las empleadas empezaron a servir y todos comieron en silencio.

Aun los niños estaban muy quietos, mientras Sylvia les ayudaba con sus alimentos. 

Hafid, era un hombre que viajaba por el mundo, obviamente ella no conocía mucho de él, solo sabía que, después de la boda volverían a Estados Unidos. 

Sylvia, nunca me había viajado, o mejor dicho, solo conocía el orfanato  en un pequeño condado de Inglaterra. 

Hafid, siempre viajaba con su servidumbre a todos lados, tenía casas en cualquier lugar donde llegaba, las cuales las ocupaba. 

 Una vez que partían erán cerradas las puertas, solo eran atendidas  por una pareja de esposos, que se ocupaban de mantener la pulcra y habitable. 

Nunca él decía cuando iba a llegar, por eso, los que trabajaban para él, eran personas muy confiables, además de responsables.

En Estados Unidos, vivían los padres de Hafid, en el estado de Illinois, allí estaba la casa donde había nacido.

Silvia al viajar, conocería a la madre y hermana de él, ellos sabían obviamente que Sylvia, no era la madre biológica de los niños, la palabra de Hafid era ley;.y lo que él decía, se debía cumplir contra viento y marea. 

Silvia, mientras más lo pensaba, menos le gustaba la idea de ser la esposa de este hombre tan imponente; sentía temor y a la vez le hervía la sangre, nunca había detestado a alguien tanto en su vida. 

Después, de despedir a los caballeros, Sylvia  fue a llevar a dormir a los niños, siempre  tomaban una siesta, de una hora diariamente para descansar, después de acostarlos, le dio un beso a cada uno y se volvió a la habitación. 

Al entrar, allí estaba Hafid, sentado esperando a que ella entrara. 

—  Te estaba esperando— dijo él— me mordiste fuertemente. 

— Y tú, me apretaste fuertemente mis brazos—  se quejó Silvia. 

—Nunca suelo pedía disculpas— dijo Hafid, pero quiero hacer una excepción hoy, te pido disculpas, por mi brutalidad. 

Silvia lo miró unos instantes y después dijo:

— Acepto tus disculpas Hafid— la voz de ella sonó sincera— cuando toqué a tu puerta, necesitaba aclarar ciertos puntos. 

—¿Sobre qué?— preguntó Hafid. 

— Primero, quiero decir que los niños escucharon nuestra discusión— dijo Sylvia— no me gustaría andar de las gradas contigo, por el bien de los niños llevemos la fiesta en paz. 

— Tienes razón— dijo Hafid— no quiero ser un mal ejemplo para ellos. 

— Te ven como un hombre enojado— dijo Sylvia. 

— Hablaré con ellos— prometió Hafid— ¿De que querías hablar? 

— Sobre la supuesta boda— dijo Silvia. 

— No es una supuesta boda, Silvia será real—dijo Hafid. 

— ¿Por qué tiene que ser real? Todos creen lo que tú dices— dijo Sylvia— sí  dices a todos que estamos casados, todos te creerán. 



#1642 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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