Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Les presento a mi esposa...

Sylvia entendió la petición de Hafid, él 

necesitaba con urgencia tener una madre para sus hijos y una esposa para él. 

Está bien Hafid, seguiremos con el contrato, esos angelitos tuyos me tienen súper enamorada y por ellos sacrificaré mi vida al lado tuyo— dijo Silvia. 

HAfid, sonrío con suficiencia y dijo:

——Me alegra, que por lo menos te gusten mis hijos. 

— Es lo único que me gusta de ti—Sylvia fue seca en su comentario— y necesito que te esfuerces por no discutir o sacar a flote tu mal carácter, a los niños les asusta. 

——Está bien mamá— dijo Hafid con tono irónico. 

— No soy tu mamá, pero ¿sabes lo que me dijeron después de escuchar que estábamos discutiendo?— dijo Sylvia— que  sí yo quería irme de nuevo, ellos se irían conmigo. 

—¡Traidores!— exclamó Hafid. 

 — ¡No lo tomes así, recuerda que han vivido sin su madre mucho tiempo, no desean que se aleje nuevamente, por eso idearon el plan de ir con mamá, para estar conmigo siempre. 

— ¡Gracias Sylvia! has resultado ser, una mujer muy madura para tu edad— dijo él. 

Ella, cabeceó de manera afirmativa y luego de un momento, preguntó:

— ¿De verdad tenemos que dormir juntos? 

—¿Quieres decir, tener sexo— dijo Hafid irónico. 

— Sí— dijo ella. 

— No, respetaré la cláusula, estaba muy enojado, no necesito dormir contigo,— dijo Hafid— para eso, tengo mujeres de sobra, para complacerme sexualmente. 

— Me alivia escuchar eso— dijo ella— para mí, sería muy desagradable acostarme contigo. 

— Tanto me desprecias— dijo él. 

— Más que por desprecio, es porque jamás estado con un hombre, y estar la primera vez para mí, debería ser algo lindo—explicó Sylvia— que fuera por amor. 

Hafid, soltó una carcajada al escuchar la explicación de Silvia, y ésta arrugó el entrecejo en señal de desagrado. 

— ¿Por qué te burlas? — preguntó ella. 

— No es burla, bueno sí es— confesó Hafid— estarás muchos años casada conmigo, así que cuando le confesemos a los niños, la verdad para que entiendan, habrán pasado más de 10 años. 

— ¿Y eso, que? —dijo ella

— Que tu marido, necesitará un martillo y un cincel— dijo riendo él. 

— Cómo no entiendo lo que dices, no me reiré— dijo ella. 

— ¡Como yo sí entiendo, me río— dijo él con malicia, y se rió con todas sus ganas. 

Ella lo miró con ojos asesinos y él salió del cuarto, divertido. 

Esa noche, al ir a dormir, se sentía más tranquila, por lo menos Hafid le había prometido que no iba a haber intimidad entre ellos, eso la hacía sentir muy relajada; después del baño, se preparó para dormir, se metió bajo las sábanas, él estaba en el estudio, al parecer trabajaría  hasta tarde. 

Cuándo Hafid, entró en la habitación Sylvia dormía tranquilamente, él se quedó mirando, con todo lo que le permitía la ocasión; es que ella aún dormida se notaba más joven, esta muchacha, mañana sería su esposa, aunque solo de nombre. 

Ya le había prometido, que no la tocaría y él cumpliría su palabra. Se desvistió y se metió a la cama, de inmediato se durmió, al día siguiente les esperaba un día muy largo y trabajoso. 

A las ocho y media ya todos estaban desayunando, media hora más tarde, llegaron los encargados de ayudar a Sylvia a estar bella para la ocasión que la esperaba, la casa tenía un salón, donde se realizaría la ceremonia. 

Muchas flores circulaban por todos lados, los niños estaban muy emocionados ante la fiesta en honor a su mamá, así  les había dicho Hafid y ellos le creyeron; ¿porque no habrían de hacerlo?,él nunca les mentiría. 

Ya a las tres de la tarde, después del almuerzo, se realizó la ceremonia, donde solo estaban el secretario y la servidumbre, todos vestidos para la ocasión. 

Los niños no participaron, solo estaban en otro salón siendo arreglados por una de las chicas, Farid y Amira, se sentían emocionados porque pronto estarían participando de la fiesta, quince minutos después de la ceremonia, Sylvia entró en la habitación de los niños. 

Farid parecía un príncipe, y Amira una princesa real, se veían tan hermosos con sus trajes, Sylvia no sé cansaba de verlos, ya el hombre que había oficiado las ceremonias, se había ido, Hafid había dejado de estar nervioso, por fin ya Sylvia era legalmente su esposa. 

A las 4 cuatro y media, estaban llegando  los socios de Hafid con sus esposas, Sylvia ya conocía a cuatro, pero habían tres más, a los cuales ella no había visto, ella se veía radiante con su cabellera roja, recogida en un hermoso moño elaborado. 

Habían adornado su cabeza, con flores de azahar, su vestido blanco era de seda pura, realizado a su figura curvilínea dándole un aspecto de mujer de mundo, realmente cuando Hafid la vio descender por las escaleras, no podía creer que era la niña con la que compartió su cama.

Se veía sofisticada, elegante, estaba muy bella, se sentía satisfecho de su elección;

esa mañana él había despertado primero que ella y se dio cuenta que la tenía pegada a sus caderas, tenía una espléndida erección, se sintió avergonzado, pensando si ella se hubiera dado cuenta. 

Él, hacía alarde de tener mujeres a sus pies, qué lo podían complacer sexualmente, pero realmente tenía mucho tiempo, que no sabía lo que era tener una mujer en su cama. 

La vió venir con sus dos amores, la luz que iluminaba su vida, sus pequeños hijos, el rostro de ella, irradiaba tanto amor hacia sus pequeños, que era indescriptible la sensación que sentía en su pecho, al verla con cada uno en una mano hablándoles con tanta ternura, que le dio envidia, que ella lo despreciara tanto. 

No sabía, en qué momento ella, había desarrollado ese sentimiento de desprecio por él, no entendía que había hecho, quizás había sido en el momento en que la conoció. 

Cuando ella, alzó la vista y lo vió a él, su mirada se transformó, cualquier rastro de ternura había desaparecido, solo vio un brillo extraño, que Hafid no supo definir. 



#1642 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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