Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Después de la fiesta...

Todos los invitados se acercaron a felicitar a la esposa de Hafid, los deseos de mucha felicidad no faltaron y las mujeres deseaban hacer amistad con  Sylvia, quien era muy observadora, aunque algo tímida, pero sí muy prudente. 

Los niños se movían alrededor de ella como satélites, estaban  felices de tenerla en casa y se lo hacían saber a cada momento. 

— ¡Mami estás muy linda— dijo Farid. 

—¡  Gracias mi niño hermoso, Tú también eres bello! — dijo Silvia. 

— La señora que está allá— dijo Amira señalando con el dedo— dice que tengo pecas como tú. 

— ¡Que linda! No debes señalar con el dedo, es inapropiado;— dijo Sylvia—¿el tener pecas como yo, te gusta o te enoja? 

— Está bien mamá, me gusta mucho— dijo la niña— me encanta que me parezca a ti. 

— Me gusta tener una mamá tan linda dijo Farid— cuando vaya a la escuela, les mostraré a mis amigos que mi mamá es la más hermosa del mundo. 

— Yo también iré a la escuela— dijo la niña— y tendré muchos amigos, también le diré que tengo una mamá muy bella. 

— Así será, mis tesoros hermosos— dijo Sylvia. 

— Mamá, nunca había visto que mi papá te diera un beso— dijo Amira. 

— ¿Te sorprendió?— preguntó Sylvia. 

— Sí, pero se vio tan lindo— dijo la niña. 

— Bueno, eso es porque papá y mamá desean, que sus niños estén muy contentos— dijo Sylvia. 

En ese momento vieron llegar a su padre quién tomó a Silvia por la cintura y dijo a los invitados:

— ¡Vamos a pasar al comedor para servir la cena! —dijo Hafid. 

— Agarraré a mamá de la mano papá— dijo Farid. 

Amira se puso del lado de su papá y tomó la mano de él, Farid tomó la mano de Silvia, y Amira  la de su papá y así caminaron hacia el comedor. 

— Papá estoy muy feliz de tener a un papá y una mamá que se aman—dijo Amira. 

— Sí papá, yo también estoy feliz de tenerte a ti y a mi mamá—dijo Farid. 

Hafid, tomó las manos de sus niños las junto y se las besó y luego tomó la mano de Silvia y también depositó un beso suave en  la mano de ella. 

— Quiero que sepan que así será siempre, mamá y yo los amamos, y somos una familia feliz— dijo Hafid. 

— Sí papá y mamá, siempre se amarán, y nos cuidarán— dijeron los niños. 

Todos se sentaron a la mesa a disfrutar de la cena nada en honor a Silvia,  después de compartir ese momento,  todos volvieron a sus hogares; ese día había sido algo agotador para todos, ya al día siguiente deberían viajar y ya necesitaban descansar. 

Hafid y Sylvia llevaron a los niños a dormir,  estaban también cansados, apenas ella, empezó a cantarles una canción que aprendió en el orfanato, empezaron a cerrar sus párpados se y quedaron dormidos; era un arrullo muy lindo y la voz de Sylvia era hermosa, había logrado su objetivo. 

Al terminar de dormir, los  dos salieron hasta la habitación de ellos y Hafid dijo:

— Tienes una voz muy hermosa, Sylvia. 

— Gracias— dijo ella— me gusta cantarle a los niños. 

— Están fascinados contigo— dijo él— 

no me arrepiento de haberte elegido para que me ayudes a criar a mis hijos, confío en que estarán en la mejores manos. 

Esta noche se durmieron muy tarde, ya a la mañana siguiente, tenían todo listo para iniciar el viaje hacia América del Norte, Sylvia, sentía una sensación de mareo al saber, que estaría fuera de lo que ella consideraba su territorio. 

Todo iba bien hasta el momento de subir al gran avión, propiedad de Hafid, allí viajaron todos, aún los empleados con la familia; a las 11 de la noche estuvieron llegando a casa, Hafid  tenía una gran mansión, en Manhattan. 

El vuelo había sido placentero y sin novedad, todos llegaron directamente a dormir, estaban muy agotados no solo por el viaje si no por el cansancio acumulado del día anterior. 

En la mañana, Sylvia se había despertado desorientada, parpadeo varias veces para entonces recordar que estaba en otro continente y en otra casa, sintió el peso del brazo de Hafid sobre su cadera, la tenía aprisionada entre sus largas piernas. 

Intentó salir de esa prisión, qué era el cuerpo de él, poco a poco, pudo librarse se  levantó de la cama, y pudo ver cuán largo era su esposo, tenía la estatura, como de un metro ochenta y nueve centímetros, era bastante alto y corpulento para ella, que era delgada y de mediana estatura. 

Se metió al baño, y unos minutos después, salió envuelta en una bata de baño, vió que él aún seguía durmiendo, así que  no decidió aprovechar y cambiarse de ropa rápidamente,antes que se despertara. 

Hafid, se había despertado apenas Sylvia había entrado al baño, pero se hizo el dormido, cuando salió y vio como ella, creyendo que él dormía, empezó a quitarse la bata de baño quedando completamente desnuda. 

Era todo un espectáculo de mujer, tenía un cuerpo hecho con las manos, le miro en la parte trasera, era una mujer muy deseable, tenía líneas perfectas, una cadera amplia, un trasero muy redondo y bien formado. 

 Ella estaba vestida muy pronto, para cuando se volteó y vio hacia donde él estaba, él cerró inmediatamente  los ojos y se hizo el dormido; después, abrió sus ojos lentamente y ella recelosa pregunto:

—¿Acabas de despertar? 

— Él con voz de somnolencia disimulo y respondió:

— Buenos días—  dijo bostezando. 

— ¿No viste nada verdad?— preguntó ella. 

— ¿Que tenía que ver?— preguntó haciéndose el inocente Hafid. 

— Mejor, olvídalo— Suspiro Silvia. 

Salió de la habitación, iba a buscar la cocina, necesitaba prepararse un buen desayuno, estaba muerta del hambre, esa noche al llegar, por lo tarde, no habían tenido tiempo de comer nada. 

Al entrar vió a las empleadas ya listas, solo para servir. 

Mientras, en la habitación Hafid sonrío con picardía, se levantó y entró al baño para tomar una ducha, pensaba: "Sylvia es muy bella, esa mujer era su esposa, la tengo para mí, lástima qué no puedo hacerla mía, ya habrá tiempo para todo".



#1276 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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