Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Las cartas, sobre la mesa...

Cap 21

Al día siguiente Hafid y la madre de los niños, se dirigieron a la cita con los abuelos maternos de sus hijos, ya  ellos estaban en el lugar; cuándo estuvieron los cuatro reunidos, Sylvia expresó las condiciones de ellos, como padres. 

Ella les contó, cómo los niños, por sí solos habían deducido, que ellos eran familia de ella; las visitas serían supervisadas y monitoreadas, para evitar que cometieran  alguna imprudencia al hablar de la madre real, delante de Amira y Farid. 

Hafid intervino la conversación, diciendo:

— A la primera infracción de parte de ustedes, les aseguro que no volverán a ver a los niños, los dos ya conocen el poder que tengo para anular cualquier derecho que crean tener. 

— Está bien Hafid, no tienes porque amenazarnos, nosotros cumpliremos las normas y nos ajustaremos a lo requerido por ustedes— dijo la señora. 

—Mientras ustedes se comporten de manera adecuada, de mí tendrán toda la consideración, — dijo Hafid— pero si intentan traspasar los límites, me conocerán con todo y mi mal carácter. 

Ellos, aceptaron hacerse pasar por los padres de Sylvia y ser cordiales a la hora de compartir con los niños; al día siguiente estarían en casa de Hafid conociendo a sus nietos. 

— Les agradezco, que lleguen a la hora del almuerzo, porque fueron ellos mismos, lo que quisieron atenderles y además, les organizaron una comida de bienvenida — dijo Sylvia. 

— Está bien señora, estaremos a la hora del almuerzo—  dijo el abuelo

— Pienso que no deberían llamarme señora, sino Sylvia, porque si van a  hacerse pasar por mis padres, se vería extraño, ese trato distintivo entre nosotros— dijo ella. 

— Muy buen punto— dijo Hafid— deben de familiarizarse con su supuesta hija. 

— Esta bien, mandame toda la información con respecto a ti por si los niños tienen preguntas embarazosas— dijo la abuela. 

Se despidieron, al día siguiente estarían en la casa de Hafid

— Trata de controlar tu enojo, querido— dijo Sylvia— recuerda, que ellos no son culpables del comportamiento que tuvo su hija contigo. 

— Como se nota que no los conoces, pero tienes razón, lo que sucede es que cuando los veo me hierve la sangre, — dijo él— me da tanta amargura, tener que compartir mis hijos con ellos. 

— Te entiendo, pero es una ley que sí tus hijos tuvieron una madre, es natural que tengan unos abuelos— dijo ella— aprende a lidiar con eso, no permitas que los recuerdos gobiernen tus emociones, respira y busca estabilizar lo que sientes. 

— ¡Gracias Silvia! Tus consejos me ayudan a controlar lo que siento,porqué si no agarraba a mis hijos, y me iría al mismo infierno, con tal de que ellos, no los vieran más. 

— No debes alejar a los niños de su herencia familiar, es algo que cuando ellos sean más grandes, te ayudará a que no te hagan reclamos— dijo ella. 

— Otra vez tienes razón, en algún momento crecerán y empezarán a exigir, como cuando me preguntaron por su mamá— dijo él. 

— ¿Por qué les creastes  esa historia, acerca de su madre viajera? —pregunto ella. 

— Quizás para salir del paso, la verdad jamás me paré a pensar en las consecuencias, — dijo él— pero esos niños tienen una inteligencia sobrenatural. 

— Sí, son niños muy despiertos para la edad que tienen, pero con haberles dicho que mamá estaba en el cielo, y que un accidente la había quitado de tu lado, hubieras evitado, todo esta historia—dijo Sylvia. 

—Si, hubiera sido más fácil, pero como siempre, complico las cosas —dijo él— pienso que si  hubiera dejado qué Rachel creciera,  para darme cuenta de lo casquivana que era, me hubiera evitado lo que viví con ella. 

— Eso no lo sabes Hafid, no sabemos lo que esconden las personas en sus corazones, ni dentro de su cabeza—dijo ella— deja de culparte, por las decisiones que tomaste. 

— ¿Tú crees que es así? ¿Qué me culpo siempre? — dijo él. 

— Sí, estoy segura, de lo único que tú eres culpable, es de haberte enamorado de una chica modelo, pero que ella haya torcido  su camino, después de casarse contigo, es enteramente culpa de ella, no tuya— dijo Sylvia. 

— ¡Recuérdame eso siempre, por favor! — dijo él. 

— Cada vez que me dejes ayudarte lo haré, — dijo Sylvia— piensa siempre, en lo bonito que te dejó ese matrimonio, por favor. 

— Lo único lindo que me dejó casarme con Rachel, son mis hijos, así que no tengo mucho que enumerar— dijo Hafid. 

— Son dos hermosas razones, entonces empieza a enumerar las ventajas de tenerlos— dijo ella— céntrate, en esas dos personitas que llenan tu vida de ternura, y que no tienen idea de los conflictos que libras a diario, dales  todo el amor que ellos  se merecen. 

— Está bien, me concentraré— dijo Hafid— mis más grandes tesoros, que me acompañan siempre son mi Amira y mi Farid. 

— Ya verás  que cuando menos lo esperes, todo ese dolor dará pasó al amor inmenso que siente por tus hijos— dijo ella. 

— ¡Gracias Sylvia— dijo Hafid— la verdad que has nacido con la capacidad de convencer con tus palabras. 

— Yo no deseo convencerte de nada— dijo ella— solo quiero, que te des cuenta, que tienes suficientes razones, para ser feliz, en vez de hundirte en la amargura. 

— Sí, es cierto— dijo él—  todo este tiempo, estuve concentrandome en mí, y no vi y olvide a mis hijos, que ellos me vieran como un ogro amargado, a pesar de ser su padre. 

— Ellos, es su inocencia,  pensaban que estabas amargado, porque su mamá estaba de viaje— dijo Sylvia. 

— Mis pobres bebés han soportado de todo, a pesar de ser tan pequeños— dijo él— afortunadamente te encontré en buena hora, y has llenado ese vacío,que ellos tenían, que dejó Rachel. 

— Espero que cuando  crezcan, puedan estar preparados para escuchar la verdadera historia,  acerca de su madre— dijo ella. 

— Mientras no hay apuros— dijo Hafid— disfruta de tus hijos, Sylvia, así como ellos disfrutan del amor que tú les estás dando. 



#1642 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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