Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Por fin, llegaron los abuelos.

Cap22

— Si me siento mucho mejor, gracias Sylvia— dijo él. 

Hafid, meditada al ver cómo ésta muchacha tenía las palabras exactas para ayudarle cuando se sumía en sus malditos recuerdos; llegaron a casa y fueron hasta donde los niños, estos al verlos, dijeron:

—¿Dónde estaban ustedes mamá y papá, por qué no fuiste a levantarnos  mami? Te extrañé— dijo Amira. 

— Tuvimos que salir muy temprano mi amor, por eso no estuve en tu cuarto para levantarte, pero acá estoy, ven dame un abrazo— dijo Sylvia. 

— ¿Y a mí, nadie me da un abrazo? — preguntó papá. 

— ¡Sí papito, también a ti te damos un abrazo!— dijeron al unísono y se colgaron del cuello de él. 

 Sylvia, se sintió conmovida, al ver cómo a este hombre, de gran tamaño y corpulento, se le iluminaba  el rostro de ternura, al tener a sus hijos, entre sus brazos, Hafid era un buen hombre y amaba a sus hijos. 

Estuvo un rato con los niños, después se fue a su sala de labores, a terminar los obsequios que tenía para esa navidad, necesitaba ocuparse de eso pronto. 

Sylvia se sentía contenta,  complacida de haber entrado, a una muy buena familia, al inicio sentía mucha animadversión hacia el jefe de la familia, le pareció un hombre despiadado y déspota. 

A medida que fue conociéndolo, se dio cuenta, que solo era sólo un hombre atormentado, lleno de amarguras, pero con el deseo de hacer feliz a su familia, que eran sus dos hijos. 

Cuando lo vio por primera vez borracho, sintió mucha rabia, luego al escuchar su dolor, sintió lástima, por verlo sumido en el alcohol tratando de ocultar sus penas, pero también sintió impotencia al ver  que no era tan fuerte, como ella se imaginaba, que solo era hombre lleno de debilidades. 

Poco a poco, iba conociendo al verdadero Hafid, en el fondo era un hombre tierno, lleno de virtudes, súper enamorado de una mujer que no supo valorarlo. 

Se sintió un poco triste, ¡Cómo le hubiese gustado, tener a una persona en su vida que la amara de la misma manera! Aunque fuese un poquito de cómo Hafid  amaba a la primera esposa. 

Pero ella no tenía a nadie quién la amara, ni siquiera un poquito, Aunque pensándolo bien, sí tenía, eran dos personitas,  esos maravillosos niños, que la adoraban, pensando que ella era la madre, ya no estaba tan sola en el mundo como creía. 

Eso, le dio ánimo para esforzarse en hacer lo que se había propuesto para navidad, ya para el mes que venía tendría todo listo para empezar a llenar la casa de adornos navideños. 

Aunque, tenía que preguntarle a Hafid, si le gustaba la navidad, ni siquiera sabía si era cristiano, sí creía en el niño Jesús, al final él era descendiente de árabes, quizás no creía en lo que ella creía, necesitaba hablar con él, acerca de eso. 

A la hora del almuerzo, todos se sentaron a la mesa, había menos hostilidad de parte de Hafid, especialmente entre ella y él. 

Los niños estaban hambrientos ese mediodía, al parecer  habían gastado el doble de energías esa mañana, en los juegos. 

Después del almuerzo Sylvia aprovechó para comunicarles qué los abuelos vendrían al día siguiente, iban a disfrutar de un almuerzo con ellos, así que tenían el privilegio de escoger qué comida se iba a preparar para los abuelos. 

Amira, de inmediato tomó la batuta y se fue hasta la cocina, allí habló con la jefa  encargada, de llevar el control de las comidas. 

 Entre los dos niños le informaron, qué querían que los abuelos comieran, después que ellos salieron, Sylvia mejoró un poco el menú, para que estos señores se sintieran bienvenidos, a la hora de estar con sus nietos. 

Eran tan sencillos de complacer, ellos eran demasiado hermosos, tenían un corazón de oro, si  tenía  que ser duro para Hafid, darse cuenta, que la mujer que escogió para tener familia, ni siquiera amó a sus hijos, cuánto más lo iba a amar a él. 

Al día siguiente, los niños se despertaron muy temprano, estaban demasiado emocionados por la llegada de los abuelos, prácticamente tocaron a la puerta de Sylvia, para que les ayudara a tener, todo listo, para la llegada de los abuelos. 

—¿Qué les sucede a ustedes hoy? —dijo Hafid —¿Amanecieron eléctricos, acaso? 

— ¡Papá, tenemos que tener todo arreglado! Porque ya vienen los abuelos, la familia de mamá y hay que atenderlos bien— dijo Amira. 

— ¡Caramba, ustedes son excelentes anfitriones! — dijo él— ya quisiera yo que me atendieran de esa manera. 

— Es que, cuando fuimos a la familia tuya, la tía y la abuela, nos atendieron muy bien, así que nosotros también tenemos que entender muy bien a la  familia de mamá. 

— Si mis tesoros bellos, tienen razón, hay que atender muy bien a los abuelos, qué son familia de tu mamá, así que vamos a levantarnos todos, y a llenarnos de energía— dijo Hafid. 

Los niños saltaron de alegría al escuchar a su padre hablar de esa manera, todos se pusieron activos, para darle la mejor bienvenida a estos dos señores. 

Ya las once de la mañana estaban ansiosos, pensaban que los abuelos estaban tardando mucho, por eso le dijeron a Sylvia. 

—¡Mamá, creo que los abuelos se olvidaron de venir; ¿será que los vamos a buscar? Pueden haber perdido el camino— dijo Farid. 

— Todavía es temprano— dijo ella— ya vienen en camino, ya deben de estar por llegar, quédense tranquilos, llegarán a la hora del almuerzo . 

— Deberían haber llegado antes, para poder hablar, un poco con ellos— dijo Amira. 

 — Sí es cierto, pero quizás están atascados en el tráfico— dijo Farid— vamos a esperar entonces. 

—Es lo mejor, hay que tener paciencia — dijo Sylvia. 

Unos diez minutos después, tocaban a la puerta de la casa, eran los abuelos que llegaban. 

Los niños, se pusieron muy derechitos para dar la bienvenida a los abuelos, cómo se merecían, "según pensaban ellos".

Apenas vieron a los niños, los abuelos se emocionaron al punto de las lágrimas, se pusieron a la altura de sus nietos y abrieron los brazos para abrazarlos. 



#1052 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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