Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Deborah, se las trae...

— Eres tan fresco y descarado— dijo Sylvia. 

El la miró con cara de inocencia y respondió:

— ¿Por qué? Solo te digo que no pienso dormir con ella, en esta casa— dijo él.

— Entonces, me imagino que si piensas dormir con ella, eso significa que pueden haber coqueteos  y manoseos delante de los niños— dijo Sylvia— y no voy a tolerar faltas de respeto. 

— Te aseguro que me voy a controlar a Deborah frente a ti y de los niños— dijo Hafid. 

— ¡Quiero que entiendas que a mi no me importa con cuantas mujeres duermas!— dijo ella— pero acá yo represento a tu esposa y soy la madre de tus hijos, se va a ver muy feo que estés dando espectáculos ante los empleados y mis hijos. 

— Ya te dije, que voy a controlar a esa chica, quién es la que me tiene ganas— dijo él— no tienes porque enojarte, aun no pasa nada, pareces una esposa celosa. 

— ¡No estoy celosa, Hafid! Solo te aclaro los puntos antes de que sucedan las cosas— dijo ella. 

— Lo recordaré— dijo él. 

Salió de la habitación de labores con un cosquilleo extraño, ¿qué le sucedió a Sylvia? La sintió celosa, pero le gustó la sensación de pensar que ella sintiera celos por él. 

Quizás estaba imaginando cosas, pero desde que habían compartido en el antro nocturno, estaba con otra actitud hacia él, parecía más retraída y temerosa, “se dijo que debía dejar de imaginarse cosas”. 

Sylvia se quedó meditando en lo que sucedió minutos antes, cuando Hafid le comunicó lo de la prima, sintió un revuelo en su estómago de desagrado y además mucha rabia, ¿acaso Hafid tenía razón?

¿Estaba celosa de ésta prima que invadiría su casa? 

Empezó a evaluar su últimos días desde que vino del antro nocturno y entregó su virginidad en medio de su borrachera, que aunque no recordaba nada de lo que sucedió, la mancha escarlata le acusaba. 

No entendía cómo llegó a acostarse con Hafid, lo último que recordaba era que empezó a disfrutar de la bebida alcohólica y luego bailaba sin parar, luego se despertó en la cama completamente desnuda. 

No quería preguntar al chofer por vergüenza, pero quizás, él sí sabía lo que había sucedido antes de llegar a la cama con Hafid. 

Ella nunca había estado enamorada, pero no debía ser como esto que sentía, le molestaba que Hafid fuese tan caradura al decirle en su propia cara, que  esa prima le tenía ganas. 

Eso no era amor, aunque sí era, pero amor propio, ella era la esposa, y él se pavoneaba diciendo que se iba a controlar para no acostarse con ella en esa casa si ella lo provocaba, descarado era lo que era. 

Nuevamente una rabia sorda le subió por su estómago y le ofuscó  la mente, intentó seguir con su trabajo manual y no logró concentrarse; ¿como sería la Déborah esa? ¿Sería bonita? 

— "¿Qué te pasa Sylvia? Que te importa a ti si es bonita o no, deja las tonterías y centrate en tus hijos y que Hafid haga su vida." Pensaba ella. 

Al día siguiente, a mediodía salió Hafid, Sylvia estaba segura que vendría con la odiosa prima esa, efectivamente una hora más tarde llegaba con una mujer despampanante bella  a casa. 

— Déborah, te presento a mi esposa Sylvia— dijo Hafid. 

Déborah se volteó hacia él, como si no entendiera lo que estaba diciendo. 

— ¿Tu esposa?— dijo extrañada— ¿Desde cuando? 

Afortunadamente los niños aún no los traían para almorzar. 

— A mi también me agrada conocerte— dijo Sylvia sarcástica. 

Déborah parpadeo varias veces y luego saludó sin siquiera extender su mano. 

— Hola Sylvia. 

— Hola Déborah. 

— ¿Podemos pasar un momento a mi oficina, Déborah?— dijo Hafid. 

Los dos se dirigieron hasta el lugar, mientras Sylvia, fué y buscó a los niños para el almuerzo. Una vez adentro con la prima, Hafid dijo:

— Déborah, Sylvia es mi esposa y agradezco respeto,la manera grosera como la trataste no es justa y te exijo una disculpa o mejor vuelves por donde viniste. 

— Yo crei que como me recibiste en el aeropuerto y te dejaste dar un beso apasionado, teníamos una historia— dijo ella. 

— Acá mi historia es con Sylvia y mis hijos— dijo él. 

— Ella es tu esposa, pero no la madre de tus hijos— dijo Déborah— yo venía a ofrecerme para serlo, me divorcié hace tres meses, quería intentarlo contigo y te encuentro casado con una tigra. 

— ¿Una tigra?— dijo él— no te entiendo. 

— No ves como me saludó— dijo ella— marcó su territorio apenas me vió, como la propia felina, eres un traidor Hafid, primero Rachel y ahora ésta Sylvia, nunca piensas en mí. 

— Déborah, tu y yo solo funcionamos como familia, no en la cama ni en ningún otro lugar— dijo él— yo necesito una mujer como Sylvia a mi lado, no como tú. 

— ¿Y eso porque?— dijo ella con un mohín de niña malcriada. 

— Porque no eres mi estilo para esposa— dijo él— ya vamos a  almorzar, que tengo hambre. 

Salió sin siquiera esperarla, a ella no le quedó más remedio que seguirlo, ya en el comedor todos esperaban impacientes. 

Sylvia al ver a Déborah, su mirada se ensombreció y apretó la mandíbula. 

Hafid lo notó de inmediato y su mirada adquirió un brillo de diversión, pero no dijo nada sobre eso, solo presentó a Déborah a los niños. 

— Amira, Farid, ella es la prima Déborah— dijo solemne. 

— Hola prima Déborah— dijeron al unísono— bienvenida. 

— ¡ Hola, gracias por esa emoción! ¡Están hermosos y muy crecidos!— dijo ella. 

Los niños sonrieron y de inmediato Sylvia dió la orden de que se sirviera la comida, todos estaban en silencio, Hafid de vez en cuando miraba hacia su esposa, pero esta en ningún momento le dirigió la mirada. 

Después los niños nuevamente se internaron en su salón de juegos y actividades y Sylvia los acompañó un momento, Déborah, se disculpó, estaba agotada por el viaje y quería dormir un poco. 

— Deberías acompañarme a mi habitación Hafid— dijo Déborah coqueta— no se cual es. 

Éste de inmediato se volvió hacia Sylvia que tenía el rostro de palo, pero no emitió palabra, Hafid dijo:



#1642 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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