Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

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— ¡No soy tu prima, ¿me oíste? — exclamó Déborah. 

— ¡Eso lo sé, pero al ser familia de mi esposo, pasas a serlo, pero ahora entiendo porqué deseas meterte bajo sus sábanas! — dijo Sylvia— no respetas sangre familiar. 

—¡Tú nunca serás familia mía!— dijo la prima— ¡Solo  eres una arribista! 

— ¡Me parece, que la que está desubicada eres tu querida, la arribista acá eres tú,— dijo Sylvia— yo soy la dueña de esta casa, porque soy la esposa de Hafid Aziz, hablaré con él para que lo oigas de su boca. 

Sylvia se levantó y se dirigió a la puerta para salir, la conversación había terminado, Déborah se levantó de inmediato y dijo:

— ¡Espera por favor, no hables con Hafid!— ella bajó la guardia y habló suave— te pido disculpas por ser tan grosera, lo siento. 

Sylvia la vió con recelo, no confiaba en ésta mujer, pero decidió aceptar las disculpas, por los momentos. 

— Está bien, acepto tus disculpas, pero recuerda que aún estás a prueba— dijo Sylvia— ¡A la primera te atendrás a las consecuencias! 

Salió, sin emitir una palabra más dejando a Déborah rabiosa y de mal humor, quien salió detrás hasta su habitación. 

En la cena nuevamente estaba reunidos y ésta vez Sylvia miraba desafiante a Déborah y a Hafid, éste arrugó la frente, al no entender lo que le sucedió a su esposa entre el almuerzo y ésta hora. 

Se atrevió a decir en la conversación. 

— Me imagino que tú y mi esposa limaron asperezas— dijo Hafid osadamente, dirigiéndose a Déborah. 

— Oh si, la primita y yo estamos en buena lid— dijo Déborah— ¿Verdad querida? 

— ¡Oh sí, en muy buena lid!— respondió Sylvia con ironía. 

— Me alegra mucho— dijo Hafid— la madre de mis hijos es una figura primordial en mi vida.

Déborah mostró una sonrisa forzada y todos dieron por terminada la cena, se levantaron para continuar  en la sala, Sylvia se disculpó y se dirigió a su habitación. 

—¿Qué sucedió entre mi mujer y tú! —preguntó Hafid— casi que me fulmina con su mirada. 

— Yo me disculpé con ella, pero se da cuenta que entre tú y yo, hay feeling sexual y eso no le gusta— dijo Déborah muy pícara. 

—Sí, ella está consciente de eso, porque fue lo primero que le dije que tu me tienes ganas— dijo él— así que, debes de andar derechita delante de ella, porque es la que manda. 

— ¡ Cómo pudiste hacer eso Hafid! ¡No entiendo, por qué le dijiste eso! ¿Te dejas gobernar por ella, al igual que con Rachelle?— dijo ella. 

— ¡Mi primera esposa, es otra historia, Déborah, Sylvia es una mujer diferente, muy diferente a Rachelle! — dijo Hafid. 

— ¡Al parecer, amas más a ésta que a Rachelle, porque bastante, que le pusiste los cuernos con tus amigas! — dijo ella— en cambio a mi nunca me quisiste. 

— ¡Eres mi familia Deborah! ¡Ya no quiero seguir conversando de este tema por favor, me voy a mi habitación, buenas noches! — dijo Hafid.

Déborah, apretó los dientes ante la respuesta de él, venía con expectativas muy altas para pasarla bien con Hafid, pero no contaba con que ya estaba casado de nuevo; y ella que soñaba con portar un anillo de bodas, y ser la esposa, como siempre quiso, de su primo. 

Estaba rabiosa, por conformarse otra vez de ser solo la prima, porque eso sí, aunque no pudiera acostarse con él, dentro de la casa, para eso estaban los hoteles, porque ésta vez sí se iba a esmerar por seducirlo. 

Sonrío con picardía, al imaginarse con Hafid en la cama, Sylvia, no era la mujer que iba a arruinar sus planes de pasarla muy bien con su primo. 

Se levantó de la silla, y pensó: "Mañana será otro día, y lo voy a disfrutar al máximo". Se dirigió a su habitación, ya por ese día, no tenía nada que hacer allí, "¡Qué maleducados, la habían dejado sola en la sala!" se dijo. 

Mientras en la habitación, Hafid intentaba obtener informe preciso de su esposa acerca  de lo que había sucedido entre ella y Déborah. 

— Sí hablé con tu prima, aunque es claro que ella no tiene intenciones de mantener una relación familiar, solo es una burla a las buenas costumbres— dijo Sylvia. 

— ¿Se puede saber qué le dijiste?— preguntó él. 

— Le recomendé lo mismo que a ti, intentó alzar la voz más que yo y le pedí abandonar la casa— dijo Sylvia simplificando la historia. 

— ¿Puedo saber, el porqué de tu mirada asesina, a la hora de la cena?— dijo Hafid. 

— ¿Mirada asesina?— dijo Sylvia— yo estaba normal como siempre. 

— He aprendido a conocerte y eso de estar normal, no te lo crees ni tú misma, pero está bien, dejemos las cosas así— dijo él— estaré un rato en el estudio y luego vendré a dormir, con permiso. 

— ¿En el estudio o en la habitación de Déborah?— dijo Sylvia con voz seca. 

Él se giró en redondo y se acercó a ella diciendo:

— Ya te di mi palabra de que es solo mi prima y de que ella va a respetar esta casa— dijo Hafid— ahora explícame ¿A qué se deben tus celos? 

— No son celos, es que me imagino a esa mujer y sus intenciones y me molesta— dijo Sylvia. 

— Sylvia, estás muy cambiada últimamente,  tu actitud hacia mí ahora es diferente; ¿qué está sucediendo contigo? 

— No entiendo, que me quieres decir— dijo ella—  yo sigo siendo la misma. 

— Tú y yo sabemos, qué algo sucedió y no sé qué es, pero desde ese día, estás cambiada— dijo él. 

— ¿Desde qué día?— preguntó ella con cierto temor en la voz aunque no dejó qué él lo notara. 

Hafid, se quedó mirándola, entrecerró sus ojos, luego con una sonrisa sardónica, tomó su barbilla cómo para hablar en tono de advertencia, para sólo estampar un beso sobre los labios de ella y salió de la habitación. 

Sylvia se quedó quieta unos segundos, ¿por qué él había hecho aquello, besarla? 

¿Le estaría advirtiendo algo? Porque su mirada era de advertencia, ella lo pudo percibir, pero sólo la besó. 

Pasó un dedo por encima de sus labios, como queriendo atrapar aquél beso entre sus dedos y se hizo la misma pregunta, que le había hecho Hafid, unos minutos atrás. 



#1642 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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