Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

¡No te quiero más en casa¡

Ella ya estaba algo preocupada por tener a ésta chica de visita, pero al escuchar a los niños y oír las impresiones de ellos hacia Déborah, necesitaba hablar urgentemente con Hafid. 

Mientras, como Sylvia lo había supuesto Hafid y Débora, habían salido juntos a divertirse como realmente lo pensó ella lo había invitado un buen lugar muy discreto para pasarla bien

Débora empezó con caricias eróticas y poco a poco se fueron desvistiendo, todo estaba entre ellos al rojo vivo, los besos apasionados, las caricias candentes, de pronto Hafid se quedó quieto y ella le dijo:

— ¿Sucede algo?— preguntó con fastidio Déborah. 

— Lo siento, no puedo continuar con esto— dijo Hafid— y empezó a recoger su ropa. 

— ¿Qué estás diciendo?— gritó Déborah— ¡Me estás despreciando como mujer, Hafid Aziz! 

— Lo siento Déborah, esto entre nosotros no funciona— dijo él— eres mi familia, no puedo verte como otra cosa.. 

— ¡No puedo creer que me hayas hecho venir hasta acá, para calentarme toda y  dejarme insatisfecha!—gritó ella. 

—¡Ya deja de gritar, por favor, te ves patética! ¿Te das cuenta, de lo qué dices? ¡Yo no te invite, viniste sola!  ¡Intente complacerte al acompañarte, pero no me interesas como mujer! — le dijo Hafid. 

— ¡Ésta humillación,  no te la voy a perdonar nunca Hafid!  ¿Me estás escuchando? ¡Nunca te lo voy a perdonar! — dijo Déborah, muy enojada. 

— ¡Ese es tu problema, si no me perdonas! ¡La verdad ni me importa!  Y yo, no te pedí venir acá Déborah, tú impusiste tu presencia en mi casa, así que lo siento,  no funcionó contigo— dijo crudamente Hafid. 

Cuándo Déborah escuchó que las palabras de Hafid eran firmes, entonces cambió su actitud y se puso cariñosa, le dijo:

— ¡Amor, quizás es porque estás estresado, esa mujer te debe tener acorralado, por eso no puedes hacer nada conmigo, vamos a darnos un tiempo, pero no me no me eches de tu lado, tú sabes que te amo— dijo Déborah. 

— No Déborah, no es el estrés, es ganas, tú no me gustas ni antes ni ahora, no me provocas nada, no quiero estar contigo, no te cansas de oir que somos familia,no quiero que seamos amantes, vamos a casa, recoges tus cosas y te vas a vivir a un hotel, si es que quieres seguir quedándote acá  en ésta ciudad,si no regresas a tu casa— dijo Hafid. 

Ella, al ver que no podía convencerlo con sus palabras melosas y fingidas, optó por descargar su ira sobre las cosas que estaban allí, empezó a lanzar todo contra la pared y a romper. 

— ¡Todo esto que estoy rompiendo, lo vas a tener que pagar, va a salir de tu bolsillo, algo tengo que sacar, de esta experiencia maldita!— dijo ella. 

— ¡Sí eso te hace sentir más feliz, adelante rompe lo que quieras, yo  bajo  y hablo con el administrador, con tu permiso nos vemos en la casa— dijo él. 

— ¡Hafid, no te atrevas a dejarme aquí sola! ¡Espera que me coloque mi ropa, para poder salir juntos como entramos—  dijo ella. 

—¡Te espero abajo!—dijo él. 

Ella lanzó gruñidos de rabia, pero no le quedó más remedio, que empezar a vestirse, para salir, porque sino, Hafid la dejaría allí, y era capaz de irse y no importarle, como ella se sentía. 

En efecto, cuando Hafid bajó, habló con el administrador, y le dijo que había tenido un accidente desagradable con la chica con la que subió, que ella había roto algunas cosas, que por favor cargara todo a su cuenta, le dio el número de su teléfono, para que lo llamara una vez tuviera el monto total de los daños. 

Cuando terminó de hablar, Déborah salió directamente a las afueras del hotel y se colocó al lado de la puerta del auto, esperaba que Hafid le abriera para ella acomodarse en el auto, pero siguió directo a su puesto de conductor. 

Desde adentro del auto le proporcionó la manera para que ella entrara, una vez sentada en el asiento dijo:

—¡ Ni siquiera puedes ser un caballero! 

— ¡Soy un caballero con las damas! tú no eres una, querida prima!— dijo él. 

Al llegar a casa, Déborah entró con pasó firme y rabioso, fue directamente a su habitación, empezó a empacar sus cosas, para irse para siempre de allí, aunque Hafid, no se iba a librar tan fácilmente de ella, se iba acordar toda la vida de ésta humillación, se lo aseguraba. 

Salió sin despedirse, de hecho ninguno de los empleados notaron cuándo salió, ni siquiera Hafid, porque se encerró en el estudio; Sylvia estaba en su cuarto de labores, los niños en su habitación de juegos y actividades, nadie vio salir a Déborah de la casa. 

Llegó la hora del almuerzo, Sylvia fue a revisar todo en la cocina, de que estuviese funcionando muy bien, como siempre lo hacía, fue a indicarle a la niñera que preparara  a los niños para el almuerzo, siempre los arreglaba antes de que ellos comieran, luego se dirigió al estudio, tocó suavemente la puerta para ver si Hafid había llegado. 

Asomó su cabeza con timidez y allí estaba él, mirándola con sus maravillosos ojos oscuros y profundos, ella dijo:

— ¡Qué bueno verte, quería hablar contigo antes de que vayamos a almorzar  pensé que estabas fuera— dijo ella. 

— Llegué hace más de media hora—dijo él— ¿Cómo te fue con el médico? 

—Me dijo, que era aún prematuro tener  un resultado, que hay que esperar a que baje mi menstruación o dejé de bajar,para hacer todos los exámenes pertinentes— dijo ella— Hafid, los niños están preocupados por cómo se sienten por nuestra invitada. 

— ¿Preocupados? No entiendo— dijo él. 

— Me dijeron que ella no les cae bien porque te mira extraño— dijo Sylvia. 

Hafid sonrió, ante lo que Sylvia le contó. 

— Ya no tienen por qué preocuparse, ella ya no está más en casa— dijo él. 

— ¿Se fue?—dijo Sylvia— no se despidió de ninguno, ¿cuando se fue? 

— Esta mañana—mintió Hafid—  no quiso despedirse y es mejor así, fue un error que esa mujer viniera a casa. 

Esas fueron las palabras de Hafid, se levantó y dijo:

—  Vamos hasta el comedor, se nos hace tarde. 



#701 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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