Esas palabras de Hafid fueron, como dagas encendidas, clavándose en el corazón de Sylvia, sí, era verdad, no había amor de parte de él hacia ella, pero el corazón de ésta mujer, estaba rebosante de amor por su esposo.
¿Sería su sino amar a éste hombre y que él no la amara? Cuando estaba en el orfanato pensó en que la vida le había negado el derecho de tener una familia, hasta que conoció a Hafid y a sus dos niños maravillosos.
Ahora,lo amaba y él amaba a otra, pero le prometía hacerla feliz, a pesar de que no había amor de parte de él; por ella estaba bien, siempre se acostumbró a quedar relegada en segundo plano.
Cuándo aparecían los padres sustitutos, dispuestos a llevarse hijos para adoptar, nunca la miraban a ella, era demasiado llamativa por su cabello rojo que siempre la caracterizó.
Las personas pensaban que sería demasiado difícil de controlar, por aquella mala fama de que las pelirrojas tenían mal carácter, ahora también para este hombre, no era invisible para amarla, sonrió con tristeza ante ésta conversación con su esposo.
— Sylvia, de repente te quedaste absorta pensando— dijo Hafid— ¿Sucede algo?
— Disculpa, me distraje imaginando que película veríamos, solo son tonterías, pero olvídalo, mañana disfrutaremos de una excelente salida y ya— dijo ella.
Hafid se quedó intrigado con éste comentario.
— Sylvia puedes creer que no logré dormir tranquilo, mientras estuve de viaje— dijo él— me sentía abandonado, definitivamente, me acostumbré al calor de tu cuerpo en mi cama, en poco tiempo.
— Me imagino que son mañas que se adquieren— dijo ella— dicen que es muy poderosa la costumbre.
— Me imaginó— dijo él— con menos de dos años viviendo conmigo y ya no puedo dormir solo.
— ¿Cuando estuviste casado con Rachel, como hacías para dormir cuando viajabas?— se atrevió a preguntar Sylvia.
— Siempre la llevaba conmigo, a pesar que detestaba viajar, aceptaba acompañarme, pero no recuerdo haber tenido insomnio— dijo Hafid.
— Hafid, no te has puesto a pensar que lo ahora sientes por ella, no es amor— dijo Sylvia
— En eso estoy ahora con la terapeuta, conversando sobre mis sentimientos hacia ella— dijo Hafid— yo siempre pensé que la amaba, pero entre la psicóloga y tú me están haciendo dudar.
— Es bueno siempre hacer una revisión interna de cómo nos sentimos y lo que hay que enmendar, hacerlo— dijo Sylvia.
— Te aseguro que estoy intentando enmendar todos mis errores— dijo él.
— Vamos a buscar a los niños, la cena está lista— dijo Sylvia.
Se levantaron y cenaron tranquilamente, después de una conversación con los niños sobre la escuela y los aprendizajes de cada uno, llegó la hora de dormir.
Se dirigieron a las habitaciones, primero acompañar a sus hijos, hablarles de algún cuento, Sylvia les cantaba alguna canción y después se disponían a descansar.
Sylvia y Hafid llegaron a la habitación.
— Tienes a los niños habituados a que les cantes cada noche— dijo él.
— Sí, disfrutan mucho escuchándome cantar— dijo ella.
— Es una bonita tradición— dijo Hafid.
Después de un buen baño se metieron bajo las sábanas, una vez acostados Hafid pensó en la tortura de tenerla tan cerca, se puso de espaldas a ella.
Sonrió, por lo menos era de él mientras estaba durmiendo, poco a poco se quedaron profundamente dormidos, pero a las seis y media en punto, la rutina de Sylvia exigía estar nuevamente de pie.
Cada día era diferente para la familia, pero les unía el mismo deseo, amar y cuidar los unos de los otros, Amira y Farid cada día estaban más grandes y fuertes; Sylvia avanzaba en sus estudios.
Hafid seguía en sus terapias para equilibrar sus emociones y traumas, aun no aceptaba dejar a un lado a Rachel, seguía con sentimientos de culpa y ese día no fue un día fácil para él.
Recibió una llamada de la madre de Rachel, necesitaba hablar con él y lo citó a un restaurante para solucionar un conflicto.
Al llegar allí estaba la madre de Rachel esperando.
— Hola Hafid, quise que nos reunamos porque hay algo que me molesta— dijo ella.
Hafid la miró y ella continuó:
— ¡Vendiste la casa que compraste para Rachel y no me diste un centavo de la venta!
Hafid alzó una ceja sin emitir una palabra.
— ¿No piensas darme una explicación?— dijo la mujer.
Él la miró a los ojos y dijo:
— No, era mi casa y no tenía por qué compartirla con alguien.
— ¡También era de Rachel!— exclamó la señora.
— ¿Tiene usted un documento que me demuestre que ella tenía derechos? — dijo Hafid implacable— ella sólo se ocupó de gastar y tener amantes.
— ¡Tú crees que no sé todo lo que ella soportó! ¡Bastante infiel que también fuistes, soportó mucho abandono de parte tuya, fueron muchas las conversaciones que tuvimos! ¡No fuiste ningún santo Hafid Aziz!
— ¡Sé que no fuí un santo! — exclamó él— pero ella nunca se comportó como una esposa y madre abnegada, solo quería vivir maquillada y lista para tomarse fotos.
— ¡Era una modelo profesional Hafid! ¡Necesitaba cuidar su imagen! —dijo la señora— ¡Tú, cuando la conociste y la aceptaste como esposa, ya sabías a lo que se dedicaba!
— ¡A ustedes les encantó la oferta que mi padre les hizo! ¡Aceptaron dinero a cambio de que se casara conmigo, porque me enamoré como un estúpido de ella, y la quería para mí!— espetó Hafid.
— Recuerda, le ilusionó que un millonario como tú padre la escogiera a ella desde niña para tí, lo de ser una modelo e iniciar su carrera profesional vino después— dijo la señora— apenas tenía catorce años cuando inició en ese mundo.
— Después consiguió contratos millonarios gracias a mi influencia— dijo él— y cómo me pagó— acostándose con los que pudo y con mi mejor amigo, en nuestro lecho matrimonial.
— ¡Hafid, no tenemos dinero, recuerda que vivíamos del trabajo de Rachel! — dijo ella—¡Ten compasión! ¡Eres tan culpable como ella de su suicidio!