Esa semana Hafid, tenía consulta con la terapeuta, era de vital importancia, tocar nuevamente el tema de Rachel, no le gustaba hablar de esta situación, cada vez que pensaba en la vida de ella, algo dentro de él se movía, y empezaba a sentir ganas de vomitar.
Se sentía nervioso esa mañana, quería retrasar el momento de la terapia, pero se armó de valor entrando al consultorio.
— ¡Buenos días Hafid, ¿Cómo te sientes hoy? A ver cuéntame; ¿cómo ha estado tu semana?— dijo la terapeuta.
¿Cómo estás tú?— dijo él— mi semana ha estado buena, solo que cuando me toca venir hasta acá, y hablar del pasado se me revuelve el cuerpo, no me siento cómodo.
— Si no te sientes cómodo, es porque hay cosas que aún no terminas de soltar— dijo la psicóloga— necesitamos hablar de ello, para que puedas sentirte más liviano.
— Doctora no podríamos obviar ese tema, yo puedo vivir con eso— dijo Hafid— sin contarlo, no me gusta hablar de esa etapa de mi vida
— Veamos, ¿qué es lo que no te gusta?— dijo ella— vamos por parte, necesito que me digas lo más desagradable de esa historia.
— Lo más desagradable para mí, es no haber notado a tiempo que Rachel estaba mal— dijo Hafid.
— Rachel es tu primera esposa, es así— dijo la psicólogo.
— Sí, ya le conté que la conocí muy joven, me cautivo su seguridad de modelo profesional, cuando estaba bajo él flash de las cámaras, pero todo era una fachada,— dijo Hafid pasando las manos por sus cabellos— ¡Cuando descubrí todo, eso me decepcionó! No averigüé que era lo que realmente estaba sucediendo con ella, la dejé sola, hundiéndose en la depresión y la desesperación.
— Hafid,en ese momento, tú no tenías cómo saber lo qué sucedía con ella, eras parte involucrada, no tienes por qué culparte por no haber solucionado ese momento, sucedió, no supiste cómo manejarlo, pero eso no te hace culpable— dijo la psicólogo.
— Debí ayudar y no lo hice, eso me hace sentir miserable y mala persona— dijo él.
— No lo eres, quiero que pienses en todo lo que hacías en ese momento álgido de tu relación con Rachel— dijo ella.
Hafid se quedó unos minutos callado pensando y meditando sobre éste recuerdo.
— Trabajaba mucho, en ese tiempo mi padre había fallecido, me tocó ocuparme de las empresas,— dijo él— estaba fascinado con el mundo que se presentó ante mí, hablaba muy poco con Rachel.
— Ella te reclamó en alguna oportunidad ese abandono— dijo la psicóloga.
— Muchas veces, vivía gritando y reclamando, estaba molesta porque había engordado después de haber tenido a los niños,— dijo Hafid— me culpaba, no quería tener hijos, me recriminaba por haberla embarazado.
¿Qué hacías tú, cómo te defendías de sus acusaciones?— preguntó la psicóloga.
— Me iba la calle, en ese tiempo mi prima,— dijo él, sonriendo con ironía— ella siempre había estado enamorada de mí, pero yo no la veía como mujer, pero salíamos, me abrí con ella y empecé a contarle mis problemas, Déborah me consolaba siempre y ella terminó odiando a Rachel.
— ¿Tuviste amantes?— preguntó la terapeuta.
— Si, aunque no me enorgullece esa etapa de mi vida— dijo Hafid— Déborah me informó de todos los amantes que Rachel también tenía.
— ¿Rachel lo llegó a saber?— preguntó la psicólogo.
— Si, es que fuí un descarado, no me importaba que ella se enterara que andaba con una o con otra, eso la hizo sentirse peor— dijo Hafid.
— ¿Amabas a Rachel?— preguntó la terapeuta.
— Si, con locura, era el amor de mi vida— dijo él.
— ¿Por qué te refugiaste en los brazos de otras mujeres? Porque no hablar con el amor de tu vida— dijo la psicóloga.
— Eso no lo sé, creía que no iba a entender— dijo él— no deseaba discutir más.
— ¿Aún sigues confiando en tu prima? —preguntó la psicóloga.
— No doctora, de hecho, hace algún tiempo, vino a mi casa, ya estaba casado con Sylvia, trató de convencerme nuevamente de que durmieramos juntos, pero no funciono con ella— dijo Hafid contrariado.
— ¿Has funcionado con otras mujeres después?— preguntó ella.
— Sí doctora—dijo él.
— ¿Cómo es tu relación íntima con tu nueva esposa?
Ante ésta pregunta Hafid se movió incómodo en su silla.
— Habla con confianza, todo acá es confidencial— dijo ella.
— No tenemos vida íntima— respondió él.
Hafid procedió a contarle a la psicóloga él porque del matrimonio.
— ¿Nunca has dormido con ella?— preguntó la terapeuta.
— Sucedió una vez, en medio de una borrachera— dijo él.
También terminó contando lo que recordaba de aquella historia.
—¿Tienes una vida sexual activa?— preguntó ella.
— ¿Sabe? Hace algunos meses atrás estuve con una antigua compañera de cama, me fue bien—dijo él— después en medio de las copas de más quise repetir la hazaña y no funcionó para nada.
— Te preguntaste; ¿porqué funcionaste esa vez y después no?— dijo la psicóloga.
— Me lo he preguntado muchas veces, y aún no tengo la respuesta— dijo Hafid.
— Eso es muy interesante— dijo ella— quiero que vayas a casa y anotes en un cuaderno, las razones por las que te enamoraste de Rachel, sus virtudes, sus defectos, también las razones por las que te casaste con Sylvia, sus virtudes y defectos.
— Podría decírselo ahora mismo, si quiere— dijo Hafid.
— No Hafid, quiero que vayas a la casa, lo medites muy bien, y anotas cada cosa que recuerdes, buena y mala de tu primera esposa, luego con la segunda haces lo mismo— dijo la psicóloga.
— Está bien lo haré— dijo él.
— ¿Qué sientes por Sylvia?— preguntó de repente ella.
— Sylvia es dulce, es una mujer admirable, es lo que esperaba de Rachel, seguridad, fuerza, todo lo que ella es, lo que tiene, era lo que yo esperaba en mi primera esposa, pero ella no me ama al igual que la primera.
— Por hoy está terminada ésta sesión— dijo la psicóloga— ¿Cómo te sientes ahora, que recordaste a Rachel?