Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Un milagro a medias...

— ¡Ven Ahmed, necesito que  antes de firmar cualquier documento, verte la cara

 para partirtela a golpes! — dijo Hafid enojado. 

Se apagó la pantalla, una noche más empezaba para Hafid, sería difícil conciliar el sueño, teniendo a su familia en riesgo.

Iba a ser un fin de semana largo para todos, el estrés era alto, ya Ahmed se sentía un poco confundido con la versión de su amigo y de la esposa, aunque aparentemente podían haberse confabulado en la versión. 

Necesitaba pensar un poco, Hafid estaba enojado, pero él también se sentía muy decepcionado, aunque quién había vivido con Rachel era su amigo, pero la última vez se veía tan segura y feliz. 

¿Cómo descendió tan profundo hasta deprimirse, al punto de suicidarse? Eso era lo que le molestaba, necesitaba pensar antes de enfrentarse nuevamente a Hafid. 

La madre de Hafid, Halima había estado llamando a su hijo y no contestaba la llamada, Sylvia tampoco, ésto era extraño, ¿estarían de viaje y querían aislarse?  Ya Hafid lo había hecho una vez, así que a ella no le extrañaba.

De todas maneras se acercaría hasta la casa, había llamado y le decían estar equivocado, eso también le extrañó, así que la curiosidad la estaba forzando a ir y ver. 

Ella y Abir se dirigieron a la casa de su hijo, pero al ir acercándose vieron hombres en la parte de afuera como haciendo guardia, algo andaba mal, Hafid no tenía vigilancia, a menos que últimamente hubiera contratado personal para eso. 

No contestaban el teléfono, tampoco la casa, un escalofrío le recorrió en el cuerpo y no se detuvo. 

— Abir voy a poner una denuncia ante las autoridades, esto no está nada bien— dijo Halima. 

— Si mamá, y dentro se ven más hombres armados— respondió Abir. 

Ellas llamaron al número de emergencias y explicaron lo que sospechaban, necesitaba saber quiénes eran esos hombres cuidando la casa de su hijo y porque no respondía las llamadas. 

Les  prometieron ir e investigar de inmediato la situación y mantenerla informada, Halima estaba muy ansiosa, esperaba que le dieran una respuesta satisfactoria muy pronto. 

Dos hombres se acercaron hasta la casa vestidos sin llamar la atención y preguntaron por Hafid Aziz, estos guardias apostados en la casa, dijeron no conocer a nadie con ese nombre. 

— ¿Quién es el dueño de la casa?— preguntaron— siempre hemos sabido que el señor Hafid Aziz, es quien reside acá. 

— Lo siento, pero no sabemos nada— dijo uno de los guardias. 

— Señor dígame el nombre del nuevo dueño— dijo uno de los visitantes. 

— Ahmed Mubarak— dijo el guardia. 

— ¿Puede llamarlo?— dijo el visitante. 

— En estos momentos está de viaje— dijo el guardia. 

——Señores, me van a obligar a pedirles que me acompañen, acá hay algo extraño— por favor abran las puertas de la casa. 

— No tenemos esa instrucción— dijo el guardia bastante nervioso. 

Ellos llamaron más refuerzos, para saber que pasaba en aquel lugar. 

— Ustedes no pueden entrar sin una orden de revisión— dijo uno de los guardias. 

— Solo es cuestión de minutos—dijo el visitante— Llama a tu jefe y dile que se presente acá, porque necesitamos una explicación. 

Uno de los guardias llamó al que estaba adentro y le explicó lo que estaba sucediendo y que viniera de inmediato a solucionar aquella contrariedad.

El hombre que estaba adentro, de inmediato llamó a Ahmed para que viniera y hablará con  los visitantes. 

Ahmed al escuchar cómo todo se estaba complicando, decidió ir y ver cómo solucionaba la situación, mientras los hombres estaban siendo retenidos por estos dos que eran agentes policiales. 

Media hora después el auto de Ahmed llegaba a la casa de Hafid, de inmediato los dos policías le interrogaron al bajar. 

— ¿El señor es?— preguntó  uno de los agentes. 

— Soy Hafid  Aziz— dijo Ahmed. 

Los policías se quedaron por breves segundos pensando, cuando vieron venir otro auto, eran dos mujeres, se bajaron y se dirigieron directamente a Ahmed diciendo:

— Ahmed, ¿Qué haces  tú acá? Te llamó Hafid? 

— Disculpe, usted nos dijo ser Hafid Aziz y la señora lo llamó Ahmed, ¿quién es usted?— dijo el agente policial. 

De inmediato, llegaron los refuerzos pedidos e hicieron entrar a todos al interior de la casa, Halima explicó quién era ella y su hija y exigió una explicación a Ahmed, de por qué dijo llamarse  Hafid. 

Ahmed se complicó todo tratando de explicar, una vez dentro de la casa y ver más hombres cuidando las instalaciones, todos fueron puestos bajo custodia policial. 

En ese momento salió Sylvia de la habitación de los niños y al ver a su suegra allí, su rostro reflejó el alivio que sentía. 

— ¡Halima, gracias a Dios!— dijo Sylvia. 

— ¿Quién es la señorita? — preguntó el agente policial. 

Halima abrazó a Sylvia y también Abir su cuñada vino y la abrazó. 

— Ella es mi nuera, la esposa de mi hijo y le aseguro que ella dirá que está sucediendo acá? — dijo Halima muy enojada. 

Sylvia le explicó a los policías quien era Ahmed, que la tenía a ella y a sus hijos retenidos, solo porque estaba enojado con Hafid, quien era su esposo. 

También explicó que él también tenía a Hafid retenido, ella no sabía nada de él desde hacía ya cuatro días, que había salido en un viaje de negocios. 

Halima se volvió hacia Ahmed y se quedó mirándolo con incredulidad. 

— Hafid es tu amigo Ahmed, se criaron juntos, ¿por qué has tenido un comportamiento tan vil?— dijo la madre de Hafid. 

Ahmed, no respondió una palabra. 

— ¿Dónde está mi hijo Ahmed?— dijo Halima con voz suplicante— su familia lo necesita. 

Ni una palabra dijo el hombre, después de ir Sylvia con los agentes policiales y llevarse a más de ocho hombres detenidos, la casa volvió a sentirse más liviana. 

Los empleados respiraron tranquilos, todos comentaban lo terrible que habían sido aquellos cuatro días, los niños saltaban de alegría alrededor de su abuela y de su tía. 



#1277 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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