Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Estoy libre...

Los hombres, que vigilaban a Sylvia en su casa, al recibir la llamada de alerta de que dos visitantes estaban haciendo averiguaciones, llamaron a los  hombres que custodiaban a Hafid y éstos salieron de allí de inmediato, abandonando a su suerte al hombre, solo y encerrado. 

La casa estaba lejos de la ciudad, y de las vías principales, así que si alguien pasaba por allí, era muy remota la posibilidad, así que estaba ruda la situación para Hafid. 

Él, mientras esperaba a Ahmed, había dicho en la última comunicación que estaría allí con los documentos para que él firmara, lo haría, pero antes le iba a dar tantos golpes que no caminaría en una semana. 

Pasó ese día y nada sucedió, caminaba de un lado a otro sin saber qué hacer, aquella habitación no tenía una ventana, solo era la puerta y ya, aparentemente había sido adaptado para mantenerlo. encerrarlo allí. 

El baño tenía una ventana muy pequeña, tendría que ver cómo salía por allí, o enfrentarse a los que lo vigilaban, no sabía cuántos eran, hasta el momento había visto solo a dos. 

No tenía idea si habían más o  eran solo esos dos, tendría que arriesgarse la próxima vez y golpear a quien le trajera de comer, pero pasó ese día y nadie trajo un pedazo de pan a su puerta. 

A final de la tarde le dolía el estómago del hambre, que estaba sucediendo con éstos hombres, se habrían ido de farra y lo dejaron allí, para más tarde sería una locura dejarlo, así que comprobó si la puerta estaba cerrada. 

Lo estaba, entonces empezó a llamarlos, esperó unos minutos y nadie apareció, después de esperar un tiempo prudencial, tomó impulso y dio una patada a la puerta. 

Era madera maciza, no se movió ni por un milímetro, nuevamente se preparó para investir con su cuerpo la puerta, pero nada sucedió, además tenía dos días sin comer y se sentía cansado y débil. 

Se sentó en la cama para recuperar fuerzas, aparentemente lo habían abandonado a su suerte, necesitaba salir urgentemente de allí o moriría por inanición. 

Se asomó al baño y la ventana era pequeña, pero necesitaba ver si podía sacarla, romperla, lo que fuera, pero tenía qué salir lo más pronto posible. 

Se subió a la taza del baño, era un pedazo de cristal enmarcado, el grosor era mediano, había una toalla allí y se la acomodo en la mano, para que el impacto no fuera a lastimarlo. 

Con todas las fuerzas impactó el cristal de la ventana, al primer impacto se partió en varios pedazos dejando un hueco bastante restringido para que el cuerpo de Hafid saliera por allí. 

Él no se rindió, quitó cualquier resto de vidrio que pudiera lastimarlo y se impulsó para salir de allí, sabía que estaba en planta baja, así que no había peligro de quebrarse un hueso. 

Asomó la cabeza y vió el terreno de los alrededores, no se veía a nadie, intentó meter su cabeza y pasó, entonces pensó:

" Si entra mi cabeza, el resto de mi cuerpo también entrará. 

Hizo todo el esfuerzo posible para salir, se lastimó los hombros por todo lo que tuvo que hacer para salir, pero al fin lo logró.

Cuando estuvo afuera se dirigió con cuidado a la puerta principal. 

Allí no había nadie giró la manilla de la puerta, estaba abierta, Hafid necesitaba buscar sus cosas y comer algo, se sentía famélico. 

Buscó sus documentos, su celular, no estaban por ningún lado, maldijo entre dientes a Ahmed y a sus amigos que le habían hecho pasar éstos días encerrados. 

Buscó algo de comer, había quesos y embutidos en el refrigerador, en la cocina había pan, se preparó un gran sandwich, y se sentó a comer, podía pasar la noche allí e irse muy temprano en la mañana. 

Necesitaba llamar a Sylvia, su esposa, estaría muy preocupada por él, sus niños en manos de Ahmed, que de repente se había enloquecido; Rachel como que tenía la mala suerte de obsesionar a los hombres. 

Primero él, ahora Ahmed, pero ya le ajustaría las cuentas a éste idiota, estuvo un buen rato meditando su situación sentimental, ya no sentía nada por Rachel, todo se había ido. 

La mujer que ocupaba su mente y su corazón ahora era Sylvia, su dulce esposa que no sólo había conquistado a sus hijos, sino también a él, estaba tan ciego que no se había dado cuenta que hacía mucho rato que amaba a esa increíble muchacha.

Ahora estaba en aprietos con éso, ¿porque y ella, que sentía ella por él? Por lo menos sabía que a ella no le caía mal, porque cada vez que hablaban veía que se sentía tan cómoda, lo que estaba experimentando desde hacía un tiempo para acá por Sylvia era muy intenso. 

Necesitaba solucionar pronto la situación con Ahmed y los padres de Rachel, que lo dejaran en paz,  necesitaba ser feliz con su familia, olvidar todo el pasado y vivir ésta oportunidad que había llegado a través de Sylvia. 

Su chica pelirroja, tan intensa como su cabello, con el color de ojos más hermosos, y con un cuerpo que lo había vuelto loco, cuando la miró sin ropa. 

Era digna de ser esculpido e inmortalizarlo en una escultura, para contemplarlo siempre. "¡Caramba Hafid, pensó ésta chica entró en tu corazón y ni siquiera lo notaste,si que estás enamorado!"

Sonrió, se sentía feliz de sentirse libre del fantasma de su primera esposa,a pesar de estar allí sin saber nada de su familia, pero ya mañana solucionaría todo, estaba con el ánimo al cien por ciento. 

Pronto la noche cubrió el lugar y el cansancio hizo mella en el cuerpo de Hafid, se relajó y pronto se quedó profundamente dormido. 

Soñó que caminaba con Sylvia, era un lugar hermoso, lleno de luz y flores, ella reía y corría para que él la alcanzara, era un sueño maravilloso, no quería despertar, era demasiado real. 

Abrió los ojos y la luz entraba a raudales por la ventana, se levantó de un salto, necesitaba ponerse en acción pronto, se preparó para desayunar y llevar toda la provisión de comida posible, no sabía cuán alejado estaba de la ciudad. 

Salió a las afueras de la casa y solo veía un largo camino, que  no sabía a dónde lo llevaría, pero lo importante era que estaba libre, se sentía lleno de energías. 



#1055 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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