Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

He estado ciego... Déjame amarte.


 

— Excelente concepto de tu esposo— dijo la terapeuta. 

Hafid me estuvo explicando la relación de ustedes— dijo la psicólogo— sé que es un contrato lo que hay entre ustedes cómo esposos, pero me gustaría conocer, acerca de lo que piensas, de éste tipo de relación que estás viviendo. 

 Sylvia, se quedó pensando por unos instantes, y suspiró al decir. 

—No voy a negarle, que cuando se me presentó la opción, fue un choque para mí,  solo tenía diecinueve años, nunca había vivido en una familia y tenía mucho miedo— dijo Sylvia—  aparte, que la actitud que tenía Hafid cuando me conoció, era intimidante. 

Él se movió un tanto incómodo en su asiento, la doctora dijo:

— No me puedo imaginar ese momento, ya han pasado cuatro años; ¿qué piensas ahora?— preguntó la psicóloga. 

— Rememorando aquel instante, pienso que es lo mejor que me ha pasado en la vida, tengo una familia maravillosa, dos hijos a los que adoro, un buen amigo, un nombre y un apellido, no me puedo quejar, doctora— dijo Sylvia. 

— ¿Un nombre y un apellido? De todo lo que dijiste, eso es lo que más me ha llamado la atención— dijo Martha

— Crecí en un orfanato, magino que Hafid le dijo, obviamente el nombre que me dieron, lo recibí allí también, el apellido que se le da a un niño cuando no se sabe su orígen— explicó Sylvia— ahora el apellido que tengo, aunque es el de mi esposo, lo asumo como mío, soy Sylvia Aziz, eso me hace sentir que formó parte parte de alguien. 

— Qué interesante— dijo Martha— ¿Qué sentías por Hafid, antes de ahora?

Silvia se sorprendió de aquella pregunta, arrugó el entrecejo, sonrió y dijo:

— Cuando lo conocí, sentí rechazo, fué desagradable conmigo, y no me cayó bien  él ya lo sabe— dijo ella. 

— ¿Ha cambiado este sentimiento en estos años? preguntó la psicóloga. 

— ¡Claro que ha cambiado!— dijo Sylvia— aprendí a conocerlo, a saber de que todo en él  era una fachada para protegerse, poco a poco fuimos hablando, nos hicimos amigos y obviamente que ahora no hay ese rechazo. 

— Tengo entendido que han empezado a compartir vida sexual— dijo la psicóloga— es muy íntimo ésto, no estás obligada a responder, ¿porque duermes con un hombre al que no amas? 

Sylvia se sorprendió ante ésta pregunta,sintió un nudo en su estómago y cierta incomodidad, se volvió hacia Hafid lo contempló unos segundos y respondió:

— Mi esposo es un hombre muy guapo, no lo voy a negar, ha sido mi único hombre, imagino que hay química entre nosotros a la hora de tener sexo, esa es la respuesta que tengo, porque no sé qué decirle— dijo Sylvia. 

— Eres muy sincera y clara en tus  conceptos— dijo Martha. 

Se enfocó en Hafid y dijo:

¿Cómo te sientes ahora después de escuchar a tu esposa? — dijo ella. 

— Relajado, venía con muchas expectativas y algo de nervios por saber qué era lo que tú querías hablar con ella, pero todas las cosas que ha dicho Sylvia, aquí delante de usted, me las ha dicho a mí personalmente— dijo él. 

— Ustedes, son un matrimonio estable a pesar de que tienen un contrato entre ustedes, lo que necesitan  es enamorarse, porque tienen una bella relación—  dijo la psicóloga. 

— En el corazón no se manda— dijo Sylvia. 

— Eso es cierto, — dijo la psicólogo— pero hay cualidades que enamoran, ustedes podrían construir ese amor. 

Después de hablar dos o tres cosas más, la sesión de terapia terminó, Hafid nuevamente pidió a Sylvia que lo acompañara, aún estaba bastante nervioso. 

Sylvia, iba conversando con él acerca de sus estudios, ya tenía dos años en la carrera y en un año obtendría el título, pero pensaba si se dedicaba a certificarse cómo doctora y ejercer. 

Hafid la escuchaba pero en su mente repasaba cada palabra que la psicóloga le había dicho, necesitaba  saber ya a que atenerse con Sylvia. 

Escogió un bonito restaurante, exclusivo y muy íntimo, quería tener una bonita o mediana experiencia ese día con ella, cuando llegaron al lugar ella pidió ir hasta el baño y él aprovechó y habló con la administración. 

Minutos después, él la esperaba sentado a una mesa, esperando por ella, Sylvia se sentó y en instantes les trajeron el menú para ordenar la comida. 

Después de comer, Hafid se aclaró la garganta y dijo:

 — Quisiera conversar algo importante contigo. 

— Está bien, te noto algo nervioso; ¿Ha sucedido algo?— preguntó ella. 

— Sí, estoy bastante nervioso— dijo él—  nunca me había visto en algo como ésto— cuando te conocí me impresionó lo joven que eras, pero lo madura para enfrentar la vida.

Sylvia arrugó el entrecejo sin comprender aún a donde quería llegar él. 

— No me di cuenta cuando sucedió, a lo mejor fue al verte por primera vez, o  gradualmente mientras te iba conociendo— dijo Hafid— lo cierto es que quiero que me des la oportunidad de enamorarte. 

Sylvia  abrió los ojos como platos; ¿estaba escuchando bien? ¿Hafid le pedía oportunidad a ella? Sintió una emoción extraña en su pecho. 

— ¿Qué me dices?— quiso saber él— sé qué estamos casados, y hemos tenido sexo, pero todo  ha sido por las circunstancias. 

— Hafid, ¿tú te enamoraste de mí? — preguntó Sylvia, con un hilo de voz. 

— ¡Sí, y te juro que no sé cuando sucedió! 

— Eso no importa ahora; solo dime, ¿para qué pides la oportunidad?— dijo ella. 

— Para enamorarte, conquistar tu corazón— dijo Hafid. 

— ¡Hafid, eres tan ciego! ¿Acaso no te has dado cuenta de qué cuando me entregué a ti por primera vez, ya me habías invadido por completo— dijo ella. 

Ahora fue a él que le tocó abrir los ojos como platos ante la sorpresa que le ocasionaron las palabras de Sylvia. 

— ¿Tú me amas Sylvia?— preguntó él como si acabara de despertar de un sueño. 

— ¡Desde siempre, grandísimo bobo! — dijo ella. 

— Si,soy el más grande bobo, porque he estado sufriendo todo éste tiempo— dijo Hafid— por pensar que estaba enamorado solo y que tu solo me veías como parte de un contrato. 



#701 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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