Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

¡Ups, metiendo cizaña...

Hafid disfrutaba muchísimo de los viajes, mostrar a su esposa e hijos cada rincón del mundo era fascinante para él, pero esta vez era Sylvia la que quería visitar el lugar donde se desarrolló su infancia y adolescencia. 

Quería donar una buena cantidad de cosas útiles a los niños huérfanos, ropa, zapatos, juguetes, todo aquello con lo que se sueña cuando se es niño y no se posee nada material, lo único que se tiene son sueños. 

Estaría unos días fuera de casa, ésta vez su esposo no podría acompañarla, solo iría con sus niños. Hafid no se sentía cómodo quedándose en casa sin viajar con su familia, pero habían responsabilidades en sus negocios ineludibles. 

Ya Sylvia había indicado una fecha de viaje para ir hasta su antiguo hogar por muchos años, no tenía corazón para posponerlo, todos allí estaban esperando con ansias su llegada. 

Solo sería una semana y luego de vuelta a casa, salieron muy optimistas a realizar ésta faena maravillosa, al llegar a la ciudad donde se encontraba el orfanato, después de descansar, salieron  a hacer las compras. 

En el lugar había 180 niños de diferentes edades, esperando ser adoptados  por una familia, compró ropa para todos, zapatos, obsequios personales y preparó todo para el gran día de la entrega. 

Además de equipar la casa  con enseres domésticos y alimentos, quería asumir éste lugar como una responsabilidad personal, solo por haber pertenecido un día a un grupo similar. 

Al llegar al lugar había muchas caritas llenas de expectativas, esperando por lo que aún ni siquiera podían imaginarse. 

Sylvia y la Directiva del orfanato organizaron una actividad para entregar a cada niño su obsequio. 

Fueron varios días de actividades para que ellos pudieran  calmar sus ansias y sus sueños, Samira y Farid se enamoraron de uno de las niñas del orfanato. 

Le indicaron a su mamá esa tarde al llegar a casa. 

— Mamita, ¿no podremos llevarnos a Melanie a casa? — dijo Amira. 

Ya tenían más comprensión al tener siete años y sabían que los niños que estaban allí no tenían un papá y una mamá. 

— ¡Sí mami!— dijo Farid—  tú podrías ser su mamá,  tendríamos una hermanita,así sería una compañera para Amira, seríamos tres. Q

— No es tan fácil como ustedes lo piensan,  tengo que hablar con papá primero para saber si está de acuerdo— dijo Sylvia. 

— ¡Llámalo mami!  Y pregúntale, yo sé que él va a querer— dijo Amira. 

En esos días que Sylvia estaba de viaje, fue  fuerte el trabajo para Hafid, terminaba agotado después de tantas reuniones, esa tarde recibió la visita de alguien que no era muy agradable. 

— Señor la señorita Déborah está solicitando hablar con usted— dijo la empleada. 

— ¿Está al teléfono?— preguntó Hafid. 

— No querido estoy acá necesito hablarte,  necesito de tu ayuda— dijo Déborah echándose a llorar en sus brazos. 

Hafid se quedó petrificado sin saber qué hacer con ésta chica que aparecía en su casa, cuando Sylvia no estaba, podía comprometer su integridad ante su mujer. 

La separó suavemente del cuerpo de él y le preguntó:

—¿Qué sucede, porqué estás así?

— ¡Estoy desesperada, mi pareja me abandonó por otra mujer! ¡No se que hacer, me siento destruida!— dijo Déborah. 

— Tranquila, todo pasa— dijo  él. 

Indicó a la empleada que buscara un vaso con agua,  para ayudarla a mejorar su estado emocional; un rato después que estaba más calmada, Hafid le dice. 

— Debes tomar las cosas con calma, hay muchos hombres dispuestos a darte felicidad, solo ten paciencia. 

— El único hombre para mi has sido tú, pero nunca has querido que sea parte de tu vida,— dijo Déborah— y ahora con Sylvia menos. 

— No se manda en el corazón Déborah— dijo él. 

—Por cierto dónde está ella, que no la veo— preguntó Déborah. 

— Está de viaje, te juro que si sabe que estás aquí, no le va a gustar para nada verte— dijo él. 

— Lo sé, pero no sabía a dónde ir y al final tú y yo somos familia,  te busqué porque me siento desesperada, qué más no daría yo por ser tu mujer— dijo ella. 

— También podrías haber ido donde mamá, es tu tía, ella también podría haberte ayudado— dijo él. 

— Es que contigo tengo más confianza que con la tía Halima— dijo ella. 

— Bueno, lo importante es que ya estás más tranquila, y de verdad,— dijo él— apenas puedas, busca un hotel, pero acá no puedes quedarte Déborah. 

— Está bien, lo menos que quiero es causarte problemas Hafid, solo quería que alguien me escuchara, y ya lo has hecho. 

Dame un momento, tengo una llamada por la otra línea, ya vengo para atenderte— dijo él. 

— Ve tranquilo, yo espero, me despido y me voy— dijo Déborah. 

Hafid, salió hacia el estudio para atender la llamada, dejó a Déborah en la sala; apenas habían pasado unos treinta segundos, cuándo sonó una llamada, había otro celular en el sofá. 

Vió de quien era la llamada y sonrió al responder. 

— ¡Hola querida Sylvia! ¡Qué sorpresa, soy Déborah! ¿Te acuerdas de mí? Ups, creo que descubriste algo que no debías, tu esposo está en el baño, lo siento no debí contestar, qué broma, pero ya me voy, fue rica la sesión de sexo que tuvimos

Déborah colgó la llamada y dejó a Sylvia con el entrecejo arrugado sin entender qué estaba sucediendo en su casa, ¿Hafid había metido a Déborah mientras ella estaba fuera de casa? 

Respiró profundamente y trató de no pensar en nada, tenía un nudo en la garganta y un frío en su estómago, mejor esperaba a verlo personalmente para aclarar lo que estaba sucediendo. 

Se sentó un momento, la tristeza la invadió y dió rienda suelta a su llanto, no podía creer que Hafid le estuviera haciendo esto, después de un rato se calmó y reflexionó un poco. 

— "Esto no cuadraba con él y todo lo que habían vivido hasta hace apenas unas horas"

 

Lo mejor era esperar y no sacar conclusiones, Hafid debía tener una buena explicación, los niños estaban en la otra habitación, mejor era calmarse. 



#2991 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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