Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Reaparece Deborah.

Todo estaba marchando como Sylvia lo esperaba, sus abuelos decidieron quedarse a vivir en Londres, mientras que Ryan vivía en América con su hija. 

Sylvia se dedicaba  a su esposo e hijos, le encantaba su vida familiar, Hafid viajaba cuando se. Le era requerido, pero generalmente manejaba sus negocios desde casa. 

Los niños en la escuela, por lo menos tres; Amira, Farid que pronto cumplirían sus diez años y Melanie que se iniciaba en su educación escolar. 

Cada día eran recogidos en el colegio por un transporte privado, era mucho el cuidado que se tenía por ser niños de un hombre influyente en los negocios como lo era Hafid Aziz. 

Deborah la prima resentida de Hafid no se había quedado nada contenta al ser ignorada por su primo de quien siempre estuvo enamorada. 

Ella tenía un secreto bajo la manga para arruinar la felicidad de su adorado primo y su odiosa esposa Sylvia, se decía Deborah constantemente para alimentar su odio. 

Consideró que era el momento perfecto para introducir de nuevo cizaña y así destruir de una vez por todas la felicidad de ésta familia. 

Su corazón estaba lleno de resentimiento y odio, ella no era feliz, nadie más lo sería entonces, así pensaba la mente retorcida de ésta muchacha enferma de desamor. 

Había estado vigilando por bastante tiempo cada movimiento diario de los hijos de Hafid al ir y venir del colegio, ya tenía un plan perfectamente trazado para desestabilizar el tierno corazón de éstos niños. 

Ese día llegó hasta donde el chofer del transporte y le dijo:

— Hola, ¿cómo está? Soy prima de Hafid Aziz y tengo años sin ver a Amira y Farid, mi tía Halima me dijo a qué hora era la salida de ellos; ¿me podrá dar unos minutos para saludarlos? 

— Señorita, no tengo autorización de mi jefe a dejarlos hablar con ninguna persona— dijo el hombre— vaya hasta la casa y así los ve a todos. 

— Tengo una reunión en media hora— dijo Deborah con voz compungida— está a diez minutos de acá, serán solo cinco minutos, usted puede vigilar si lo desea, yo sería incapaz de hacerles daño,son mi familia. 

—¡Ay señorita, usted me coloca en una disyuntiva muy delicada— dijo el chofer— déjeme llamar al señor o la señora y veré si autorizan que usted se acerque. 

Deborah apretó los dientes con fiereza éste hombre era peor que  perro guardián, pero el destino estaba de lado de la mal intencionada mujer, ni Hafid ni Sylvia contestaron en ese momento de la llamada. 

Ella vió venir a los niños y con mirada suplicante le pidió al hombre que la dejara acercarse, él apretó los labios y cabeceó afirmativamente, ojalá no se metiera en problemas por éso. 

Deborah se acercó con la actitud más dulce que pudo adquirir. 

— ¡Hola mis niños hermosos!— dijo ella— ¿se acuerdan de mí? 

— ¡No señorita! ¿Quién es usted?— dijo Amira. 

— Soy la prima Deborah, una vez estuve en casa de su padre Hafid, pero estaban muy pequeños, por eso no me recuerdan— dijo ella. 

— No la recordamos mucho— dijo Farid— pero creo que sí estuvo en casa. 

— Más tarde iré a casa de mi primo Hafid, saluden a su madre Rachel— dijo Deborah con toda la intención. 

— Nuestra madre no se llama Rachel, se llama Sylvia— dijo Amira. 

—¡Ay por Dios, había olvidado que mi primo se había casado con Sylvia y ahora ella es vuestra madre! — dijo ella intentando parecer confundida— ya debo irme, nos vemos más tarde. 

Los niños vieron como la mujer que decía ser una prima se subía a su auto y los dejaba allí confundidos. 

— ¿Tú escuchaste lo que dijo Farid?— preguntó Amira. 

— Si dijo que nuestra madre se llama Rachel y que Sylvia era la segunda esposa de papá— dijo el chico, arrugando su entrecejo. 

— Tendremos que preguntar a mamá de que se trata todo ésto— dijo Amira— esa mujer no me gustó. 

Subieron a su transporte y le preguntaron al chofer:

— James, ¿porque dejaste que esa señorita se acercara?— preguntó Farid— no me gustó esa mujer. 

— Lamento haber dejado que se acercara, dijo ser prima y tenía cara de tristeza por no verlos desde hace mucho tiempo— dijo el hombre. 

— Bueno, ya vamos a casa— dijo Amira. 

Mientras Deborah se sentía dichosa por haber sembrado dudas en sus jóvenes primos, sabía que éste era un secreto muy bien guardado de Hafid y su esposa, pero también sabía que no hay nada oculto entre cielo y tierra. 

Los niños llegaron a casa y fueron directamente a donde sabían que estaba su madre. 

— ¡Hola mamá, ya estamos en casa!— dijo Amira abriendo la puerta. 

—¡Hola, cariño! ¿Cómo les fué hoy en el colegio? — preguntó Sylvia. 

— Nos fue bien mamá, pero cuando salíamos del colegio, una mujer se acercó y nos dijo cosas extrañas— dijo Amira. 

— ¿Cómo permitieron que se les acercara?— dijo Sylvia preocupada— ¿Quién era? 

— Dijo ser nuestra prima Deborah— dijo Farid. 

— ¿La prima Deborah?— repitió Sylvia tratando de controlar la ansiedad que sentía— ¿Que les dijo? 

En esos momentos Amira empezó a imitar a Deborah diciendo:

— "Más tarde iré a visitar a mi primo, saluden a su madre Rachel."

Sylvia sintió un golpe en su estómago al escuchar la imitación de Amira y  sintió angustia, Farid continuó lo que su hermana contaba. 

— Le dijimos que tu eras Sylvia, no Rachel y dijo: " ¡Ay olvidé que mi primo se volvió a casar y ahora su madre se llama Sylvia " Luego se fue— el niño esperaba una explicación. 

— Mis hijos, obviamente que su prima Deborah actuó con malas intenciones, busquemos a papá y aclaremos esta confusión que ésta mujer vino a crear. 

— Está bien mamá, a mi ella no me gustó, dijo que vendría más tarde— dijo Amira. 

— Vayan a cambiarse de ropa y después nos sentaremos a hablar un poco— dijo Sylvia con palabras suaves. 

Los niños hicieron lo que ella les pidió y Sylvia fue hasta el estudio de su marido, tocó suavemente a la puerta y luego entró, su rostro demostraba todo lo que pasaba por su mente en ese momento. 



#701 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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