Una madre para mis hijos, una esposa para mí.

Una madre para mis hijos, una esposa para mi.


 

Hafid y Sylvia prepararon todo para su viaje emergente, llamaron a Halima para que estuviera a cargo y no se preocuparon por más nada, solo llevaron al pequeño de casi dos años. 

Estaban bastante emocionados por firmar por fin los papeles de la adopción legal de la pequeña Mélanie, además aprovecharon de visitar a los abuelos de Sylvia. 

Los niños llegaron esa tarde a casa del colegio, y al encontrar a la abuela Halima allí, se quedaron extrañados. 

— Hola abuela,— dijo Farid— ¿sucedió algo que estás acá y papá y mamá no?

— Tuvieron un viaje de emergencia estarán unos días fuera, mientras estén conmigo, espero les guste y no se aburran— dijo Halima. 

— Nos gusta estar contigo abuela, pero nos encanta tener a mamá en casa— dijo  Amira. 

— ¡Tú estás enojada con mamá!— dijo Farid— no siquiera le hablaste ésta mañana, quizás se fue de viaje por estar muy triste. 

— ¡No, ella no se fue por eso! — dijo Halima— ¿Verdad abuela? 

— ¡Dejen de discutir!— dijo la abuela— sus padres viajaron porque fueron a firmar los documentos de adopción legal de Melanie. 

— ¡Eso es genial! ¡ Estamos felices por eso! ¡Por fin Melanie es nuestra! — dijo Amira. 

— ¡Así es!— dijo Halima— Sylvia es una madre maravillosa, los adora y aunque ustedes y Melanie no han nacido de su vientre, si no de su corazón no hace acepción con ustedes, los ama por igual. 

— ¡Si abuelita, mamá es genial!— dijo Farid— ¡Yo la adoro! 

— ¡Yo también la amo mucho!— dijo Amira— ¡Ya quiero que esté aquí! 

— Ya verán que se pasan rápido los días— dijo Halima. 

Y así fué, solo cuatro días y ya nuevamente estaban en casa, felices de haber logrado tener una hija más, que aunque ya era considerada como tal, tenía tres años con ellos. 

Ahora podían proclamar que era su hija ante cualquier ley humana, eso los hacía felices, al llegar Amira y Farid, corrieron al encuentro de ellos, no había resentimientos en el corazón de ninguno. 

Así eran los niños, rápidos de cambiar su estado de ánimo, olvidando cualquier resentimiento o enojo, Sylvia se sintió contenta de la manifestación de amor de sus hijos. 

También Melanie estaba allí pidiendo un abrazo y beso de sus padres, eran una familia feliz. 

— ¿Cómo están mis hijos hermosos?— saludó Sylvia— ¡Me encanta verlos tan animados! 

— ¡Te extrañamos mamita!— dijo Amira— ¡Te amo tanto! 

— ¡También los amo mis amores bellos!— dijo Sylvia. 

— ¿Y para papá no hay abrazos?— preguntó Hafid— me voy a poner celoso. 

—¡Oh papá, también te extrañamos y te amamos mucho! — dijo Farid— ¡Tenemos a los mejores padres del mundo! 

— ¡Y nosotros, a los mejores hijos!— dijo Hafid. 

Esa noche en la habitación matrimonial ellos conversaban. 

—¿Ves que solo bastó un viaje corto para que Amira se le olvidara su conflicto interno— dijo él. 

Sylvia sonrió con alivio diciendo:

— Aun así hablaré con ella para dejar todo en orden— dijo ella. 

— Como quieras amor— dijo Hafid— tu eres la terapeuta, pero olvidemos a los niños y nos concentramos en nosotros. 

Se acercó a ella muy seductor y empezó con un ritual de caricias eróticas, empezando por su cuello, su boca y lengua iba bajando hasta sus pechos dejando un rastro tibio por su piel. 

Ella se retorcía de placer al sentir cómo atrapó sus pezones duros como pequeñas rocas, siguió hasta su vientre tocando con su lengua cada rincón erótico. 

Se detuvo en su entrepiernas dibujando caminos demasiado ardientes para los dos llevándolos al más alto nivel de placer, terminaron enredando sus cuerpos hasta terminar rendidos ante el éxtasis que los envolvía. 

Después de un buen rato, después de haber descansado el unos al lado del otro, se dio entre ellos ésta conversación:

— ¿Eres feliz señora Aziz?— preguntó Hafid. 

— ¡Totalmente mi amor!— dijo ella— tengo más de lo que había  soñado, ¿sabes? Ni en mis mejores sueños imagine tener tanta felicidad. 

— Yo tampoco imaginé nunca tener una esposa tan perfecta como tú— dijo él— a veces me da miedo despertar, por creer estar soñando. 

— Eres tan consentidor al decir eso, no soy perfecta, solo te amo  y a nuestros hijos — dijo ella. 

Sylvia y Hafid siguieron con su vida, eran 

una familia normal como cualquier otra, con hijos de diferentes edades, con desafíos, pero dispuestos a solventar cualquier adversidad, porque tenían la mejor actitud. 

El momento que habían temido tanto, el  de la confesión de quien era la madre biológica había sucedido y no había sido tan traumático, lo habían superado. 

También habían superado la animadversión entre ellos, que no era más que atracción entre un hombre y una mujer, pero que se negaban a aceptarlo, al final con mucha paciencia de parte de ella, el amor los había vencido. 

En el fondo la amargura de Hafid Aziz, solo era una fachada para no volver a ser herido por amor, lo que no imaginó era que Sylvia sabía tratar las emociones. 

Era un don que había venido con ella desde el momento en que vino al mundo, y afortunado él, que tuvo el ingenio de crear un anuncio para buscar una niñera para sus hijos. 

Solo que al ver a la chica, le había gustado tanto que ajustó el contenido de su anuncio diciendo que era una madre lo que necesitaba, además de una esposa para él y que debían dormir juntos. 

Con todo su corazón rogaba que ella se negara ante tan extraño trabajo, pero no fue así, ella era tan o más testaruda que él y aceptó el reto. 

Se había convertido en una madre de tiempo completo y en una esposa de tiempo parcial, pero fue esa parcialidad lo que hizo que surgiera un amor total entre ellos. 

Ahora se sentía pleno con la madre que había escogido para sus hijos, complementado al tener a la esposa que lo acompañaba en esto tan hermoso, que se llama vida. 

Podía pasar el tiempo contemplando su futuro con optimismo, pues tenía todo lo que un hombre puede anhelar, una esposa maravillosa y unos hijos hermosos, es decir una increíble familia.



#701 en Novela romántica

En el texto hay: romance +18

Editado: 02.04.2023

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