Una madre para Uriel

Capítulo Nueve

Hoy no es noche de Sexo

Esperar que termine el himno nacional de los ingleses y luego escuchar los aplausos, le regalaban nervios y emoción a Steven. Quería jugar con muchas ganas éste partido, los minutos ya estaban contados y los rezos de que ellos pasasen se estaban oyendo.

Siendo el último partido para ir a semifinales, debían estar preparados para lo que se les venia. Miles de voces se escuchaban por todas partes, Steven se encontraba mirando a su hijo, el cual se estaba comiendo una hamburguesa sin vergüenza mientras con una de sus manitas sostenía el vaso de coca cola. Uriel dejó de mirar su comida para levantar la mirada y encontrarse a su padre, quien le hizo un corazón con la mano y lo hizo reír.

El silbato del arbitro aseguró un último minuto para prepararse, todos se colocaron en sus posiciones dejando a James con el capitán del equipo contrario.

—¿Cara o escudo? —la pregunta del arbitro fue dirigida hacia el capitán del otro equipo.

—Escudo —su voz un tanto regular se escuchó entre ellos.

La moneda en la mano del señor saltó hacia los aires con una línea recta, cayendo en el medio de su palma para luego colocarla en el dorso de éste. Los ojos de los tres se miraron, dejando la pelota del lado ingles.

La sonrisa de James provocó en el otro capitán un poco de irritación, a nuestro Williams le gustaba presumir y mas cuando la pelota estaba de su lado, por ello el saludo con la mano fue rudo y para nada amistoso.

Se dieron las espaldas y el silbato del arbitro principal sonó desde el centro del campo, llamando la atención de los que se encontraban en la tribuna. Los gritos comenzaron a escucharse con mas volumen. El aliento de los fanáticos se estaba haciendo presente, se escuchaba bastante barullo y eso animaba mas para poder echarle ganas a jugar.

Los ecos eran tanto que la emoción crecía cada vez mas, aunque el miedo no podía faltar.

El balón se encontraba entre las piernas de Joshua quien sacaría tiro de arco ante la cercanía que había tenido el equipo contrario al querer meter un gol. Aunque fue en vano enviar la pelota al centro, ya que apenas a los diez minutos Francia le metió un gol.

—¡Maldición! —se le escuchó decir James.

Los empujones iban siendo repetitivos y el arbitro no los contaba, la primer caída fue de Oliver, lastimándose el empeine del pie, y el señor no le sacó la tarjeta amarilla que iba para el futbolista no local.

Steven se encontraba en una desilusión, tenia como meta poder ser los primeros en los últimos diez minutos.

Los cuales comenzaron a ser treinta, cuarenta, cincuenta y de último, el primer gol de los ingleses, siendo marcado por el menos esperado y el que por mala suerte estaba sufriendo mucho en el campo, Adam Smith con el número 11, todos fueron corriendo hacia él para saltarle y felicitarles, sosteniendo en sus miradas una sonrisa y la esperanza de que, a pesar de que contaban faltas que no lo eran, podían usar la misma técnica si era posible.

El silbato se escuchó de nuevo, dando la notificación de que ya había terminado el primer tiempo, sosteniendo la pelota y dejando a los jugadores vayan a sus vestidores para descansar, y repasar jugadas.

El equipo contrario estaba tan centrado en meter goles como cometer faltado dirigidas hacia los ingleses, lo cual pudieron lograr con mucha facilidad. Los ingleses son mas tranquilos en el tema de cometer errores tanto para ellos como para los demás.

Aunque los choques agresivos, los cuales provocaban tarjetas amarillas, eran inevitables cuando iban tres hacia la pelota.

Los golpes podían ser sin querer queriendo, las faltas improvisadas eran bien recibidas ante la poca colaboración de los referís.

Las respiraciones eran fuertes, algunos intentaban controlarla y la de los demás solo suspiraban para tomar agua, Miller se acercó hacia el equipo, creando un circulo, alentando y dando ordenes para moverse.

—Sigan protegiendo, tú y tú debéis hacerlo, no debéis quedaros quietos, chicos, tenéis que moveros e intentar quitar el balón sin necesidad de cometer faltas. Myers está apunto de quedar fuera si siguen así, los pases entre tres, no cuatro ni muy largos, mantened la calma e ir con seguridad, vamos que podremos pasar a semifinales —gritó, mientras giraba para verles a cada uno.

Golpearon sus palmas en busca de la misma vibra de felicidad y ganas, con intensiones de irse hacia la semifinal.

—¡Vamos por el segundo, muchachos! —dijo el capitán antes de salir y con su dedo tocar el césped para luego hacer el signo de la cruz, pidiéndole a Dios sus deseos.

Apenas se escuchara el barullo de la tribuna, los nervios que Uriel tenia no le dejaban terminar sus patatas fritas, agarrando con sus manos la servilleta que hace unos minutos había limpiado sus labios.

El pequeño buscaba con la mirada a la muchacha que odiaba un poco, o veía un poco irritante encontrarse frente a los muchachos del equipo.

—¿Buscas algo? —preguntó vacilando con su móvil la mujer que estaba a cargo de cuidarlo, Laura.

—No —fue lo único que dijo para seguir buscando a esa cabellera tan desordenada entre los asientos.

—Entonces deja de mirar hacia atrás y céntrate en comer y ver a tu preciado padre —sonó un tanto ruda, o eso parecía para el niño.

Bufó sin mas, Uriel miró hacia el campo sin ánimos, viendo como su padre estaba dándolo todo para acercarse aunque sea el área del equipo contrario. Solo que el barullo se hizo mas fuerte cuando un grupo, bastante lleno de personas, gritaron la falta que el arbitro se dedicó a ignorar.

—¡¡Tiene el tobillo sangrando, idiota, eso es roja!! —gritaron.

El rostro de Laura se giró para solo voltear los ojos con más irritación.

—Maldita loca, se la vive sola —siguió mirando su móvil.

—¡Vete a tomar por culo, tio, este arbitro no esta al nivel de este partido! —más gritos se escucharon, también tomando por curiosidad al pequeño Uriel.



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En el texto hay: futbolista, hijos y amor, italianos e ingleses

Editado: 24.01.2022

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