Una madre para Uriel

Capítulo Once

¿Qué hilo?

La corrida que Uriel estaba haciendo junto con una sonrisa sobre su rostro, se podía ver en segundos por los pasillos del hospital.

En su manita sostenía bien una hoja escrita, era el motivo de su felicidad. Iba en dirección a la habitación de su padre para compartirle y contagiarle su emoción.

—Uriel, ¿Cuántas veces tenemos que decirte que no corras? —la risa de Joshua fue lo primero que escuchó Steven desde la silla en la que se encontraba sentado.

Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver a su pequeño de ánimos buenos, aquel con su cabello recién cortado lucía genial en él, sus prendas escolares y lo que traía le había dado curiosidad.

Uriel a medida que habían pasado los meses, había crecido de una manera considerablemente sorprendente. Ya no era el niño tierno, seguía teniendo sus rastros pero su manera de actuar era diferente.

—Mire, padre —con su voz agitada se acercó para mostrarle a Steven lo que le traía tan alegre.

—A ver, deja que lea… —los segundos le parecían eternos al pequeño.

El entre cejo de su padre se frunció para luego mirarle seriamente… y regalarle una sonrisa de orgullo.

—Estoy muy orgulloso de ti, campeón, sigue así —le alentó, besando la coronilla de Uriel y abrazándole.

Joshua vio la escena demasiado dulce, tanto que su anhelo por un bebé en su vida aparecía, cosa que le hizo negar rápido con la cabeza, para mandar aquel pensamiento bien lejos.

—Desde la salida del colegio que quería venir aquí con su examen en las manos —James entró con sus pasos lentos y su sonrisa deslumbrante—. No todos los días vemos dieces en los exámenes de sociales de Urielito.

Se burlaron del pequeño, provocando que éste se lo tomara como broma. Por una parte tenían razón, Uriel aceptaba que en aquella materia no le iba muy bien, de por si le parecía muy aburrida pero por una parte… leer las tareas y libros que pedía la profesora le parecía genial, sus explicaciones eran las que le daba un sueño terrible.

—Venga, hay que llevar a tu padre con el doctor —informaron los dos jugadores hacia el niño, quien contento y con muchas fuerzas, intentaba empujar la silla de ruedas de su padre.

Steven con sus manos alivianaba el trabajo de este, para que no le sea muy pesado y llevarle con comodidad.

—Ya deberían de quitarte esa cosa, han pasado siete meses —habló rudamente y con el seño fruncido James, mirando también el pie de Lombardi.

—Debería de estar caminando y hasta corriendo, diría que soporta muy bien su peso —le siguió Joshua, notando el leve enojo que recorría en ellos.

—Eso iremos a ver, hombres, calmaos —su risa resonó por el pasillo, dejándoles saber a los jugadores que se encontraba de buen humor.

Pequeños suspiros se escuchaban a sus espaldas, Uriel lo estaba dando todo por llevar a su padre, tanto que estaba sudando mas que en gimnasia de la escuela.

—Deja que lo lleve por ti —una voz nueva se unió en el circulo.

Müller todavía no se había ganado muy bien la confianza del pequeño, aunque este se encontraba bastante cansado, lo dejó.

—Padre, debes adelgazar un poco, pesas mucho —resopló, acomodando su cabello, ya que al esforzarse tanto algunos mechones se habían escapado del peinado que James había pedido que le hagan.

—Oye —se quejó este con una risa.

Hicieron unos diez pasos para llegar frente a la puerta del traumatólogo, quien les abrió la puerta y dejó que todos pasasen.

—Buenas tardes, señores —saludó un hombre mayor, con cabellos grises y una estatura que a Uriel le recordaba a los científicos de dibujos animados—. Veo que vamos muy rápido con el progreso.

El doctor comenzó a mover el pierna de Steven como lo venían haciendo en sesiones anteriores, el cello se había retirado hace dos meses pero le colocaron uno negro ortopédico, el cual se le podía sacar solo con supervisión de un medico.

Dolor no había, en el rostro de Lombardi no se presentaba nada, ni siquiera disgusto o incomodidad. Dejándole saber al doctor que ya debería comenzar a correr o al menos soportar por mas tiempo el peso corporal del futbolista.

—Para tu información podrá volver a pisar un campo de futbol —el alivio corrió por sus cuerpos, aunque el doctor todavía no había terminado—, pero deberás ir de a poco, venir a cada sesión por si algo se complica o algún leve dolor que sientas, el hospital sigue siendo tu prioridad. Desde luego que vas a poder jugar pero debes ir lento, no esforzarte y usted debe saber cuando sacarlo de la cancha, si se esforzara podría ya no volver, ni siquiera caminar con ligamentos rotos.

El asentamiento de cabeza de Müller era objetivo de que había entendido todo, Lombardi seguía estando un poco inestable, aunque no debería de preocuparse ya que los partidos importantes en sus agendas no había. Todo partido que se les estaba presentando era amistoso, nada que requiera de entrenamiento duro.

—Muchas gracias —dijeron todos juntos.

Lombardi lentamente fue pisando y doblando su rodilla, sintiéndose extraño pero a su vez emocionado, ya lo había hecho antes pero la diferencia era que, ahora, tenia demasiadas ganas de salir corriendo a celebrar.

Por fin, luego de largos siete meses y duras sesiones con un esfuerzo tan cansado, le daba resultado bueno. Contento les informó a sus padres sobre su estado, estaba claro que se había llevado una regañada bien fea de parte de ellos como de los abuelos de su hijo.

No querían perder a nadie mas.

—¿Y? ¿Ya has decidido? —la voz de su madre se escuchaba por el alta voz.

—Por lo que he hablado con Müller, tengo entendido que para las fiestas iremos. Uriel esta por entrar en vacaciones, lo cual nos favorece, no es mi decisión, madre —suspiró éste sentándose al borde de la camilla—. Si fuera por mi, ya estaría en Italia desde hace rato.

Rieron juntos, el anhelo que la madre de Steven le tenia era mucha, lo extrañaba como nunca había extrañado en su vida a una persona.



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En el texto hay: futbolista, hijos y amor, italianos e ingleses

Editado: 24.01.2022

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