Una madre sin esposo

VI Contigo: pan y cebolla... música también

VI Contigo: pan y cebolla… música también

En su primera cita en el veterinario, descubrieron que su conejo -para alivio de todos- no iba a morir. Se había intoxicado con alguna comida y con los medicamentos adecuados había salvación. Randall pagó la consulta, y ella las medicinas. Era lo justo.

     Compartieron números y ella pensó que eso sería todo. Porque ¿quién en su sano juicio querría volver a salir con ella después de semejante encuentro?

Para su sorpresa había pasado apenas un día cuando el celular vibró.

     —¿Hola?

     —Digamos que llevo años sin hacer esto, ¿Cuánto debería esperar para llamarte y no parecer desesperado? —Elena se encontró sonriendo lavando trastes con el celular entre su mejilla y hombro.

     —No llames el mismo día, porque eso baja las expectativas. Pero tampoco se aconseja dejar pasar más de tres días porque parecerá que no estás interesado.

     —¿Debo llamar mañana, es así?

Elena arrugó su nariz sonriendo.

     —Parece un buen plan. ¿Y hay que hablar sobre los temas de conversaciones que puedes tener? Porque me parece que hay temas de conversaciones complicados que es mejor evadir.

     —Totalmente de acuerdo. Ni política, ni religión ni temas complicados del pasado. ¿Eso estaría bien?

     —No hables de animales moribundos, eso siempre ahuyenta a los hombres —bromeó Elena de sí misma.

     —¿Segura? —aunque el tono de Randall pareció mostrar su desacuerdo.

     —Totalmente.

     —No parece que sea así.

La sonrisa de ella creció. Dejó por un rato los trastes sucios y caminó hacia

—No, no lo parece.

—¿Y de qué debería hablar en esa llamada?

     —Depende de ti, por supuesto. Evita esos temas que no dominas, los que te harán parecer presumido, mejor ve a los temas que sí conoces como música o comida.

     —Me gusta la música y la comida, la verdad es que no podría vivir sin ninguna de esas dos cosas.

     —Qué suerte que trabajo en un restaurante. Ahí siempre tenemos música de elevador.

     —Amo la música de elevador, tengo varios CD´s de eso.

     —¿CDs? ¿Quién tiene de esos?

     Escuchó la risa de Randall y se encontró riendo también.

     —Las tiendas de música —dijo al fin Randall cuando las risas lo dejaron hablar.

     —Creo que llevo años sin pararme en una de esas.

     —¿Te gustaría ir conmigo?

     —¿Estás invitándome a salir a una tienda de discos?

     —¿Te gustaría?

     —Sí.

     La verdad es que a Elena le habría gustado ir con él a donde fuera y él, si no estuviera tan desahuciado en lo que se debía hacer o no con una mujer, la habría llevado a cualquier lugar que ella mencionara, así que cuando le dijo que no había ido a una tienda de música, la invitó a ir.

    

 




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