Una madre sin esposo

XXI Nunca es tarde para… sentir celos

 

 

Elena no contestó sus mensajes ni llamadas a lo largo del día. Tal vez se debía a que el accidente en el techo era reciente, pero apenas salió de la oficina se dirigió hacia la casa de ella, sabiendo que era imposible encontrarla ahí porque Elena iniciaba su jornada laboral a medio día y ya eran las cinco de la tarde. Pero, se dijo, mejor gastar gasolina y tiempo para corroborarlo a tenerla atrapada en el techo hasta que alguno de sus vecinos volviera.

                Era imposible que supiera que una buena intención lo llevaría a sentir por primera vez celos.

                Con Laura jamás los había experimentado, estuvieron juntos desde que eran adolescentes y nunca sintió que hubiese competencia a su alrededor, además Laura solo tenía ojos para él y él para ella. Lo único que se interpuso entre ambos fue la muerte. Randall siempre había pensado que los celos iban acompañados de la inseguridad y la falta de confianza. Y él no era una cosa ni la otra.

                Hasta esa tarde.

                Notó el carro desconocido al aparcar detrás, pero no pensó que se tratara de un hombre en la casa de la mujer con la que llevaba poco más de un mes saliendo. Asumió que era la hermana de Elena de la que había oído tanto hablar. Reconoció el automovil de Elena, lo que avivó la sensación de que algo andaba mal porque era jueves y las cinco de la tarde y Elena debería estar en el restaurante en lugar de en su casa.

Apenas apagó el motor, un hombre abrió la puerta de la casa para irse y detrás de él, Elena estaba con sus brazos cruzados sobre su abdomen luciendo… desaliñada. Lo que fuera que el hombre le estaba diciendo consiguió una sonrisa por parte de ella. Se quedó quieto esperando que el desconocido terminara de irse, pero solo parecía estar alargando aquella despedida. Y las dudas de su identidad se evaporaron cuando salió Leonardo de la casa.

—¿No puedo ir contigo, papá?

Elena le puso una mano sobre el cabello castaño de su hijo antes de recordarle que necesitaba su ayuda.

—¿Papá? —insistió Leonardo en espera de hacer cambiar de parecer a su madre.

—El viernes pasaré por ti, iremos a un partido de futbol. Hoy necesito que cuides de tu mamá y tu hermanita.

Randall los observaba en silencio y con sus cejas cada vez más cercanas una a la otra sin saber qué pensar al respecto. No era fin de semana, Randall sabía que cada dos fines de semana el exesposo de Elena volvía para llevarse a Leonardo con él, no a Clare, lo que lo hacía sospechar que Clare no era su hija, eso y que la niña se dirigía al hombre como el papá de Leo. Si fuera el padre de la menor no necesitaría de tan especifica etiqueta.

¿Por qué no sabía nada del exesposo de Elena? Porque creyó que era algo del pasado.

Pero no parecía algo del pasado, por la manera en que el hombre clavaba su mirada en ella y el modo en que Elena se mostraba complacída ante lo que fuera que estuviera escuchando de la boca del extraño no parecía para nada algo del pasado.

¿Elena había dicho divorciada o separada? Se preguntaba Randall sin conseguir recordar las palabras exactas. Habían pasado exactamente tres minutos y la familia seguía conversando frente a la puerta de la casa, por lo menos Leonardo lo hacía, animado de tener a ambos ahí. Randall estaba considerando irse y llamar a Elena más tarde para no interrumpir cuando Clare salió de la casa. Paso corriendo al lado de su madre y hermano, bajó los tres escalones con prisas y esquivó la mano de Ernesto cuando quiso detener a la niña que corría hacia la calle.

El rostro alarmado de Elena apenas duró una fracción de minuto, hasta que sus ojos cayeron en el automovil estacionado. Ahora Elena sonreía.

—¡Mami, es Randall!

El grito entusiasta de la niña, detuvo a Ernesto de ir tras ella. En su lugar, se giro para mirar a Elena con un silencioso reproche. Elena mantenía sus ojos en la niña para esquivar a su exmarido. Randall se apresuró a salir del vehículo para evitar que Clare quisiera bajar a la calle.

—¿Dónde estabas? —preguntó la niña con indignación, quejándose por haber sido dejada al cuidado de Ernesto.

—En el trabajo —respondió Randall mientras la niña lo agarraba de la muñeca y lo hacía caminar hacia la casa, donde aguardaban en silencio el resto de la familia.

—Ernesto, él es Randall. Randall, es Ernesto, el papá de Leonardo.  

Estiró su mano hacia el desconocido, que la tomó solo luego de un escaneo visual. Ambos estrecharon sus manos mirándose, Randall luchaba por ser inexpresivo, mientras Ernesto no paraba de levantar una ceja y sonreír burlesco. Como si supiera algo que él no.

Y ahí estaban, las piezas en los hijos de Elena que no había relacionado hasta ese momento. Tenía el tipo de rostro de Leonardo, la nariz y la frente del niño. Tenía los ojos verdes grisáceos de Clare, el cabello oscuro y lacio, la sonrisa de la niña. La sonrisa genuina del desconocido, que tenía mientras miraba a Elena y le pedía que se tomara en serio su salud y no dudara en llamarle si la temperatura volvía por la noche, era la misma sonrisa que Clare le ponía cada que lo veía llegar con tulipanes para madre e hija.

Nadie tenía que decírselo para saber que aquel desconocido era el padre de los hijos de Elena, estaba seguro que era de ambos por el gran parecido con la niña, incluso aunque Elena no hubiese dicho eso, aunque ella solo lo relacionó al niño, era imposible que no fuera el padre.

—Estaré bien, gracias por cuidar a los niños —dijo Elena con tensión luego de presenciar aquella guerra de miradas.

Ernesto revolvió el cabello de su hijo cariñosamente y luego se agachó con la pequeña para despedirse.

—Si mami vuelve a enfermarse puedes llamarme.

Pero Clare… bueno, Clare era Clare.

Estiró su mano hasta tomar la de Randall y negó.

—Randall puede bañarla también.

Aquel desplante habría herido a Ernesto, si no viniera acompañada de una revelación fuera de lugar y sacada de contexto. Randall se habría enorgullecido de ser elegido sobre su propio padre, si eso no implicara que Ernesto había bañado a Elena antes. Así que mientras Ernesto se ponía de pie con una sonrisa jocosa que no intentó ocultar, Randall apretó los dientes clavándole los ojos al hombre a su lado.




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