Una madre sin esposo

XXXV Quien tiene paciencia... obtendrá la familia que desea

Buenos días

Unas semanas atrás despertó con el cuerpo de Elena completamente sobre sí, una de las piernas de Elena estaba entre las suyas mientras que la otra estaba recogida contra su cadera. Besó su frente apretándola contra sí.

Murmuró una incoherente y adormilada Elena, por suerte, la noche anterior Elena había insistido en volver a vestirse, había pensado que era alguna cuestión con su timidez, pero no puso objeciones cuando se puso los bóxer y la camiseta blanca para dormir mientras ella iba por una pijama con short y blusa de seda.

Lo entendió sólo hasta que sin aviso la puerta se abrió por una muy alegre niña.

—¡Mami!

Elena abrió los ojos y volvió a cerrarlos apretándose contra la almohada sobre la que dormía.

—Hola, mami —dijo tímida Clare acercándose y sentándose en la orilla de la cama.

Elena abrió los ojos de nuevo y al levantar su cabeza comprobó que su almohada era en realidad un hombre, no cualquier hombre.

—Hola, linda.

—Buenos días, Randall —dijo con su voz infantil y aguda dejando sin espacio para dudas un beso en la frente de él y luego en la mejilla de su madre.

—Buenos días, cielo —saludó Randall a la niña haciéndola sonreír aun más.

—Me gusta cielo, me gusta, ¿puedo llamarte cielo? —él sonrío y asintió, logrando sentarse contra las almohadas cuando Elena lo hizo—. Cielo, iré a jugar a las muñecas con Leo.

Y sin más salió corriendo, sin cerrar la puerta.

—Es hiperactiva desde temprano —comprobó.

—Y eso no es nada.

—¿Leonardo despierta más tarde?

—No, debe estar despierto viendo televisión. Él es amable conmigo y me deja dormir cuando es domingo.

Miró a Elena, estaba sentada, aunque con los ojos todavía cerrados y cabeceando de sueño. Se acercó a ella, poniendo su mano sobre su mejilla para llamar su atención y cuando lo miró con sus ojos azules:

—Buenos días, Elena —la sonrisa más dulce apareció en su rostro y por unos segundos logró mantener sus ojos bien abiertos para él.

—Buenos días, Randall.

—¿Qué opinas si duermes un poco más y yo cuido a los niños por ti?

—No te preocupes, me doy una ducha y estaré como nueva —pero seguía cabeceando y bostezando.

—Insisto.

—Por supuesto que quiero que interactúes con ellos, pero son mi responsabilidad y luego de un rato pueden ser…

—No digas demasiado —ella suspiró—. Descansa —dijo poniéndose de pie y dando a entender que no se daría por vencido con el tema, pero ella no tenía fuerzas para pelear, porque apenas él se puso de pie y fue por su pantalón de mezclilla, Elena ya se había acostado y quedado dormida.

Desde la reconciliación habían pasado exactamente cuatro meses, algunas cosas habían cambiado durante ese tiempo y otras se habían mantenido relativamente normales. Leonardo había puesto resistencia al regreso de Randall, era silencioso alrededor de él como una protesta ante su abandono, pero lentamente cuando Randall mantuvo la misma constancia y tanto su hermana y madre parecían conformes con el hombre, Leonardo también lo hizo.

 Y en defensa de Randall, él no prometió no usar un poco de ayuda para ganarse a Leonardo. Así que un fin de semana, después de convencer a Elena, apareció con una consola de videojuegos.

Leonardo había recibido sus calificaciones y al ser excelentes era casi imposible que Elena impidiera que el niño fuera limitado por ella:

—No es un regalo para él. Es tu consola.

Porque ella sabía que Randall no tenía ninguna consola de videojuegos.

—Es mía —dijo con ese tono seguro que no dejaba a dudas que hablaba en serio, pero con esa sonrisa que delataba su mentira.

Así que mientras jugaba con Leonardo creaban espacio para conversar de las clases de box y la escuela del niño. Le quedaba un año de primaria y luego iría a la secundaria. Le gustaba una niña de su salón. Era muy bueno en el box. Su maestra había dicho que era el mejor del grupo y por lo tanto había sido ascendido al gran puesto de presidente de la clase. Las clases de ciencias naturales no le gustaban, pero era muy bueno en matemáticas.

Y así fue como su hora frente a la televisión jugando videojuegos se convirtió en el momento en que Randall tenía para crear un lazo con el niño, porque pasada esa hora usualmente Leonardo se quedaba solo un rato más antes de pedir permiso para ir a jugar con su vecino.

Y por supuesto, la hora que le dedicaba a Leonardo, tenía que compensar con doble atención a Clare. Pasaba de videojuegos de carreras y de aventura, a jugar aventuras con las carreras de los unicornios de la niña. Clare ya identificaba todos los números de sus juguetes y Randall le había enseñado a levantar los dedos de las manos para contar.

Lo siguiente que cambió en la vida de Elena fue que sin saber muy bien cómo se fue dando, Randall pasaba más tiempo en la casa de ella que incluso Elena misma. Ocurrió una tarde en que Elena le contó a él que Rebeca entraría a una capacitación y estaban buscando a una niñera que quisiera cuidar de tres niños.




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