Una mamá para Artemisa.

4. Vistazo al pasado

 

AMIR KAZEM (PASADO)

 

Mi corazón late acelerado, mi mente no deja de pensar una y otra vez como fue que me vi envuelto en este problema. ¿Casarme por medio de un contrato de conveniencia? Parece de novela, pero fue exactamente lo que hice al aceptar casarme con Namrah… la hija del socio de mi padre. 

 

Y ojalá solo fuese el hecho de que una preciosa mujer será mi esposa. Es que ella no me gusta en lo absoluto y yo tampoco le gusto a ella. Respiro con fuerza al recordar el tono gélido de mi padre en donde claramente me impuso mi deber de casarme con ella. 

 

Todo por salvar su pellejo. Su asqueroso, trampero y sucio pellejo. 

 

Namrah es bella, es preciosa y es lo que todo hombre desearía; pero no yo. No me interesa tener una esposa trofeo por más bella que fuese, no me interesa los tratos que haya hecho con ellos, solo sé que son gente peligrosa. 

 

Y no se puede jugar con ellos, no se puede faltar a la palabra pactada porque un solo destino te aguarda: La muerte. 

 

La miro entrar a mi oficina con ese porte diosa y ese rostro de superioridad. Me observa desde el primer momento y yo desvío mi mirada mientras finjo que me concentro en mi trabajo de medio tiempo.

 

—¿Y entonces? —habla y yo dejo de hacer lo que por supuesto no hacía, para verla, fingiendo desinterés… aunque creo que en mi caso no existe nada, pero nada de interés.  

 

—¿Entonces qué? —cuestiono de vuelta, tratando de disimular el hecho de que tenemos que casarnos. 

 

Obligados.

 

—Detesto que creas que soy tan estúpida como para no darme cuenta de que estás disimulando, muy mal, debo acotar —añade con suficiencia—, ante la noticia que te dijo tu padre sobre nuestro acuerdo. 

 

—Namrah… lo que haga mi padre me tiene sin cuidado, yo estoy de lleno en mi carrera de medicina, no tengo tiempo para lidiar con sus jugarretas sucias. Que esté aquí medio tiempo no significa nada—aclaro mirándola sin un ápice de duda, esta alza una de sus simétricas cejas y sonría de manera oscura. 

 

Tan venenosa que me hace tensar por entero. 

 

—Sin embargo, yo sí te quiero a ti —revela con determinación, yo bufo para sonreír a medida que niego muy seguro de lo que siento.

 

—No, no me quieres, simplemente soy tu nuevo capricho.

 

—Un capricho con el que me casaré y será mío, solo mío —objeta con una voz posesivamente enfermiza. Me eriza la piel. 

 

Pero no por otro sentimiento que no sean malos presentimientos, ella da miedo. Su mundo es oscuro, sé que desde pequeña ha estado rodeada de maldad y no dudo que en su corazón, haya algo más que eso. 

 

—La obsesión no es buena, Namrah —advierto, esta juega con su lengua y termina por lanzarme un beso al aire mientras recoge su cartela y levantándose con mucho estilo, se despide solo moviendo su mano, con sus ojos fijos en los míos y alejándose poco a poco, tan lento que quiero rodar mis ojos, pero por cortesía, no lo hago.

 

Desaparece al fin y a mí solo me queda suspirar de manera sonora… que ella haya venido no es bueno, para nada.  

 

Mi cabeza da vueltas y empieza a doler producto del estrés. Esto no augura un final feliz y todo por culpa del irresponsable de mi progenitor al ponerme en el camino de unos asesinos… porque eso son y por ello los aborrezco. 

 

Mi amor por la vida me impulsó a estudiar medicina, ya estoy terminando mi carrera soñada y siento que ellos serán un manchón, sin embargo… hay cosas que no pueden ser evitadas. Menos cuando sobre mi cabeza recae toda la responsabilidad de que la familia Kazem no desaparezca del mapa. 

 

(...)

 

PRESENTE — AMIR KAZEM

 

Mañana llega la madre sustituta de Artemisa y yo solo puedo pensar en el tremendo dolor que siento en la cervical producto de todo el estrés con el que he lidiado últimamente, mi hermana ha estado insoportable con el tema de mi hija y todo lo que he hecho. Tanto que empiezo a creer que sus amenazas sobre quitarme la custodia de la niña, cosa que me pones los pelos de punta, por ello he decidido empezar a buscar un buen abogado que me cubra las espaldas para evitar cualquier tipo de sorpresitas con las cuales me pueda salir ella. 

 

Estaciono el auto y me niego a sentir ese calorcito de anhelo que me embarga cada vez que llego a casa, demostrar afecto hacia mi hija es peligroso… yo solo… debo cuidarla de todo y de todos, alejada de mí está mejor que conmigo. 




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